El horizonte cósmico de posibilidades de la Cuarta Teoría Política rumbo a la superación de la posmodernidad

El horizonte cósmico de posibilidades de la Cuarta Teoría Política rumbo a la superación de la posmodernidad

“El ave sale del huevo. El huevo es el mundo. Para nacer es preciso destruir un mundo” (Herman Hesse).

El presente estudio quiere ser un análisis ilustrativo acerca del papel político-filosófico desempeñado por la Cuarta Teoría Política de Alexander Dugin frente a los desafíos nubosos de la posmodernidad, que, por la razón misma de permanecer ocultos para la mayoría de los estudiosos y diletantes, merece una investigación más precisa. Para este objetivo se adoptarán, como marcos teóricos, las concepciones de la realidad de Alexander Dugin, José Ortega y Gasset, Julius Evola, Alain de Benoist, Zygmunt Bauman, entre otros.
 
Se hará, a modo de introducción, una breve retrospectiva histórica para que podemos consignar adecuadamente la transición de la modernidad líquida a la posmodernidad líquida (o sobremodernidad) bajo una perspectiva cronológica, lo que facilitará la sistematización y la comprensión del enfoque tomado. En seguida, se examinará la manera por la cual la ampliación del horizonte cósmico de posibilidades de naciones autónomamente constituidas y dueñas de sus propios intereses podrá hacer posible el establecimiento de una geopolítica multipolar con la consecuente desaparición de la sociedad abierta y de los desvaríos multitudinarios de aberraciones teratológicas, personificadas en nuestros tiempos por las figuras caricaturescas del neo-liberalismo, la socialdemocracia y otros tantos muñecos de ventrílocuo que retroalimentan las hegemonías oligárquicas en detrimento de la libre dela autodeterminación de los pueblos.
 

Se quiere, con esto, demostrar que el neoeurasianismo de la Cuarta Teoría Política, aunque no sea la única alternativa existente al globalismo unipolar, es la única viable entre los más recientes pronósticos, debido a su enfoque de simultáneamente metapolítica, geoestratégico, revolucionario y policéntrico. No siendo posible ya valerse de los materialismos histórico y dialéctico de la teoría marxista (y considerando que ya no nos encontramos en una sociedad moderna en la que modo productivo determina la conciencia, sino en una sociedad posmoderna en la que la hipercomplejización de los factores de producción – capital, mano de obra, tecnología e insumo – ha dado lugar a una serie de variables), hemos de buscar refugio en una metodología más actual y consistente. Los nuevos problemas requieren la adopción de nuevos métodos y una praxeología todavía no confirmada para ser debidamente resueltos.

 

De la ilustración a la posmodernidad (los corolarios nefastos de la globalización)

 

Cómo es sabido, la ilustración construyó en el siglo XVII los prolegómenos de la sociedad moderna, que, sin embargo, sólo llegaría a reivindicar sus límites semánticos y paradigmáticos en la primera mitad del siglo XX. La transición de la estructura feudal que caracteriza la Edad Media hacia el iluminismo moderno encarnó una verdadera “paradoja de resolidificación”, según sentencia Bauman, a la vista de que el dogma de la razón humana absoluta sólo logró sustituir al dogma eclesiástico, el cual, a su vez, legitimaba toda y cualquier cuestión política, filosófica, social y económica de la sociedad medieval.

 

En la práctica, se abrió la mano del tradicionalismo religioso a favor de la razón cartesiana, cuyos males se hacen sentir aún hoy en día, aunque no de la misma manera, y no a través del mismo discurso, como se hará evidente en su momento. En síntesis: se cambió un sólido por otro, preservándose la medida absoluta de su ubicuidad. Este giro paradójico desencadenó una serie de modificaciones en la estructura ontológica de la realidad tal y como la percibimos fenomenológicamente a través de los presupuestos de admisibilidad de la cognición apriorística (espacio y tiempo). No umbilicalmente ligado ya a designios supraterrenos y divinos, el hemisferio occidental inauguró la tiranía de los detentadores de la propiedad privada de los medios de producción, y surgieron los primeros gritos ansiosos por la “profanación de lo sagrado”: por el repudio y el destronamiento del pasado, y , antes y por encima de todo, de la ‘tradición’ “(Bauman, p. 9). Para Bauman, la modernidad coincide precisamente con la llegada de lo que él llamó la sociedad de producción, la etapa anterior a la sociedad de consumo y el umbral de la sinarquía del dios-mercado (Bauman, p. 87).

 

Alexander Dugin aduce, con razón, que “la Cuarta Teoría Política debe buscar su “inspiración oscura” en la posmodernidad, en la liquidación del programa de la ilustración y en la llegada de la sociedad del simulacro, interpretando esto como un incentivo para la batalla en vez de como un hecho fatal”. (Dugin, p. 25)

 

En una excelente entrevista transcrita por Francesco Marotta bajo el título “Una forma de vida entre el presente y el futuro”, Alain de Benoist recurre a Zygmunt Bauman para formular su diagnóstico al respecto de la crisis de legitimidad que tuvo en su génesis el advenimiento de la modernidad líquida. Para Marotta, citando a Alain de Benoist: “El crecimiento del individualismo, que generó el tipo antropológico narcisista e inmaduro, hizo imposible el crecimiento de grandes proyectos colectivos. Todo lo que era estable y duradero fue reemplazado por transformaciones dentro de una “sociedad líquida” (Zygmunt Bauman), donde se vive para lo efímero y fútil. Las manifestaciones de protesta y de descontento no son sino episodios intempestivos sin un desarrollo político a largo plazo. Se podría decir que la implosión sustituye a la explosión”.

 

Lo que caracteriza a la modernidad como paradigma es la “licuefacción de los patrones de dependencia e interacción” (Bauman, p.14). No consiguiendo fijar el espacio por mucho tiempo, la modernidad líquida prescinde de la configuración específica debido al libre tránsito de sus moléculas, hecho posible por la inoponibilidad de resistencia. La circulación del capital mediada por las instituciones financieras y catalizada por las relaciones de producción en una sociedad regida por el principio de la división del trabajo, materializan la dinámica de un organismo que, al principio, parece funcionar a partir de medios de actuación que él mismo genera y recicla incesantemente. Este procedimiento tecnocrático viciado repercute en los más diversos territorios de interacción socio-política, generando un déficit de legitimidad acentuado por la llegada de la globalización, en la década de 1970. Y aquí tenemos que dedicarle más atención.

 

En palabras de Zygmunt Bauman, “la integración y la división, la globalización y la territorialización son procesos mutuamente dcomplementarios. Más precisamente, son las dos caras de un mismo proceso: la redistribución mundial de la soberanía, del poder y de la libertad de acción desencadenada (pero de ninguna manera determinada) por el salto radical en la tecnología de la velocidad. La coincidencia y el entrelazamiento de la síntesis y de la dispersión, de la integración y de la descomposición son cualquier cosa menos accidentales; y mucho menos susceptibles de rectificación”. (Bauman, p.77)

 

Alexander Dugin considera la globalización posmoderna como “(…) la creación de la Gran parodia, el Reino del Anticristo. Y los Estados Unidos es el centro de su expansión. Los valores estadounidenses pretenden ser “universales”. Esta es la nueva forma de agresión ideológica contra la multiplicidad de culturas y tradiciones que aún existen en el resto del mundo. Estoy decididamente en contra de los valores occidentales, que son esencialmente modernistas y posmodernistas, y son promulgados por los Estados Unidos a fuerza de intromisiones (como en Afganistán, Irak, Libia, y pronto, Siria e Irán)” (Dugin, p.210).

