El totalitarismo sanitario: Agamben tiene razón

Es muy interesante ver cómo las democracias occidentales se están convirtiendo rápidamente en sociedades totalitarias cerradas ante la pandemia del covid-19. La vigilancia se ha convertido en un fenómeno universal y se está produciendo un retroceso gigantesco en los derechos y libertades civiles que desaparecen ante una represión cada vez más dura y sistemática.
En Italia se han introducido pasaportes verdes que revelan el perfil sanitario de las personas, proporcionando datos sobre el nombre de las vacunas que una persona ha recibido, la regularidad con la que se reciben, los procesos corporales básicos como la temperatura, el pulso, la presión arterial, etc… Es necesario tener estos pasaportes verdes si se quiere tener acceso a ciertos servicios sociales y derechos políticos. Todo ello ha causado consternación no sólo entre los populistas, los negacionistas y los movimientos anti-vacunas, sino también entre algunos filósofos de izquierda adictos al sistema, como, por ejemplo, Giorgio Agamben y Massimo Cacciari.
Agamben ha dedicado gran parte de sus obras al estudio de la “nuda vida”, especialmente en cómo los sistemas políticos han intervenido dentro de la biología humana e intenta penetrar el cuerpo con tal de controlarlo a nivel bioquímico: la dictadura sanitaria termina por reducir al ser humano a un objeto biológico que solo existe bajo indicadores sanitarios. El totalitarismo absoluto no busca controlar la mente sino el cuerpo de las personas y es por eso que la “nuda vida” nos aplana hasta convertirnos en simples cifras biológicas. Agamben sostiene que todo esto significa la destrucción del ser humano y el triunfo de los sistemas políticos más atroces que podamos imaginar. Es por eso que este filósofo italiano argumenta que el ejemplo por excelencia de la “nuda vida” son los prisioneros que albergaban los campos de concentración nazis, ya que ellos no eran considerados seres humanos. Agamben dice que estos prisioneros se habían hecho conscientes de no ser otra cosa que una “vida desnuda” y que se transformaban en “bio-conciencias” únicamente preocupados por su supervivencia: ya no les importaba el cómo, el por qué o el quién eran, solo importaba sobrevivir.
Lo interesante es que Agamben desarrolló estas ideas criticando las prácticas inhumanas y criminales de la biopolítica nazi y describiendo las estructuras que esta había creado tanto del lado de los verdugos como de las víctimas. Agamben dice que estas prácticas ya no las encontramos en los campos de concentración, sino en las sociedades liberales y democráticas como el gobierno italiano de Draghi que, apoyado por los populistas de izquierda y derecha – es decir, por el Movimiento de las Cinco Estrellas Di Maio y la Liga del Norte de Salvini –, está imponiendo una dictadura biopolítica radical e inhumana.
Y esto no solo está sucediendo en Italia, sino también en otra de las democracias insignias de la Unión Europea: Francia. El gobierno de Macron decidió que la vacunación debía ser obligatoria para una enorme cantidad de profesiones e introdujo un sistema de pases sanitarias. Estos pases, al igual que los pasaportes verdes italianos, contienen datos digitales que revelan los índices bio-sanitarios de las personas. Fuera de contener datos sobre las vacunas del covid-19 y las diversas cepas y variedades que han aparecido, también se revelan otra serie de informaciones sobre la salud de los individuos.
Por lo tanto, el cuerpo es sometido a un sistema de vigilancia, control, conciliación, registro y restricción total que puede llevar a que una persona no pueda abordar un tren porque no tomó un cierto medicamento al despertarse. De esa manera las puertas del metro no se abrirán y quedarás aislado. No se trata de ciencia ficción, como opinan los escépticos, sino de una realidad que pronto será nuestro futuro.
Hasta hace poco Macron les decía a los franceses que no se impondrían pases sanitarios. Sin embargo, ahora su partido y él mismo los han impuesto.

Agamben dice que los controles sanitarios solo están a un paso de la represión política a la hora de controlar la “nuda vida”. Macron prohibió, usando como pretexto la epidemia, toda forma de oposición política en su contra, empezando por el movimiento nacional de los “chalecos amarillos”, el cual había surgido mucho antes de que comenzara la pandemia y que había crecido bastante. El combate contra el coronavirus ha llevado a su prohibición.
Todas las democracias europeas se han dado cuenta de que la dictadura sanitaria y el totalitarismo son formas de gobierno bastante convenientes: si la antigua democracia implicaba debates, discusiones, acuerdos y compromisos, hoy en día todo eso hace cosa del pasado y escuchamos más bien las sirenas de las ambulancias o los policías con máscaras de gas que facilitan las decisiones y la aplicación de la ley. El fascismo sanitario es rentable, barato y eficaz.

La comodidad de las élites tiene como contrapartida la creación de panópticos y campos de concentración por todo el mundo. Ya no solo se invade la vida privada de los individuos, sino también el organismo biológico de los seres humanos. Los sensores atraviesan nuestros cuerpos hasta hacernos transparentes y nos desnudan ante el control electrónico y médico.
De continuar imponiéndose estas tendencias, ya que la pandemia parece que no va a dejarnos pronto, tendremos que elegir entre dos formas distintas de campos de concentración: uno nacional, donde nuestros organismos serán vigilados por el Estado soberano, o uno globalista, que supervisará el funcionamiento de los organismos nacionales. ¿Acaso será posible elegir una opción distinta a la “nuda vida” administrada por fuera de una prisión nacional o mundial? Pienso que no. Tendremos que prepararnos para ello. ¿Qué piensan ustedes?
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera