VESTIGIOS RÚNICOS EN AMÉRICA

EL LEGENDARIO RECUERDO DE LA ATLÁNTIDA Y EL SIMBOLISMO HIPERBÓREO
     Las grandes tradiciones antiguas y una gran diversidad de mitos de diferentes culturas nos hablan de las épocas legendarias en las que existió la civilización de la Atlántida radicada en una isla-continente ubicada en la parte media del denominado Océano Atlántico [1]. Esa isla además colindaba con el occidente de Europa, el Norte de África y la región central del continente americano. Dicha civilización conoció una ciencia y sabiduría muy superiores a la de la actual civilización moderna, principalmente por el hecho de la "procedencia divina" de dichos conocimientos, ya que ellos implicaban el contacto con planos superiores al material y la sincronicidad entre las fuerzas sutiles mágicas del hombre y su entorno natural.
     Varias tradiciones de diferentes continentes nos hablan también de que igualmente la Atlántida era una derivación o irradiación de una precedente isla cercana al extremo polar Norte, la legendaria Thule Hiperbórea, un reino absolutamente primordial que en aquella remota época poseía un clima tropical muy apto para hacer de la isla septentrional un lugar paradisíaco y perfectamente habitable. Ese reino hiperbóreo era a su vez un reflejo o representación de otra Hiperbórea "extraterrestre", un mundo increado que no hace parte del universo material y que era el lugar de procedencia de los señores de Venus, seres que son llamados de esa manera debido a que entraron al universo creado por el "origen" o puerta de Venus. A pesar de la influencia divina sobre la que se fundaba la civilización atlántida, ésta fue destruída hace aproximadamente 12.000 años en una sola noche debido a una catástrofe natural al parecer provocada por una guerra entre dos diferentes facciones que se formaron entre los dioses dirigentes y que también abarcó a las diferentes razas de hombres que seguían sus mandatos [2].
     Aquella civilización que tuvo en los hombres Cromagnon a sus descendientes de tipo heroico semidivino, desarrolló contactos con diferentes centros exteriores a los que mantuvo como aliados estratégicos, bien hayan sido espirituales y guerreros, o bien sencillamente como proveedores de materias primas. Entre éstos se puede contar a la civilización pre-tartesia ubicada en lo que ahora se conoce como Andalucía en el Sur de España, región en la cual los atlantes extraían metales como el cobre y la plata bastante abundantes en sus sierras y ríos. En aquella época antigua atlante y post-atlante buena parte de los habitantes de la península ibérica eran físicamente similares a los actuales alemanes.
     Así mismo diversos investigadores independientes (ignorados convenientemente por los científicos adheridos a la actual Historia oficial materialista-progresista) como Arthur Posnasky calcularon en 17.000 años de antigüedad la construcción del templo de Kalasasaya en la civilización de Tiahuanaco. Por esto mismo hombres como Hermann Wirth, que realizaron proyectos de tipo antropológico y arqueológico (pero ligados a lo esotérico), han sugerido que Tiahuanaco era realmente un centro adyacente y subordinado a la isla Atlántida.
     De esta manera se podría sugerir que en la época anterior a la catástrofe planetaria (conocida como "el diluvio" en los mitos y cosmogonías de diferentes religiones alrededor del mundo) existía un puente metafísico entre la civilización de Tiahuanaco, la Atlántida y el Sur de España que en los milenios posteriores sería el asiento de la civilización de Tartessos. Tras la destrucción de la isla, los hombres cromagnon inmigraron a diferentes partes del planeta conservando sus conocimientos mágicos. Algunos de éstos fueron transferidos a diferentes pueblos y tribus que iban encontrando a su paso, siendo beneficiados principalmente los pueblos indo-europeos caucásicos y sus descendientes, aunque también algunas culturas asiáticas y americanas tuvieron contacto con ellos.
     Entre aquella sabiduría mágica legada por los atlantes se encontraba un conjunto de signos conocido como "lenguaje de los pájaros", el cual también se correspondía con sonidos y posiciones corporales relacionadas a diferentes movimientos que conforman una "danza" similar a la de algunos pájaros. Ese lenguaje poseía un poder mágico y mantenía el recuerdo del origen divino de los descendientes de los mundos increados. Esos signos representan en realidad a fuerzas arquetípicas de la creación que tras de sí o en su esencia más profunda reflejan o aproximan a una fuente infinita superior que se encuentra allende el universo material.
     "Runas" seria el nombre con el que posteriormente se conocería a las derivaciones de esos signos, los cuales han pasado por diferentes ciclos de degradación y renovación y que a veces han servido como testimonio de la existencia o el paso por una región en un determinado momento histórico de un grupo racial influenciado por el recuerdo hiperbóreo, a pesar de que en muchas ocasiones las runas sólo fueron conocidas y utilizadas por pequeños grupos de iniciados y de reyes que buscaban no dejar evidencia escrita de sus códigos rúnicos para que de esa manera su propio pueblo o algún informante de un país enemigo no los conocieran y tergiversaran.
     En Sudamérica el paso de esos pueblos y sus huellas y vestigios rúnicos han sido investigados y descifrados por diferentes escritores, entre los que se destaca en las últimas décadas del siglo XX el antropólogo francés radicado en Argentina Jacques de Mahieu, el cual en sus diferentes libros ha expuesto la evidencia encontrada relativa al paso por este continente de diferentes grupos y élites que han llegado desde otras regiones del planeta en vista de las diferentes necesidades o por propósitos espirituales o estratégicos.
     En el examen de todos esos vestigios, es importante deducir que el simbolismo hiperbóreo es realmente "polar" y no recalcitrantemente "solar" como algunos autores han sugerido (incluyendo tal vez al mismo Mahieu). En un contexto animista, como se verá mas adelante, el extremo exceso de orientación hacia lo solar "exterior" ha podido ser causa o síntoma de una especie de misoginia y auto-repulsión de lo femenino que paradojalmente ha llevado hacia una desviación sexual sodomita, común en las épocas de decadencia de las castas sacerdotales que rinden culto y sacrificios hacia el Sol exterior material, como ha sido relatado en la crónicas referentes a la etapa final del ciclo de las culturas azteca y muisca precolombinas (la civilización egipcia en sus últimas etapas también podría ser un buen ejemplo de esto). El extremo opuesto, la total orientación y disolución en lo lunar telúrico-ctónico puede generar algo de tipo similar aunque aparentemente contradictorio.
     Estas orientaciones se pueden ilustrar tanto en el sacerdote masoquista misógino que se reprime sexualmente como en el liberado pervertido sexual que nunca encuentra un límite a sus prácticas. Por todo eso los griegos, los romanos y los nórdicos con sus grandes mitologías y cosmovisiones antiguas que reflejaban el fuego helado hiperbóreo manejaban un equilibrio entre lo masculino y lo femenino con un panteón conformado por dioses y diosas.
     En los periodos más puros de estas culturas su contacto con lo divino no se dio por medio de un Dios Macho único y solitario, ni tampoco por medio de un exasperado culto matriarcal, bien sea desvirilizante o bien sea totalmente hedonista. Así como los símbolos solares hacían parte de las antiguas civilizaciones heroicas, eran incluídos otros símbolos como la Media Luna, que representaba al alma, las profundidades, el origen, el pasado, lo oculto y lo inconsciente [3]. Por ejemplo, la media luna recostada de la iconografía shivaísta y también la que se encontraba en la parte baja de muchos estandartes de las legiones romanas, representan precisamente a las fuerzas profundas que son dominadas y hechas conscientes, así como al equilibrio que sobrepasa a la Luna llena y al Sol como referentes extremos de la fertilización y proliferación de la especie humana. Esta unión de polaridades no significa una androginia mal entendida a nivel cultural sino la trascendencia de las paradojas cósmicas, una sabiduría referente a las diferentes fuerzas que al atraerse y repelerse mantienen la dinámica del universo creado y manifestado que así mismo copia o refleja al multiverso incognoscible eterno e increado. El lenguaje de los pájaros, las runas, representan a esta sabiduría y los secretos que nos susurran los dioses en nuestra sangre.