 

El complejo de fuerzas que actúan dispersamente en el proceso de lapidación de una economía planetarizada suscitó la relativización (y rla edistribución) de la soberanía de los Estados miembros por organizaciones intergubernamentales. Algunos internacionalistas hablan desde la tendencia centralizadora de conferir a la Organización de las Naciones Unidas el estatuto de superestado, lo que los comentaristas políticos (entre ellos Norberto Bobbio) denominaron “mundialismo”. De esta forma, tenemos, por un lado, un conjunto de fuerzas desordenadas y aparentemente aleatorias que favorecen la disolución de microsistemas políticos regionalizados, y por otro, la extensión del control de los organismos internacionales, como por ejemplo la ONU, la Unión Europea y la OTAN, sobre el espacio geofísico de esos microsistemas.

 

De ahí que sea lícito afirmar que, en la práctica, el resultado de la relativización de la soberanía de los estados-nación será la abolición de la autonomía deliberativa de cada país en lo tocante a la gestión de sus intereses y en la elaboración de sus respectivas agendas. En este sentido, Bauman añade que: “Por su independencia de movimiento e irrestricta libertad para perseguir sus objetivos, las finanzas, el comercio y la industria de infomación globales dependen de la fragmentación política – morcellement (partición)- del escenario mundial. Se puede decir que todos tienen intereses adquiridos en los “estados débiles” – es decir, en los estados que son débiles pero que aún así continúan siendo estados. Deliberada o inconscientemente, esos inter-estados, instituciones supralocales que han sido sacadas a la luz y que tienen permiso para actuar con el consentimiento del capital global, ejercen presiones coordinadas sobre todos los Estados miembros o independientes, para destruir sistemáticamente todo lo que pueda detener o limitar la libre circulación de capitales y restringir la libertad de mercado” (Bauman, p.75).

 

Y remata: “Abrir de par en par las puertas y abandonar cualquier idea de política económica autónoma es la condición preliminar documentalmente establecida para recibir asistencia económica de los bancos mundiales y de los fondos monetarios internacionales. Los Estados débiles son, precisamente, lo que el Nuevo Orden Mundial, con mucha frecuencia visto con sospecha como un nuevo desorden mundial, necesita para sostenerse y reproducirse” (Bauman, p. 75).

 

El recorrido cronológico realizado hasta ahora constituye un breve relato que comienza en el siglo de las luces y termina en el parto de la posmodernidad. José Ortega y Gasset nos habla en un pasaje de su famosa obra “La rebelión de las masas”, sobre la manera por la cual cada época se ve como la “plenitud de los tiempos”, de forma que el presente aparece disociado cronológicamente tanto de experiencias pretéritas como de expectativas futuras. Para Ortega y Gasset, la modernidad puede ser subsumida en el siguiente escolio: “¿Cuál es, en resumen, la altura de nuestro tiempo? No es plenitud de los tiempos, y sin embargo, se siente sobre todos los tiempos sidos y por encima de todas las conocidas plenitudes. No es fácil de formular la impresión que de sí misma tiene nuestra época: cree ser más que las demás, y a la par se siente como un comienzo, sin estar segura de no ser una agonía. ¿Qué expresión elegiríamos? Tal vez esta: más que los demás tiempos e inferior a sí misma. Fortísima y a la vez insegura de su destino. Orgullosa de sus fuerzas y a la vez temiéndolas” (Ortega y Gasset, p. 91).

 

Dicho esto, es imprescindible constatar que las miopes reivindicaciones para el engrandecimiento del mercado en detrimento de la soberanía de los entes estatales, alentadas en nuestros tiempos por sectores estratégicos de la sociedad civil y por organizaciones subvencionadas por superpotencias imperialistas, obstaculizan el establecimiento de una geopolítica multipolar, que devolvería a cada estado Nación la posibilidad de construir sus políticas internas de acuerdo con los intereses y prioridades locales. Los efectos nefastos de la globalización se hacen sentir en todo el mundo, y entre ellos: la flexibilización de las normas de control sobre el flujo migratorio entre los continentes, la colonización de los países desfavorecidos perpetrada por las potencias marítimas, la creación y la financiación de oligarquías artificiales blindadas por el establishment occidental, el uso de los medios de comunicación de masas como focos de irradiación de la propaganda imperialista, la proliferación de think-tanks con el fin de promover la desestabilización en diferentes partes del mundo, entre otros no menos preocupantes.