INSCRIPCIONES RÚNICAS Y LOS DIFERENTES DESCUBRIMIENTOS DE AMÉRICA
     Son bien conocidas las sagas vikingas (saga de Eric y saga de los Groenlandenses) en las que se relata cómo entre finales del siglo X y comienzos del siglo XI Leif Eriksson, hijo de Eric el Rojo, decide desde su asentamiento en Groenlandia viajar con un grupo de hombres hacia una presunta tierra avistada en el Oeste. En 1960 los investigadores noruegos Helge Ingstad y [su mujer] Anne Stine Ingstad hallaron evidencias arqueológicas de asentamientos vikingos erigidos aproximadamente en el año 1000 sobre la costa Este de la actual Canadá. De todo eso se ha deducido que Eriksson llegó a lo que hoy es conocido como Tierra de Baffin al Norte de Canadá y a la cual bautizó como Helluland; también llegó a la región de Labrador, que llamó Markland, y a Terranova, a la que denominó como Vindland. Esas tierras se convertirían en sitio de albergue durante los duros inviernos, y además los grupos vikingos tuvieron que lidiar con diferentes encontronazos violentos con las tribus indígenas ya establecidas allí. A pesar de que salieron triunfantes de esas riñas, decidieron partir a otras regiones debido a la constante hostilidad que les era mostrada por los nativos. También los investigadores han sugerido posibles rastros vikingos en las provincias de New Brunswick y Nueva Escocia, prácticamente en la actual frontera con Estados Unidos [4]. 
La escritora canadiense Lucie Defresne sugiere en su libro "Quetzalcóatl, el Hombre Huracán" que Ce-Ácatl, el legendario gobernante de la ciudad de Tula en la cultura tolteca mejicana, era en realidad un vikingo que naufragó en las costas de Veracruz en el siglo XI (posiblemente después de las travesías de su pueblo por la costa Este de Canadá), debido a que las crónicas vikingas hablan de que sus viajes llegaron a tierras donde no encontraron animales para cazar, coincidiendo eso con las características de las islas del Caribe.
     Jacques de Mahieu en sus libros "El Gran Viaje del Dios Sol. Los Vikingos en Méjico y Perú", "El Rey Vikingo de Paraguay" y "La Geografía Secreta de América antes de Colón" expone hallazgos de inscripciones rúnicas en la ciudad de Tacuatí y los cerros de Guazú y Corá en medio de la selva paraguaya, además de señalar ilustraciones que simulan a animales típicos del Norte de Europa. El escritor francés radicado en Argentina señala que un vikingo de nombre Ullman descendió desde la tierra de los aztecas hacia el Sur del continente donde estableció un reino en Tiahuanaco. Esos reinados vikingos serían señalados en las leyendas referentes a Viracocha como un hombre blanco y rubio, y en los rasgos lingüísticos similares a los nórdicos de las lenguas quechua y aymará, donde la palabra Viracocha tendría sus raíces en Wirth-Goth, Blanco-Dios.
     Al finalizar el ciclo de la civilización de Tiahuanaco su élite dirigente, conformada en su mayoría por un grupo racial endogámico vikingo, se trasladaría hacia el Noroeste fundando el Imperio inca que dominaría la región por más de 200 años. La misma palabra "inca" o "inga" tendría su raíz en la palabra ING (descendiente), que asimismo está relacionada a la runa 22 del Antiguo Futhark. De igual manera, en las últimas décadas se han hecho excavaciones en la región de Paracas en Perú, cerca de la ciudad de Cuzco, donde se han encontrado momias de pelo rubio, causando esos hallazgos indiferencia o estupor entre la comunidad científica actual.
     Mahieu también reseña las asombrosas coincidencias entre el Zodiaco inca con el europeo, las armas y uniformes guerreros normandos con los de los aztecas, y la conformación socio-económica entre las monarquías y ordenes militares de Méjico y Perú con las propias del Medioevo Europeo.
     En 1978 Mahieu publicó el libro "Drakkares en el Amazonas. Los Vikingos en Brasil", en el cual expone que en el actual Estado brasileño de Paría al Sur del Amazonas el asentamiento de Siete Ciudades sirvió como lugar sagrado para los vikingos. Además lo compara con los Extersteine del Teutoburg en Sajonia por sus piedras e inscripciones rúnicas y grafías de drakkares. La boca del río Amazonas funcionaba como comienzo de una ruta marítima en la que se desenvolvían los "daneses" de Tiahuanaco. Y en el interior de la selva amazónica y de las Guyanas se encuentran tribus de indios blancos, posibles descendientes de hombres nórdicos (similares a los guayakis y comechingones en Paraguay y en el Norte de Argentina) que además tienen en sus nombres y escrituras similitudes con lenguajes escandinavos e ideografías rúnicas.
     Por si todo eso fuera poco, también en la isla de Cuba personas que nada tienen que ver con Mahieu han realizado investigaciones arqueológicas que sugieren la presencia de los vikingos al Norte de la provincia de Matanzas y al Sur de la provincia de Cienfuegos.
     En toda esta travesía vikinga es importante señalar una radical diferencia respecto a la colonización judeo-cristiana comenzada por el supuesto "descubrimiento" de Cristóbal Colón: si bien un grupo de vikingos combatió y dominó a diferentes tribus indígenas hostiles que iban encontrando a su camino, en ningún caso eso significó el extermino de su raza o la eliminación total de su cultura, religión y costumbres por el cambio hacia una nueva religión absolutista generada por una evangelización. La élite vikinga instruyó a los diferentes pueblos americanos e incluso sus diferentes dioses y mitos paganos se amoldaron entre sí (ya se mencionaba a la ciudad tolteca de Tula en la que se ve una clara referencia a la mítica Thule nórdica hiperbórea). Lo mismo ocurriría con la lengua rúnica, aunque es muy probable que solamente una élite la mantuviera en estado puro y sin sincretismos ni derivaciones.
     Aparte de las esvásticas encontradas en artefactos de poblaciones indígenas norteamericanas, en Estados Unidos se han hallado también varias piedras con inscripciones rúnicas cuyo origen se desconoce o cuya autenticidad se pone en duda por parte de la comunidad científica. Entre éstas cabe destacar a las de Kensington (Alexandria, Minnesota), Heavener (Oklahoma), Shawnee (Oklahoma), Vérendrye y Minot, Dakota del Norte), Spirit Pond (Phippsburg, Maine) y las denominadas "piedras de Leif Eriksson" halladas en una pequeña isla en la costa de Massachusetts.
     El hallazgo de inscripciones rúnicas en un tablón de piedra en Kensington se ha visto envuelto en una gran polémica ya que varios investigadores y arqueólogos la consideran un fraude realizado durante el siglo XIX, mientras que otros le atribuyen haber sido inscrita en el siglo XIV por individuos de pueblos escandinavos. La inscripción fue encontrada en el pueblo rural de Solem (Douglas County, Minnesota) en el año de 1898 por el granjero sueco-estadounidense Olof Öhman. La piedra estaba ubicada cara abajo en la cima de una loma en medio de un pantano y además estaba rodeada por las raíces de un álamo. Una copia de la inscripción terminaría siendo enviada a la Universidad de Minnesota donde el profesor de lenguas escandinavas Olaus J. Breda le prestó muy poca atención. Aún así le hizo una traducción y después de declararla como una falsedad la envió a otros lingüistas en Escandinavia. Simultáneamente la inscripción original fue enviada a la Northwestern University en Chicago donde después de ser despreciada por la comunidad académica fue devuelta al granjero Olof de quien se dice que la colocó cara abajo cerca de la puerta de su granero.
     En 1907 el investigador Hjalmar Holland, graduado de la Universidad de Winsconsin, localizó y compró la inscripción al granjero renovando el interés por ésta, hecho que fue reflejado en diferentes artículos publicados en los círculos académicos alrededor del año 1910. Holland viajó a Europa y durante los siguientes 40 años luchó porque la comunidad académica le prestara atención y validara la autenticidad de la inscripción, pero a pesar de que en 1949 fue brevemente expuesta en la Smithsonian Institution, la mayoría de los lingüistas suecos y escandinavos rechazaron rápidamente la idea de concederle validez histórica. Actualmente la inscripción se encuentra en un museo en Alexandria, Minnesota.
     Cambiando de lugar y época, se debe hacer referencia al obispo islandés Gisli Oddson, que intentó en 1637 recopilar la historia de las colonias árticas vikingas. Según esos registros, en 1342 los groenlandeses empezaron a "desertar" de la religión cristiana, y muchos de ellos migraron hacia América. Así mismo según otros registros históricos en 1354 Magnus Eriksson, rey de Suecia y Noruega, escribió una carta a un oficial llamado Paul Knutson, el cual dirigía una expedición a Groenlandia, para que investigara los rumores referentes a la deserción del cristianismo. Por otro lado, un escritor llamado Jacob Cnoyen relataba que en 1364 ocho hombres retornaron a Noruega desde las regiones árticas, y uno de ellos era un obispo llamado Ivar Bardarsson, que proporcionó al rey abundante y novedosa información geográfica.
     Esos documentos republicados y recopilados por investigadores escandinavos en el siglo XIX han servido como evidencia para aquellos que estiman al siglo XIV como época de origen de la piedra rúnica de Kensington, dando a entender que Knutson logró viajar a América en busca de los groenlandenses "rebeldes", y tras un largo período de travesía que pudo terminar en Minnesota regresó solamente con ocho hombres a su Noruega natal.
     En los años '80 el profesor de lengua italiana Robert Hall y el ingeniero y lingüista amateur de Texas Richard Nielsen contradijeron las críticas hechas a la inscripción declarando que las runas extrañas (al parecer derivadas de las runas medievales) y las anormalidades lingüísticas atribuídas a la piedra de Kensington son también fáciles de encontrar en muchas inscripciones rúnicas europeas de la Edad Media, las cuales sí se han aceptado "oficialmente" como válidas por los círculos académicos. Análisis geoquimicos han sugerido que la inscripción fue enterrada en un periodo anterior a la "documentada" primera llegada de colonizadores europeos al continente en el año 1492.
     El geólogo Scott Wolter ha dado pruebas de la autenticidad de la inscripción al encontrar una degradación de los cristales de la piedra que como mínimo debió llevar 200 años (lo que eliminaría la supuesta teoría de que el granjero Olof escribió él mismo la inscripción a finales del siglo XIX), y también ha hecho referencia a la coincidencia de que los puntos cincelados en medio de las runas R de la piedra de Kensington fueron solamente una práctica común en la escritura rúnica en las tumbas de las iglesias de la isla de Gotland en Suecia durante el siglo XIV.
     Según las investigaciones, la traducción aproximada de la inscripción sería la siguiente:
     «Ocho godos [Geats/Goths] y veintidós noruegos [Norwegians/Northmen] en una expedición de búsqueda/descubrimiento desde el Oeste de Vinland. Tenemos tiendas con dos albergues, a un día de viaje al Norte desde esta piedra. Estábamos pescando un día y después de volver a casa encontramos a diez hombres cubiertos de sangre y muertos. AVM [¿Ave Maria?] sálvanos de los malvados».
    

El Ave María en abreviación latina es totalmente factible, debido a que en el siglo XIV ya todos los reinos escandinavos estaban cristianizados desde hacia bastante tiempo, y además, como se refirió en la primera parte de este libro, en aquella época era de uso común escribir con signos rúnicos palabras o frases propias del idioma latín. En la parte lateral de la piedra se encuentra otra inscripción más corta:
     «Tenemos diez hombres en el mar para cuidar nuestro barco, a catorce días de viaje desde esta isla. Año 1362».
    

La arqueóloga Alice Beck Kehoe en el año 2005 ha hecho alusión a los posibles y legendarios contactos entre los indígenas norteamericanos con inmigrantes de otros continentes en fechas bien anteriores al siglo XIV. Por ejemplo, en la parte alta del río Missouri se han encontrado indios con pelo rubio entre la comunidad Mandan. Se han encontrado también evidencias de una epidemia de tuberculosis acaecida alrededor del año 1000, y por último se refiere la leyenda de los Hochunk acerca del héroe ancestral Cuerno Rojo, que se enfrentó con gigantes de pelo rojo [5].
     Otra piedra con inscripciones rúnicas conocida es la de Heavener, que se halla sobre la montaña Poteau, en los límites del pueblo del mismo nombre. Las tradiciones locales la atribuyen a hombres nórdicos que llegaron al continente por el golfo de Méjico para navegar por el río Mississippi, el río Arkansas y finalmente el río Poteau. Otros investigadores sencillamente la consideran una inscripción hecha en el siglo XIX o XX por alguna persona local, debido a que los ocho caracteres que forman la palabra Gnomedal (probablemente "Valle del gnomo") combinan signos del Futhark antiguo con el Futhark gótico, ambos ya casi no usados en el siglo X cuando los vikingos arribaron a Canadá desde Groenlandia. El criptógrafo de las fuerzas armadas estadounidenses Alf Monge teorizó que la inscripción era un criptograma que significaba "Noviembre 11, 1012", mientras que un ingeniero llamado Richard Nielsen indicó en 1986 que el verdadero significado de los símbolos es "Glome dal" (valley of glome, el valle tenebroso) [6].
     A diez millas al Noroeste del monte Poteau en 1967 se encontró otra inscripción rúnica de siete caracteres muy similares al de la piedra de Heavener. La transliteración indicaría la palabra "GLOIALLW", aunque otras posibilidades se han sugerido según los diferentes Futharks con que se aborde la traducción. Alf Monge también teorizó sobre esa inscripción y otras encontradas en Noruega al relacionarlas como códigos que indican fechas de fiestas religiosas. Según él, en esa segunda piedra de Poteau se encontraría encriptada la fecha "Noviembre 12, 1017".
     Por otra parte, en Shawnee (Oklahoma), a una milla del río North Canadian, en 1969 Jim Step acompañado de su hijo encontró cerca de un arroyo una piedra oval de 35 cms. enterrada levemente en el suelo. Cuando la piedra fue retirada vieron una inscripción de cinco letras en el lado contrario de ésta. Los cinco signos descifrados según el Futhark antiguo corresponderían a la palabra "MEDOK", la cual podría hacer referencia a Madoc, un príncipe del país de Gales que según una leyenda vino a América en el año 1170 y regresó después a su patria por medio de diez embarcaciones de colonizadores a los que enseño el río Mississippi. De todas maneras se ha dudado de la veracidad de esa inscripción debido a que en el país de Gales no fueron usadas las runas del Futhark Antiguo. Alf Monge también tomó esa inscripción como un criptograma y lo descifró como la fecha "Noviembre 24, 1024".