 

En Los Hombres y las Ruinas, Julius Evola hace algunas consideraciones bastante pertinentes acerca de la naturaleza mefistofélica de la economía de mercado y de la ilusión de progreso por ella suscitada en la civilización contemporánea, en prejuicio del orden axiológico concebido como un todo estructurado orgánicamente. Esto es lo que uno cosecha la próxima conferencia del maestro italiano: “Y todos los aspectos exteriores de poder y de progreso técnológico industrial de la civilización contemporánea no cambian para nada el carácter involutivo de ésta. Decimos más aún, ellos dependen del mismo, porque todo este “progreso” aparente ha sido realizado casi exclusivamente en función del interés económico en cuanto éste ha tomado la primacía sobre cualquier otro. Hoy puede hablarse sin más de un demonismo de la economía, cuya base es la idea de que en la vida, sea individual como colectiva, el factor económico es el más importante, real y decisivo, que la concentración de todo valor e interés sobre el plano económico y productivo no es la aberración sin precedentes del hombre occidental moderno, sino algo normal y natural, no una necesidad eventual e impuesta, sino que es aceptado, querido, desarrollado y exaltado “(EVOLA, p. 165 [p. 83, ed. esp])

 

Alexander Dugin, citando a Alain de Benoist, califica un estado de cosas gobernado por la economía y la tecnología ultra sofiticadas, como la’gouvernance (micro-gestión). “El status quo y esta inercia no presuponen cualesquiera teorías políticas. Un mundo global sólo puede ser gobernado por las leyes de la economía y por la moralidad universal de los “derechos humanos”. Todas las decisiones políticas se sustituyen por decisiones técnicas. La maquinaria y tecnología reemplazan a todo lo demás. El filósofo francés Alain de Benoist, lo llama la’gouvernance o “microgestión”. Gerentes y tecnócratas asumen el lugar del político que toma decisiones históricas, optimizando la logística de la gestión. Las masas de personas son equiparadas a una masa singular de objetos individuales. Por esta razón, la realidad posliberal, o mejor dicho, la virtualidad dislocando la realidad cada vez más lejos de sí misma, lleva directamente a la abolición total de la política” (Dugin, pp. 22 y 23).

 

En la completa imposibilidad de percibir su declinar existencial ante el perfeccionamiento de la tecnología de producción en masa, el homo medium perdió el control sobre sus propias aspiraciones, y por lo tanto la capacidad de valerse del horizonte cósmico de posibilidades para construir proyectos de vida alineados con el ethnos comunitario. En el siguiente apartado, emprenderemos una indagación minuciosa en el Dasein, el sujeto principal de la Cuarta Teoría Política, con el fin de abstraer el máximo de sus potencialidades en lo tocante a la superación hermenéutica del paradigma posmoderno.

 

El Dasein como Agente de la Cuarta Teoría Política (la inclusión del “nuevo círculo hermenéutico” en el Cuarto Nomos de la Tierra)

 

El profesor Alexander Dugin buscó refugio en el abordaje existencial de la teoría del ser intramundano de Martin Heidegger para construir, en el centro de su Cuarta Teoría Política, un macro-sujeto que permitiese a los agentes transformadores de la realidad orientarse en el espacio hipercomplejo de la posmodernidad sin incurrir en desviaciones cognitivas. El Dasein (o Ser- ahí) es el eje antropológico-existencial en torno al cual gravitan todos los postulados de la teoría del mundo multipolar. Nos corresponde examinar de manera pormenorizada los contornos teórico-prácticos de este agente para que podamos avanzar en nuestro análisis.