     En 1749 el explorador franco-canadiense Pierre Gaultier de Varennes de la Vérendrye discutió con el científico sueco Pehr Kalm respecto a una inscripción rúnica que halló en un viaje suyo al Oeste de los grandes lagos en 1730. Esa inscripción denominada como Piedra de Vérendrye fue enviada a Quebec, donde sacerdotes jesuítas la guardaron después de afirmar que contenía una escritura "tártara". Tiempo después la inscripción fue enviada a la Secretaría de Estado francesa desde donde se cree que fue enviada y guardada en la catedral de Rouen junto a otros extraños artefactos arqueológicos. Al parecer el edificio donde estaba guardada la piedra rúnica fue incendiado debido a explosiones producidas durante la Segunda Guerra Mundial y no se ha vuelto a saber nada más sobre el artefacto. Hjalmar Holland asegura que la piedra rúnica de Vérendrye fue inscrita por inmigrantes nórdicos relacionados también a la ya mencionada piedra de Kensington, y la descripción del lenguaje usado como "tártaro" tiene sentido ya que éste desciende del húngaro antiguo y del orkhon, los cuales poseen estructuras lingüísticas similares a los de los idiomas nórdicos antiguos.
     También en 1971 se hallaron tres inscripciones rúnicas en Spirit Pond (Phippsburg). Una de ellas contiene 15 líneas de texto y otra contiene un mapa del paisaje, aparte de otros signos rúnicos. En esas inscripciones se encuentra el número 1011 escrito con numeraciones "pentádicas" rúnicas similares a las que propuso en 1885 el sastre Edward Larsson para reemplazar a la numeración arábica, aunque se ha especulado con que esa numeración existía desde muchos siglos antes y se mantuvo como un secreto entre los miembros del gremio de Larsson
     Eso ha llevado a creer a la mayoría de académicos que las inscripciones de Spirit Pond son un fraude realizado a finales del siglo XIX o en siglo XX. De todas maneras, el ya mencionado Richard Nielsen precisa la fecha de la inscripción en 1401, y otros investigadores que apoyan la idea de las constantes migraciones vikingas en Norteamérica antes de Colón han supuesto al siglo XIV como la época en que las inscripciones fueron realizadas.

     Finalmente, en el ámbito de las inscripciones rúnicas halladas en Estados Unidos se debe mencionar a la isla denominada "Nomans Land" o "No man's island", la cual está situada cerca de las costas de Massachussets a unos cinco kilómetros de la isla Martha's Vineyard. Su nombre deriva del hecho de que esa isla se encuentra cerrada al público debido a que ha sido usada por las fuerzas militares para probar bombas desde el año 1943. En la década de los años '20 la isla era propiedad de un señor llamado Joshua Crane, el cual aseguró haber visto sobre la costa en un atardecer de 1926 una roca negra con indescifrables signos para él. Un año más tarde un capitán de apellido Wood, que era simultáneamente habitante y vigilante de la isla, tropezó también con la extraña roca. También en 1927 Edward F. Gray tomó varias fotografías a la roca [7].
     Gray no conocía el lenguaje rúnico pero posteriores esfuerzos hechos por otros investigadores para descifrar las inscripciones dan a entender que en las dos primeras líneas de la roca se pueden leer las palabras "Leif Eriksson, 1001". Además el texto contiene otras líneas inferiores que poseen caracteres difícilmente descifrables o que tal vez han sido diluídos o borrados por la erosión durante varios siglos, aunque se ha sugerido que es posible que en una de esas líneas inferiores se pueda leer la palabra "Vinland". A pesar de todo, el hecho de que en esa inscripción se combinen caracteres rúnicos con números romanos (los cuales sólo se usaron en Escandinavia desde el siglo XIV) ha dado pie a muchas dudas en torno a su autenticidad, pero igual no sobra volver a hacer referencia al hecho de que durante la Edad Media era común escribir palabras del latín con signos rúnicos, por lo que una eventual combinación de éstos con números romanos no seria del todo descabellada.
     Regresando de nuevo al ámbito de Sudamérica, otro referente interesante lo tenemos en el misterioso libro llamado la "Crónica de Akakor", escrito por el historiador alemán Karl Brugger, que al realizar un trabajo periodístico en Manaus (Brasil) el año 1972 conoció al hijo de un caudillo indio llamado Tatunca Nara. El indígena le contaría y daría evidencias de la historia milenaria de su raza, los Ugha Mongulala, por lo que posteriormente dicho relato sería publicado editorialmente por Brugger. En ese libro se hace referencia a la llegada de los godos al continente sudamericano después de que Teja, el último rey godo, fuera derrotado por Narsés, general del Imperio Romano de Oriente en la batalla del monte Vesubio (año 552 d.C.). Después de navegar durante varios años, los godos sobrevivientes llegaron en el año 570 al continente americano y se internaron en las regiones aledañas a la capital del Imperio de los Ugha Mongulala, ciudad ubicada en los valles montañosos en la frontera entre Brasil y Perú. Durante varios siglos los godos convivieron pacíficamente con los Mongulala y los dos clanes dirigieron conjuntamente su civilización. Los godos incluso trajeron varias innovaciones a su Imperio, entre las que se contaban nuevas semillas y formas de cultivo, arados tirados por animales y la forma para desarrollar mejores telares.
     Pero el aporte más importante realizado por los godos fue el del secreto de la producción del hierro acondicionando unos hornos de piedra. Utilizando ese metal los artesanos americanos aprovisionaron de nuevas armas a los ejércitos de los Mongulala y de esa manera el Imperio volvió a tener control sobre su extensa área y reconquistó los territorios usurpados por tribus hostiles o rebeldes.
     En el año 645 la mayor parte de los godos junto a un importante grupo de guerreros Mongulala partieron a una gigantesca campaña contra una nación de la actual Norteamérica, la cual, según los sacerdotes de Akakor, podría representar una amenaza y peligro para su Imperio. Pero al parecer la guerra devino en catástrofe y la mayoría de los contingentes enviados no regresaron y los sobrevivientes se mezclaron con ese otro pueblo extraño.
     Mas de 1.000 guerreros godos habían llegado a Akakor en los barcos con cabeza de dragón construídos por ellos. Los indígenas al verlos los tomaron como parientes enviados por los dioses antiguos que según sus crónicas eran de piel blanca y de pobladas barbas. Aquellos dioses además habían instruído y convivido con sus muy lejanos antepasados, pero debido a una catástrofe planetaria (concordante con el hundimiento de la Atlántida) en el año 10.481 a.C. abandonaron la superficie del planeta para irse a sus 13 ciudades subterráneas ocultas bajo las montañas de los Andes.
     Situación similar ocurrió en todo el continente americano cuando los diferentes Imperios sobrevivientes recibieron las noticias del arribo por mar de "otros hombres blancos barbados" entre el final del siglo XV y comienzos del XVI. Es fácil entender por qué el Emperador azteca Moctezuma II haya tomado la llegada de Hernán Cortés a Tenochtitlán en el año 1519 como el regreso de los parientes de los Dioses Blancos al considerar a los conquistadores españoles como descendientes del legendario Quetzacóatl-Kukulkán, pero lamentablemente bajo el símbolo judeo-cristiano las intenciones de esos nuevos inmigrantes serian muy diferentes a las de sus antecesores, como comprobarían dolorosamente los mismos aztecas e incas durantes las siguientes décadas.
     Igualmente también se ha especulado con diferentes expediciones hacia América realizadas por druidas y misioneros cristianos irlandeses ocurridas desde el siglo VIII y IX. El mismo Rudolf John Gorsleben en su libro Die Hoch-zeit der Menschheit (El Cenit de la Humanidad) habla de la posibilidad de que éstos fundaran una colonia en lo que actualmente es el Estado de Florida en Estados Unidos. Según él, a esa colonia la denominaron como Huitrammannaland (= Tierra de Blancos).
     Aparte de Mahieu, quien ha señalado el aprovisionamiento de plata que en el siglo XII y XIII los caballeros templarios realizaron desde América hacia Europa y gracias al cual se construyeron 150 iglesias góticas, diferentes investigadores también han sugerido el arribo de individuos de esa orden de caballería siglos antes de la llegada de Colón. Un grupo de investigadores argentinos encontraron en la ciudad de San Antonio Oeste (provincia de Río Negro) un tótem y un bloque de piedra tallados con cruces y diferentes símbolos templarios como el árbol de la vida, los cuales se dice que podrían tener 700 años de antigüedad. Según el ingeniero Fernando Fluguerto Martí, director de esa investigación, los objetos fueron hallados en las proximidades de una meseta [Somuncura] conocida como "El Fuerte [Templario]", cerca del golfo de San Matías, y en la cual es factible que caballeros templarios se hubieran atrincherado durante varios siglos. Varias cartas geográficas inglesas y francesas hechas hasta el siglo XIX incluían el señalamiento de ese lugar, no ocurriendo lo mismo con las cartas españolas, debido seguramente al veto de la Iglesia católica respecto a todo lo referente con la orden del Temple.
     Fluguerto también indica que tras la orden de extinción de la orden propiciada por el rey Felipe IV de Francia y el Papa Clemente V a comienzos del siglo XIV, los templarios sobrevivientes usaron buena parte de su abundante flota para partir desde el puerto de La Rochelle en Francia hasta las tierras del Oeste, llegando a la región patagónica donde fundarían tres aldeas fortificadas: la ya referida en el Golfo de San Matías, otra en la costa de la provincia de Chubut, y la última cercana a la costa de la región de Osorno en Chile. Igualmente a esas tres localidades se las relacionó con la mítica "Ciudad de los Césares" que describían las leyendas indígenas locales y que los españoles buscaron ansiosamente, aunque al parecer fueron abandonadas u ocultadas en el momento de su llegada.
     Por otra parte, las leyendas de los viajes egipcios a la tierra de Punt y las de las flotas del rey Salomón hacia el país de Ofir parecerían tener una inspiración real e histórica en las flotas construídas y en los expediciones encargadas por diferentes reyes de Medio Oriente a los navegantes fenicios, los cuales, asentados en el actual Líbano y partiendo desde el Golfo Pérsico o el Mar Rojo, realizarían largos viajes de ultramar a través del Océano Índico, el Mediterráneo y el Océano Atlántico. Escritores como Dick Edgar Ibarra Grasso han identificado dos naves fenicias en las inscripciones de las estelas del templo de Sechim en la costa peruana, cuyas ruinas han sido calculadas en 3.000 años de antigüedad. También ha comparado a las naves dibujadas en la alfarería mochica del Norte del Perú con los barcos comerciales fenicios del comercio mediterráneo oriental en el siglo III a.C. [8]. Bernardo Silva Ramos ha recorrido la selva amazónica brasileña encontrando aproximadamente 2.800 inscripciones rupestres de las que buena parte él mismo ha calificado como reminiscientes de la escritura y pictografía fenicia [9].
     Finalmente, también se debe hacer referencia a lo hablado y escrito en las últimas décadas en cuanto a la posibilidad de que los chinos hayan estado en América antes que Colón. Se ha hecho especial mención del almirante Zheng He y sus expediciones por todo el mundo entre los años 1405 y 1432. El escritor y ex comandante de la marina británica Gavin Menzies da cuenta de esto al sugerir el año de 1421 como fecha de llegada de la tripulación de He al continente americano, y además deduce que los mapas mundiales hechos por los chinos hayan sido los referentes de posteriores expediciones europeas como las del mismo Cristóbal colón, Fernando de Magallanes, Vasco da Gama y James Cook [11].
     El coleccionista chino Liu Gang reivindicó esa posibilidad al presentar públicamente un mapa mundial de 1763 que era a su vez una copia de uno realizado en 1418 y el cual se lo compró a otro coleccionista de Shangai en el año 2001. También el famoso mapa de 1513 poseído por el explorador turco Piri Reís ha generado un montón de cuestionamientos a la comunidad científica actual debido a que en aquél se muestra perfectamente delineada a la región de la Antártica, la cual se presumía que sólo había sido totalmente cartografiada por los europeos el siglo XIX. Se pueden enumerar y resumir a grandes rasgos los diferentes grupos que llegaron al continente americano antes que Colón:
—En los mitos hiperbóreos se hace referencia al paso de un grupo de hombres Cromagnón tras la destrucción de la Atlántida. Ellos serían los encargados de realizar y dirigir las gigantescas construcciones de piedra en el contiente. Tras cumplir con su misión, desaparecen misteriosamente.
—En el siglo XI a.C. remanentes de troyanos escaparon a su destrucción. Según Jacques de Mahieu, se han encontrado vestigios de que se establecieron en la región central de Sudamérica, e incluso sugiere que los indios guayakis paraguayos son sus actuales mestizos y muy lejanos descendientes.
—Durante el primer milenio a.C. los fenicios realizaron diferentes excursiones hacia el continente americano, algunas veces bajo su propia dirección e iniciativa, y en otras oportunidades bajo el encargo y dirección de faraones egipcios, reyes hebreos y reyes persas. (Desde el siglo VI a.C. Fenicia fue incorporada al creciente Imperio persa por el rey Ciro).
—Según la Crónica de Akakor, en el siglo V d.C. un grupo perteneciente a los godos se internó en Sudamérica y conviviría durante dos siglos con los indios de esa ciudad asentada en las profundidades de la selva amazónica.
—Desde los siglos VIII y IX d.C. grupos de druidas y celtas irlandeses posiblemente fundaron pequeñas comunidades en Centroamérica, Florida y algunas partes del Brasil y Sudamérica.
—En el siglo X d.C. grupos de vikingos cruzan todo el continente desde el Noroeste de Canadá pasando por Centroamérica hasta radicarse definitivamente en el siglo XI como casta co-dirigente de la civilización de Tiahuanaco, seguramente recordando o replanteando aquella conexión de la antigua Tiahuanaco con la legendaria Atlántida. Tras el agotamiento del ciclo de aquella civilización, algunos descendientes de su casta Real se dirigen hacia el Norte donde fundan en el siglo XIII el Imperio inca.
—En los siglos XII y XIII llegan contingentes de Caballeros Templarios desde el puerto de La Rochele en Francia, los cuales en primera instancia mantuvieron con América un aprovisionamiento de plata, la cual seria introducida y comercializada en Europa, y en segunda instancia, desarrollaron una ruta de escape hacia América debido a la persecución a la que fueron sometidos por parte de la Iglesia católica a comienzos del siglo XIV. Así mismo una orden de caballería en Portugal, depositaria de descendientes y secretos templarios, sirvió como punto de apoyo a Cristóbal Colón para sus empresas marítimas del "descubrimiento" de América, ya que dicha orden le proporcionó los mapas ya realizados por los navegantes templarios que circundaron el continente americano en siglos anteriores.
     En realidad aquella guerra de la Atlántida no habría finalizado totalmente, por lo que al revisar la Historia o por el menos el "revisionismo" histórico propuesto, se debe intuír a qué facción de los dioses podrían pertenecer o seguir los diferentes grupos o pueblos que han llegado al continente americano, si éstos desarrollaban una estrategia sacerdotal evangelizadora y/o comercial o, por el contrario, una estrategia regida por valores como el honor y valor guerreros y que también implicaba la instrucción e intercambio de sabiduría.
     De esta manera se deduce que en la primera estrategia cabrían los grupos de fenicios, druidas y templarios llegados al continente, sin olvidar obviamente el "descubrimiento" realizado por Colón y la llegada de los conquistadores católicos. En la segunda estrategia estarían los cromañones, troyanos, godos y vikingos, cuyas pequeñas élites endogámicas no sólo co-dirigieron a las civilizaciones americanas sino que les entregaron los secretos de las tácticas de guerra, las técnicas de la agricultura y las construcciones de piedra.