 

El Dasein puede ser hermenéuticamente abstraído mediante la negación de los sujetos históricos de las tres primeras teorías políticas, que son, respectivamente: el individuo (liberalismo), la clase (marxismo) y el Estado/la raza (fascismo-nazismo). Según la lúcida lectura de Dugin: “En busca del sujeto de la ‘Cuarta Teoría Política”, debemos entrar audazmente en un nuevo “círculo hermenéutico”. La ‘Cuarta Teoría Política’ es el conjunto que, naturalmente, todavía no ha sido suficientemente descrito y definido. Sus partes son un tema que también se establece como sugerencia preliminar. Pero, moviéndonos constantemente entre la incertidumbre del todo y la incertidumbre de sus partes y viceversa, gradualmente comenzamos a establecer los contornos más precisos de lo que está en juego. Este proceso, comenzando a partir de la base de la credibilidad negativo (el rechazo de los antiguos círculos hermenéuticos: el liberalismo con el individuo, el marxismo con la clase, el fascismo/nazismo con el Estado/la raza), dará lugar, más tarde o más temprano, a la clarificación de una estructura más positiva. (…) Es decir, a partir de un cierto punto, el desarrollo de la ‘Cuarta Teoría Política’ comenzará a desarrollar características científicas y racionales, las cuales, por el momento, son apenas discernibles tras la energía de las intuiciones innovadoras y de la hercúlea tarea revolucionaria de superación de las viejas ideologías” (Dugin, p. 44).

 

El establecimiento de este “nuevo círculo hermenéutico” supone la consolidación de una retrospectiva aniquilante, o esquema de superación de las tres primeras teorías políticas que, a estribos de ejes de articulación históricamente obsoletos, ya no son capaces de ayudar al intérprete de la realidad en la búsqueda de un ideario metapolítico que sea, al mismo tiempo étnica, política, axiológica, cultural y acroamáticamente [*] relevante. En este orden de ideas, Dugin aposta por la inclusión del “nuevo círculo hermenéutico” en el “Cuarto Nomos de la Tierra” de Carl Schmitt, en mención explícita al coeficiente espacial de la Cuarta Teoría Política.

 

Natella Speranskaya, citando a Alain de Benoist en un artículo titulado “La Cuarta Teoría Política y la Otra Europa“, define el Cuarto Nomos de la Tierra como “multipolar” o, más precisamente, como potencialmente multipolar ya que, “la única civilización, los Estados Unidos de América es hegemónica en seis grandes esferas de poder: tecnológica, económica, financiera, bélica, mediática y cultural”. De Benoist observa que los Estados Unidos tienen como objetivo retrasar la inevitable transformación del universum occidental en un pluriversum planetario. Una ruptura radical en relación a los EEUU podría llevar a Europa a convertirse en soberana, volver a su verdadera identidad (nacional, cultural, etc.) y, en consecuencia, contribuir al ocaso de los Estados Unidos como líder mundial”.

 

La importancia del Dasein para expurgar el continente europeo del atlantismo se basa en el hecho de que Europa es considerada, en la posmodernidad, “la periferia de Norteamérica (la capital mundial), como cabeza de puente del occidente norteamericano en el gran continente euroasiático. Europa es vista como parte del Norte rico, no en la toma de decisiones, sino como un socio menor, sin intereses propios y características específicas. Europa, en tal proyecto, es percibida como objeto y no como sujeto, como una entidad geopolítica privada de voluntad y de identidad autónoma, de soberanía real y reconocida “(Dugin, p. 243; [p.250, ed. esp.])