     Realmente parecería que entre unos y otros grupos se persiguieron sus huellas en los diferentes momentos e instancias en que arribaban al continente americano, tal vez apropiándose o distorsionando las evidencias, vestigios y leyendas que dejaron entre los grupos indígenas nativos. Sin embargo, es totalmente claro que la sabiduría rúnica perteneció y fue difundida principalmente por los grupos participantes de la estrategia guerrera y agrícola.
     La sabiduría rúnica primordial proviene de la Atlántida en cuanto a ser un verdadero conocimiento trascendente, más allá de ser visto como una forma o disfraz representado en algún simple y profano "alfabeto". Desde la Edad de Bronce se logró mantener hasta cierto nivel la pureza y esplendor de aquella sabiduría por parte de las élites de iniciados en diferentes culturas como las de los iberos, tartesios, celtas, micénicos, aqueos, troyanos, pelasgos, etruscos, dorios, jonios y romanos. Pero a pesar de la posterior disolución y decadencia de aquellas culturas, las runas sí serían conservadas y revitalizadas totalmente por las razas germánica, goda, sajona y vikinga, y así mismo parte de los símbolos rúnicos fue preservada por las castas superiores de varias civilizaciones mesoamericanas y asiáticas.
 
BOCHICA, VIRACOCHA Y QUETZALCÓATL
     Aparte del nebuloso terreno de la Historia y la arqueología, tenemos otra fuente que nos atestigua la llegada al continente de los Dioses Blancos en los diferentes mitos y cosmogonías de los pueblos llamados "indígenas" en todo el continente. Ya son conocidas las historias sobre Quetzacóatl en los aztecas, Kukulkán en los mayas, y Viracocha en Tiahuanaco y en los incas.
     De Viracocha se dice que fue el fundador de la civilización inca y que subía desde las profundidades del lago Titicaca para producir la luz en épocas de oscuridad. Era un dios de las tormentas y el rayo y se le representaba con una corona que simbolizaba al Sol, y también a sus ojos se los podía mostrar con lágrimas que representaban la lluvia. Se dice también que Viracocha desapareció a través del Océano Pacífico para volver en la época de la gran crisis.
     Es importante ver un aspecto que a veces se le atribuye a Viracocha y es el de haber creado varias veces el mundo, y debido a las imperfecciones de éste decidió destruírlo con agua para volver a construírlo. Por lo tanto acá veríamos una transpolación con el demiurgo creador del mundo material del que nos hablan los gnósticos.
     También es factible el hecho de que en las civilizaciones precolombinas se acentuara la lucha entre los dioses, o mejor dicho el fraccionamiento de los "dioses blancos" en dos bandos. De hecho en la Crónica de Akakor se indica que Viracocha fue en realidad un guía traidor de la civilización Ugha Mongulala (los únicos indios originalmente blancos en el continente) y que se rebeló y apartó de ellos para fundar la civilización inca.
     El historiador italiano Luigi Guarnieri Calò en una conferencia basada en las primeras crónicas de Indias hace referencia al hecho de que se encontraron por parte de los conquistadores españoles elementos y cultos nativos con muchas similitudes respecto al de los predicadores cristianos. Así mismo Caló recordó al dios Viracocha como el creador salido de las aguas del Titicaca que dictó las normas para los hombres y predicó la caridad y el amor [12].
     En el segundo Concilio de Lima terminado en 1568 se determinó no eliminar la teoría de la evangelización pre-hispánica de los indios debido a que éstos mostraron una muy buena disposición hacia la Iglesia católica, situación que fue confirmada en 1638 por los comentarios del agustino Antonio de la Calancha residente en Perú en aquella época.
     A este dios o guía evangelizador también se le llamó Pachayachachic Viracocha, término que significa Creador de Todas las Cosas, Se dice que después de crear un mundo de oscuridad formó también una raza de gigantes que no le obedecieron ni respetaron. Después de hundirlos con un diluvio (¿diluvio universal?, ¿hundimiento de la Atlántida?), Viracocha creó a los hombres a imagen y semejanza suya, e iluminó al mundo con el Sol, la Luna y las estrellas. Creó también plantas y animales para finalmente ordenar a los hombres que lo sirvieran con ofrendas, y si eso no era respetado los hombres sufrirían las consecuencias.
     Cuando el precepto se rompió, Viracocha se enfureció y maldijo a los hombres. A unos los convirtió en piedra y generó además una inundación llamada Pachacuti, término que significa "Agua que se vuelca sobre la tierra" (¿otra referencia a un diluvio universal?). Llovió durante 60 días y noches y sólo quedaron los vestigios de algunos hombres convertidos en piedras, siendo representado esto por los restos de Pucará a 60 leguas del Cuzco. Viracocha fue enviado como representante del dios y trató de instruír a los hombres, pero al burlarse éstos de su túnica andrajosa, decidió mostrar su furia y castigarlos enviándoles fuego volcánico o convirtiéndolos en piedra. Viracocha creó la ciudad de Cuzco para que fuera ocupada por los Incas orejones dirigidos por Manco Capac y Mama Ocllo.
     En otro contexto se desarrolló la ciudad de Teotihuacán, en donde entre los siglos III y VIII d.C se desarrolló el simbolismo respecto a Quetzalcóatl como dios de la vegetación, posiblemente relacionado también con Tláloc, dios de la lluvia. Sin embargo es con los toltecas (siglos IX a XII d.C.) que se encuentra un claro rastro hiperbóreo en el mito del dios Quetzalcóatl, ya que se lo relacionó a Venus, la denominada Estrella Matutina y Vespertina. Además Quetzalcóatl y Venus eran invocados principalmente en la ciudad de Tula (clara referencia a la Thule hiperbórea, isla-continente polar primigenia habitada por dioses). Pero los aztecas en una época posterior modificaron el simbolismo del dios al relacionarlo como patrón de los sacerdotes y protector de los artesanos.
     Es interesante también otro de los mitos toltecas referentes al nacimiento del dios Quetzalcóatl: se dice que al nacer se le colocó el nombre de Topiltzin (Nuestro Príncipe) y que su madre Chimalman (Escudo Recostado) lo concibió porque se tragó una "piedra verde", clara referencia al Graal o piedra de Venus de los hiperbóreos.

     En otra versión del mito se dice que la madre de Quetzalcóatl murió al parir y que fue criado por sus abuelos. Después de un tiempo decidió ir donde su padre Camaxtli, pero sufrió la envidia de sus hermanos los cuales lo intentaron matar quemándolo atado a una roca, pero él escapó por un agujero de la piedra. Los hermanos incluso después de matar a su padre trataron otra vez de asesinar a Quetzalcóatl al hacerle creer que su padre se había transformado en una roca y debía hacerle ofrendas de animales salvajes como águilas o leones los cuales debía cazar arriesgando su vida. Finalmente Quetzalcóatl se subió a un árbol (también se dice que a la roca) y con flechas mató a todos sus hermanos para después quedarse unos días en un pueblo llamado Tollantzinco y partir hacia Tollan (otra referencia a la Thule hiperbórea).También se dice en otra versión que los padres de Quetzalcóatl fueron el gran guerrero Mixcóatl y la mujer Chimalman. Después del parto la mujer sufrió una gran aflicción durante cuatro días hasta finalmente morir. Quetzalcóatl seria criado por la diosa Cihuacóatl-Quilazti hasta convertirse en un gran guerrero.
     Desde el siglo X d.C. los toltecas incluyeron el mito de Tezcatlipoca (señor del Espejo Humeante, juez de los pecadores y humillador de los orgullosos), de quien se dice que fue el corruptor de Quetzalcóatl al adentrarlo en los vicios de la embriaguez y el hedonismo. A Tezcatlipoca también se lo relacionaba con la guerra, la muerte, los vientos nocturnos y la oscuridad, además de ser visto como el adversario de Quetzalcóatl. Así mismo su simbolismo era fuerte en conexión con el jaguar y al manifestarse como Tepeyóllotl (corazón de la montaña).
     Tezcatlipoca hizo que Quetzalcóatl se emborrachara con pulque (bebida sagrada) para que se acostara con su hermana. Él al despertar y ver su error se avergonzó y decidió marcharse de la ciudad; aunque también otra versión del mito refiere que mientras Quetzalcóatl exigía a los hombres tributos y sacrificios pacíficos, Tezcatlipoca exigía tributos sangrientos, por lo que se produjo un enfrentamiento entre ambos que dio como resultado la marcha del primero en el año 987. Quetzalcóatl bajó a las aguas divinas, ayunó durante cuatro días y se vistió con sus mejores ropas para auto-inmolarse en una pira funeraria. Mientras eso sucedía, de las llamas surgían aves y su corazón ascendió al firmamento para convertirse en el planeta Venus [13].
     En otra versión del mito, Quetzalcóatl se embarca en una balsa de serpientes y se dirige hacia el Oriente, haciendo la promesa de regresar para volver a traer una edad dorada, creencia que perduró hasta el Emperador Moctezuma II, que confundió la llegada de Hernán Cortés como el regreso del blanco y barbado Quetzalcóatl o la llegada de algún familiar de éste.
     En la cultura azteca, que tuvo su esplendor en el siglo XV, a Tezcatlipoca se le tenia como uno de sus dioses principales y se le ofrecían sacrificios sangrientos de los jóvenes mas apuestos a los que se les enseñaba a cantar y tocar la flauta además de dárseles a cada uno durante sus últimos veinte días cuatro hermosas jóvenes que representaban a cuatro diosas. Finalmente en la última plataforma del templo el sacerdote oficiante de un solo golpe de un cuchillo de obsidiana le abría el pecho al joven para sacarle el corazón. Lo curioso acá es la coincidencia respecto a los rituales de la cultura muisca, ya que también un sacrificio similar se le ofrecía al Sol.
     Tezcatlipoca era dispensador de discordias y guerra pero también de riquezas. En esto vemos una total inversión de valores en la civilización azteca respecto a la de los toltecas, los cuales sí tenían a Quetzalcóatl como dios principal. Incluso se han comparado a las dos divinidades como protectoras de dos etnias diferentes y se ha representado su lucha como una contraposición entre ambas culturas. A Tezcatlipoca le obsesionaba la destrucción de los toltecas y su centro Tula, es decir, la ciudad nombrada en referencia a Thule, el mítico lugar de residencia de los hiperbóreos en el Polo Norte.
     Así mismo Quetzalcóatl era el dios del viento y de la guerra que también dio su nombre a muchos reyes pero que fue suplantado por el sacerdocio de Tezcatlipoca hasta finalmente ser vencido y expulsado de Tula. Después un grupo de toltecas emigró hacia el Sudeste donde se enrolaron en la civilización maya del "Nuevo Imperio" (siglos VII a XVI d.C.), influyendo en ésta de manera notable. Allí a Quetzalcóatl se le conoció con varias denominaciones, como Kukulkán, dios del viento, dios de la vida, Ce-Ácatl, el planeta Venus, los dioses gemelos (¿reminiscencia de los gemelos Alcis en las tribus germánicas?) y Tlahuizcalpantecuhtli. Se dice que en el año 987 la "serpiente emplumada" Kukulcán llegó a la península de Yucatán para establecer un nuevo reino.
     A Quetzalcóatl se lo ha comparado con el rey Arturo, que igualmente se embarcó en una balsa rumbo a un reino encantado. Quetzalcóatl murió al atravesar el océano sobre una serpiente para llegar a Mictlán. También se dice que bajó al inframundo para engañar a Mictlantecuhtli, el dios de la muerte, y a continuación mezcló los huesos de los muertos con su sangre y semen para crear una nueva Humanidad.

     Esto último recuerda a lo ya mencionado en capítulos anteriores: el descenso al inframundo y la muerte iniciática para adquirir la sabiduría, y también a la mezcla de los elixires alquímico-tántricos (sangre y semen) para generar una transmutación, un nuevo hombre. Con la ayuda de los muertos (el profundo inconsciente colectivo del propio linaje), la sangre (el fuego interior y el recuerdo de los antepasados divinos) y el semen (la propia semilla de fertilidad y generación) se transmuta el interior del hombre venciendo o "engañando" a la muerte para renacer como un siddha con cuerpo incorruptible de vajra rojo diamantino, la serpiente alada, la crisálida que se convierte en mariposa, la runa Dagaz que hace referencia a la iluminación y al renacimiento.
     Ehécatl, dios del viento que sopla en todas las direcciones, también se relaciona a Quetzalcóatl y se le representaba con dos máscaras por las que sopla el viento, una concha, la máscara de la trompeta de viento y el quetzal con las plumas de la cola de color verde.
     Los mayas llamaron a Venus Chak Ek, y relacionaron los movimientos de sus fases con el calendario sagrado Tzolkin y con los ciclos llamados por ellos Hab-tum en los que se representaban diferentes fases de muerte y renacimiento.

     Por otra parte, en las creencias aztecas no se encontraron atisbos de referencias a la eternidad. Ellos solamente hablaban de las cinco edades en las que el mundo es creado y destruído. En la primera, que fue precedida por Tezcatlipoca, los gigantes fueron devorados por jaguares (referencia similar a los gigantes hundidos por el Viracocha creador Inca). La segunda edad se terminó por la destrucción provocada por huracanes y los hombres fueron convertidos en monos. La tercera edad se terminó por lluvias volcánicas y los humanos fueron convertidos en pavos, perros y pájaros. La cuarta edad se terminó por inundaciones y los hombres fueron transformados en peces. La quinta edad está por terminar. Como se observa, en la cosmogonía azteca el hombre es equiparado con la evolución animal sin hacer referencia a su parte espiritual eterna.
     Los mexicas (aztecas) procedían de Aztlán (que también se ha referenciado como una isla encantada) y atravesaron durante los siglos X y XI las regiones de Jalisco y Guanajuato. Eran cazadores y pescadores, y en Coatepec (valle Nororiental de Méjico) según un mito nació el dios Huitzillopochtli, hijo de Coatlicue, que era un hechicero que rendía culto a Tezcatlipoca y que fue su caudillo y dios más venerado. Acá se observa cómo desde su mismo comienzo los aztecas asociaban su linaje a Tezcatlipoca, dios enemigo de Quetzalcóatl. Otro caudillo sacerdote que tuvieron fue Tenoch, quien dio el nombre a Tenochtitlán.
     En 1163 los aztecas llegaron a Tula, ciudad de los toltecas, en lo que podríamos ver el momento preciso que en los diversos mitos se refiere como la infiltración de Tezcatlipoca entre la etnia que era fiel a Quetzalcóatl. Desde ese momento los aztecas recorrieron varias regiones hasta que en 1276 se establecen transitoriamente en Chapultépec, para finalmente cerca de Mexicatzingo fundar en 1345 Tenochtitlán. Ellos tuvieron que vagar por tantas regiones debido a la hostilidad que les tenían todos los habitantes vecinos que los consideraban como peligrosos porque realizaban crueles sacrificios humanos y se robaban a las mujeres casadas. De todas formas los aztecas también tomaron el recuerdo de Quetzalcóatl y éste aparece con frecuencia en los códigos augurales del calendario de 260 días conocido como Tonalpohualli.