 

La inclusión del Dasein en la arquitectura geopolítica del Cuarto Nomos de la Tierra tiene como objetivo liberar a Europa de los influjos talasocráticos de la hegemonía estadounidense en virtud de la puesta en práctica de un programa pluriversalista que priorizará la multipolaridad, centro magnético y principal directriz epistemológica de la Cuarta Teoría Política. La creación de núcleos políticos autónomos en los que la soberanía de cada Estado-nación sea debidamente respetada desencadenará una disminución progresiva del hegemón imperialista, suscitando la extensión del horizonte cósmico de posibilidades de cada pueblo y permitiendo a las diferentes naciones del globo formar proyectos de vida que juzguen adecuados a sus prioridades. No debemos olvidar que, para Dugin, “la espacialidad es uno de los componentes existenciales más importantes del Dasein, por lo que la apelación al ‘Cuarto Nomos de la Tierra” puede ser vinculada a la hipótesis del tercer sujeto de la Cuarta Teoría Política” (Dugin, p. 45; [pág. 57, ed. esp.]).

 

El papel desempeñado por el Dasein en el panorama de una geopolítica multipolar no se limita a la liberación de Europa. Compete a la Cuarta Teoría Política, a través de su sujeto histórico, desvincular el concepto de libertad del individuo (el sujeto del liberalismo), para fusionarse con dicho concepto. Y esto porque “el hombre es todo menos un individuo. Debemos observar cuidadosamente a un liberal cuando lee o escucha un axioma de este tipo. Creo que esto será un espectáculo impresionante – todo su “tolerancia” de inmediato se evaporará-. Los “derechos humanos” serán distribuidos a todos, a exceción de aquellos que se atreven a decir algo en este sentido. (…) El liberalismo debe ser derrotados y destruido y el individuo debe ser derribado de su pedestal. Sin embargo, ¿hay algo que podamos utilizar del liberalismo – de este liberalismo que está hipotéticamente derrotado y que ha perdido su eje? Sí, hay. Es la idea de libertad. (…) El portador de la libertad en este caso será el Dasein. Las ideologías anteriores, cada una a su manera, alejaron el Dasein de su significado, lo hicieron restringido, encerrado de una u otra manera, tornándolo inauténtico” (Dugin, p. 56).

 

Sociedad tribal vs Sociedad Abierta (un puñetazo en el estómago del pos-liberalismo)

 

Este apartado procurará deconstruir lo que tal vez sea ya la mayor falacia proferida en sede académica por los acólitos liberales de orientación popperiana: que la Sociedad Abierta (equivalente paradigmático del globalismo unipolar en la posmodernidad) supera el modelo holístico de la sociedad tribal en la escala evolutiva, en función de su supuesto “carácter democrático” y “abierto al futuro”. Conviene señalar preliminarmente que la idea de democracia y sus corolarios jurídico institucionales (los derechos humanos, la soberanía popular y la participación de la sociedad civil en la política interna de los entes estatales), se utilizan actualmente como instrumento tópico retórico, que viene confiriendo, desde la posguerra, una pseudo-legitimidad a la práctica de crímenes atroces por las superpotencias imperialistas alrededor del mundo, empezando por la desestabilización perpetrada por los excepcionalistas wahabíes, estadounidenses y sionistas en el Medio Oriente, conforme a lo descrito por el analista político Andrew Korybko en el brillante artículo titulado Korybko “Exceptionalists vs Integrationalists: The Eurasian-Wide Struggle“. Para Thomas Bretonneau, citando a Julius Evola en “A crítica de Evola à Modernidade“, “las clases sociales del régimen tradicional reconocen la autoridad encarnada en sus líderes por sus signos externos de dignidad y justicia propios de personas reales. La democracia representa el principio opuesto a eso (en la medida en que sea posible decir que representa algún principio); la democracia es disoluta; licua todas las estructuras alcanzadas y toda subordinación a valores en su abolición de las diferencias genuinas”.

 

En La sociedad abierta y sus enemigos, Karl Popper describe el proceso de transición de la sociedad cerrada “mágica, tribal o colectivista” de origen griego a lo que llamó la sociedad abierta, o “sociedad en la que los individuos deben adoptar decisiones personales” (Popper, Pág. 188), considerando la causa de esta transición el comercio y la navegación que, según él, “(…) se convirtieron en las principales características del imperialismo ateniense a medida que se fueron desarrollando, hacia el siglo V antes de Cristo”. (Popper, Pág. 193).

 

La predilección de Popper por el modelo homogéneo de sociedad abierta puede verse en el siguiente pasaje: “La lección, pues, que debemos aprender de Platón es el opuesto exacto de lo que éste trató de enseñarnos. y es una lección que no debe olvidarse. Pese a todo el acierto del diagnóstico sociológico de Platón, su propio desarrollo demuestra que la terapeútica recomendada es peor aún que el mal que se trata de combatir. El remedio no reside en la detención de las transformaciones políticas, pues ésa no puede procurarnos la felicidad. Jamás podremos retornar a la presunta inocencia y belleza de la sociedad cerrada; nuestro sueño celestial no puede realizarse en la tierra. Una vez que comenzamos a confiar en nuestra razón y a utilizarlas facultades de la crítica, una vez que experimentamos el llamado de la responsabilidad personal y, con ella, la responsabilidad de contribuir a aumentar nuestros conocimientos, no podemos admitir la regresión a un Estado basaado en el sometimiento implícito a la magia tribal” (Popper, p. 216).

 

Toda la crítica de Popper a los “arcaísmos ordálicos” de la sociedad mítica no pasa de ser un festival tautológico de sofismas, ya que repite lo mismo de formas diferentes para persuadir al lector de que la razón humana es la única e insuperable vía de acceso a la promoción del conocimiento, en flagrante desprecio a las tradiciones culturales y esotéricas de la civilización occidental. Buscando deshacer este error, Alexander Dugin sentencia que “las sociedades pueden ser comparadas, pero no podemos afirmar que una es objetivamente mejor que las otras. Tal juicio es siempre subjetivo y cualquier intento de transformar una evaluación subjetiva al estatus de teoría es racismo. Este tipo de intento es inhumano y no científico. Las diferencias entre las sociedades en cualquier sentido no pueden, de ninguna manera, implicar la superioridad de una sobre la otra. Este es un axioma central de la Cuarta Teoría Política” (Dugin, p 48), y noquea a Popper más adelante: “Las neurosis y miedos situados en el núcleo patógeno de la filosofía liberal se ven claramente en La sociedad abierta y sus enemigos (…) En todo caso, la Cuarta Teoría Política puede interpretar las fobias de Popper a su favor (estas fobias llevaron a él, al igual que a sus seguidores, a conclusiones anecdóticas – muy reveladoras son sus críticas imbéciles a Hegel en el espíritu de una “campaña de difamación” y ¡las acusaciones de fascismo dirigidas a Platón y Aristóteles!-). Comprender lo que el enemigo más teme nos permite proponer la teoría de que toda identidad humana es aceptable y justificada, a excepción de la del individuo “(Dugin, p. 54).

 

La superación de la posmodernidad por la Cuarta Teoría Política debe comenzar por un procedimiento de deconstrucción sistemática del discurso neoliberal, que al rendir alabanzas a la sociedad abierta, pseudo-democrática y homogénea, legitima las peores atrocidades cometidas por las talasocracias plutocráticas de matriz occidental. Por lo tanto, es esencial buscar la resignificación de la ontología de la realidad en un eje de articulación metapolítico que confiera al Dasein el estatus de macro-sujeto para la construcción de los cimientos de una geopolítica multipolar de acuerdo con la arquitectura policéntrica del Cuarto Nomos de la tierra. Sólo a través de estas coordenadas seremos capaces de contrarrestar la hegemogina posliberal, obligando al liberalismo (que ganó la batalla contra el comunismo y el fascismo) a retirarse en su cruzada por el estrechamiento del horizonte cósmico de posibilidades en perjuicio de la tradición.

 

Consideraciones finales

 

Por todo lo expuesto anteriormente, se concluye que el papel desempeñado por la Cuarta Teoría Política rumbo a la superación de la posmodernidad es fundamental para la ampliación del horizonte cósmico de posibilidades de naciones autónomamente constituidas y soberanamente respetadas en la sociedad internacional. Para lograr este objetivo, urge desentrañar la retórica neoliberal de la estructura de la realidad, combatiendo violentamente y a la luz del día la apología popperiana de la sociedad abierta. Una configuración geopolítica pretendidamente multipolar debe ser buscada en la inclusión del Daseinen el Cuarto Nomos de la tierra, uno de cuyos puntales debe ser la desmitificación del logos tecnocrático, tan profundamente arraigado en la ontología de lo real en forma de microgestión, que su detección se convierte en un obstáculo para los ojos inexpertos.

 

La sustitución de las directrices universalistas por proposiciones concretas de naturaleza pluriversal posibilitará la entronización de la multipolaridad como ideario supremo de la Cuarta Teoría Política, en la medida en que estas últimas clarifican la lógica detrás del conjunto de influjos dispersivos calificadores del modus operandi del hegemón imperialista, en el sentido de confrontar qualquier pretensión de unipolaridad que pueda ser eventualmente usada para pseudo-legitimar el colonialismo norteamericano, no sólo en el continente europeo, sino también en los países del Medio Oriente. La superación de la posmodernidad presupone inequívocamente la autonomía de Europa y la no injerencia de organizaciones intergubernamentales como la ONU, la Unión Europea y la OTAN en los asuntos internos de los países soberanos.

 

Referencias

 

Dugin, Alexander. A Quarta Teoria Política. 1ªed. Curitiba-PR: Editora Austral, 2012. [Existe edición en español: La Cuarta Teoría Política, Ediciones Nueva República, 2013].

 

Bauman, Zygmunt. Globalização: as consequências humanas. Rio de Janeiro: Jorge Zahar Editor, 1999. [Existe edición en español: La globalización: consecuencias humanas. Fondo de Cultura Económica, 1999].

 

Bauman, Zygmunt. Modernidade Líquida. Rio de Janeiro: Jorge Zahar Editor, 2001. [Existe edición en español: Modernidad líquida, Fondo de Cultura Económica, 2002

 

Ortega y Gasset, José. A Rebelião das Massas. Ed. Ridendo Castigat Moraes (ed. eletrônica)

 

Evola, Julius. Men Among The Ruins: Postwar Reflections of a Radical Traditionalist. Rochester, Vermont: Inner Traditions. [Existe edición en español: Los Hombres y las Ruinas, Ediciones Heracles, 1994].

 

Popper, Karl. A Sociedade Aberta e Seus Inimigos, vol.2. São Paulo: Ed. da Universidade de São Paulo, 1974. [Existe edición en español: La sociedad abierta y sus enemigos, Paidós Ibérica, 2010].

 

O que a guerra na Síria tem a ver com isso? Excepcionalistas X Integracionistas: Confronto do tamanho da Eurásia

 

A Quarta Teoria Política e a “Outra Europa” [“La Cuarta Teoría Política y la otra Europa”]

 

Entrevista com Alain de Benoist – Um Estilo de Vida entre o Presente e o Futuro

 

Thomas Bertonneau – A Crítica de Evola à Modernidade

 

(Traducción Página transversal)

 

Fuentes: The Fourth Political Theory y Legio Victrix.

 

[*] RAE: [acroamático, ca. (Del lat. acroamatĭcus, y este del gr. ἀκροαματικός). 1. adj. Se dice del modo de enseñar por medio de narraciones, explicaciones o discursos. 2. adj. Se dice de la enseñanza así dada.]

 
 

http://www.elespiadigital.com/index.php/tribuna-libre/10971-el-horizonte...