     Cambiando ahora de región y contexto socio-cultural, en los pueblos muiscas que habitaron el país que actualmente se conoce como Colombia, el equivalente de este héroe sabio blanco se encuentra en la leyenda de Bochica, de quien se dice que era un hombre adulto de piel blanca, barbas blancas, ojos azules, vestido con una manta que lo cubría hasta los pies y que llegó desde el Oriente acompañado de una mujer también blanca. Se dice que Bochica enseño a los indios las principales virtudes, la construcción de casas, el sembrado de la tierra, la fabricación de artesanías y el tejido de mantas. Pero al parecer su mujer no se llevaba bien con los indios e inundó la región conocida como la Sabana de Bogotá. Los indios fueron a pedir ayuda a Bochica quien con una vara de oro convirtió a su mujer en lechuza y desde los cerros tocó las rocas desde las cuales volaron aves y salieron las aguas que formarían la pequeña catarata conocida actualmente como el salto del Tequendama en el departamento de Cundinamarca.
     De todas maneras, con el tiempo muchos indios se mostraron mal agradecidos con Bochica, por lo que éste decidió retirarse por el arcoíris, en el cual se puede observar a Bochica cuando se mira  desde el salto del Tequendama. (...)

     En el mito de Bochica podemos ver a un dios-instructor-civilizador similar a Quetzalcóatl y a Viracocha. Sin embargo, su figura carece del simbolismo hiperbóreo que sí tuvo el instructor de la cultura tolteca/maya y en cambio coincide con el elemento de alicaída adoración solar exterior presente en las últimas versiones del mito referente al Viracocha inca así como a la función de Viracocha como "enviado" del dios creador (el original mito de Viracocha tenía matices diferentes). Es curioso que en otra de las versiones del mito se indique que Bochica afirmaba orarle a un solo dios que era "el único", por lo que se le podría tomar como el representante de un dios análogo al del judeocristianismo. (...)
     En otros mitos los muiscas también hablaban de que hace miles de años los humanos tenían dos cabezas, cuatro brazos y cuatro piernas. Un día los dioses decidieron separarlos en dos seres pero imprevistamente los hombres y mujeres comenzaron a buscarse unos a otros porque se sentían incompletos, y todas sus vidas se comenzaron a resumir como la incesante búsqueda de esa otra mitad que le hace falta y que complementa tanto a una como a otra parte.
     Tenemos de esta manera otra referencia al mito del andrógino primordial referente en muchas culturas y el cual fue dividido en dos partes por una estrategia de los dioses de la creación que al parecer no midieron las consecuencias de sus actos, ya que desde ese momento en adelante y de manera imprevista tanto los hombres como las mujeres no se amoldarían al nuevo estado incompleto e inconscientemente decidirían buscar retomar su estado primordial. Pareciera como si los dioses-devas de la creación (o, en definitiva, las diferentes máscaras del dios referenciado como "el único" además de ser el creador del mundo material) o bien fueran un tanto incompetentes y no pudieran deducir los alcances de sus ideas, o bien disfrutaran experimentando con los humanos como si éstos fueran simples títeres o seres que se cultivan según cómo funcione la cosecha en una era o en un plano dimensional. (...)
EL DORADO Y LA CIUDAD DE LOS CÉSARES
     La leyenda de El Dorado difundida por los Andes colombianos durante la época de la conquista española. Nos remite al símbolo de una ciudad maravillosa donde las calles se hallaban pavimentadas en oro ya que en dicho lugar ese metal era ilimitado y no tenía valor comercial ni utilitario sino sagrado y espiritual. Los conquistadores españoles buscaron con desesperado empeño esa legendaria ciudad atraídos solamente por el provecho económico que les podría acarrear su hallazgo. Muchos murieron en ese infructuoso intento, ya que debieron internarse en medio de la selva en condiciones inhóspitas y desconocidas para ellos. La leyenda comenzó en 1530 cuando el español Gonzalo Jiménez de Quesada conquistó el territorio de los Andes colombianos y a sus habitantes los muiscas, cuyas historias y rituales fueron relatados a los hombres del también conquistador Sebastián de Belalcázar quienes llevaron la leyenda a Quito del "hombre dorado" y el "Imperio del rey dorado".
     Precisamente Belalcázar dirigió en 1535 una búsqueda de la ciudad por el Sudoccidente colombiano. En el mismo año el cronista y conquistador alemán Nicolás de Federmann también dirigió una expedición. En 1536, luego de haber derrotado totalmente a los muiscas, Jiménez de Quesada estableció a Bogotá (Bacatá para los indígenas) como la capital del nuevo reino de Granada; sin embargo, tanto Belalcázar como Federmann había reclamado como suyas las mismas tierras, por lo que los tres decidieron conciliar con un acuerdo en 1539, y Quesada convenció a los otros dos de regresar a España ese mismo año a pesar de que las batallas legales entre ellos apenas comenzaban.
     En 1541 otros conquistadores como Francisco de Orellana y Gonzalo Pizarro también emprendieron infructuosas empresas para encontrar esa ciudad por la región hoy conocida como el Amazonas. El primero se devolvería a Quito tiempo después y el segundo encontraría y daría el nombre al río Amazonas por las mujeres guerreras indígenas que encontraría a su paso. En el territorio de Omagua, que es parte también del Amazonas, Felipe de Utre buscó el legendario reino en aquel mismo año. La última búsqueda famosa de El Dorado fue la realizada por el explorador inglés Walter Raleigh en 1595. Desde la región que él mismo denominó como Guyana partió hacia el interior por el río Orinoco, pero sus resultados fueron los mismos de sus antecesores: encontró algunos dispersos objetos y herramientas de oro pero ninguna pista sobre el rey o la ciudad dorada.
     En el siglo XX Ronald Stevenson, un chileno radicado en la ciudad de Manaus en Brasil, dio cuenta de un descubrimiento a un periódico local. Aseguraba el investigador haber encontrado un camino inca desde el Ecuador hasta las Guyanas, teniendo éste vestigios de indumentaria inca y piedras con inscripciones de tipo andino, asegurando además que los habitantes indígenas de la región hablaban una lengua similar al quechua y eran de fisonomía similar a la de los nativos andinos. Todo esto nos podría indicar la localización de un posible lugar que antiguamente servía como "portal" hacia la ciudad de El Dorado y también podría sugerir el desplazamiento por razones estratégicas de ciertos grupos entre los pueblos de los Andes colombianos durante la conquista.
     No es coincidencia que dicho descubrimiento haya surgido en aquella parte de Brasil, ya que es conocido el caso del explorador inglés Percy Harrison Fawcett, que presuntamente en los comienzos del siglo XX desapareció sin dejar rastro alguno al buscar la legendaria ciudad perdida de "Z", reino que era recreado en las leyendas de los indígenas nativos de aquella región. Así mismo la trama del misterioso libro la "Crónica de Akakor" se desarrolla en dicha región, y en su contenido se aborda también el eterno drama de la guerra entre dos bandos o facciones de dioses (también llamados siddhas o ángeles) y las milenarias y en muchos casos olvidadas civilizaciones que han estado bajo la tutela de ellos.
     De la misma manera, se hace referencia en el libro a las ciudades subterráneas ocultas en la Tierra interior o en pliegues dimensionales y a las cuales se han ido las élites dirigentes de aquellas culturas antiguas tras las diferentes catástrofes planetarias debidas al conflicto y que además han servido como un refugio inexpugnable al que no pueden llegar ni asomar los hombres de la era moderna con su ciencia materialista y racionalista.

     La cultura muisca estaba establecida en las inmediaciones de la cordillera oriental colombiana y en los departamentos ahora conocidos como Cundinamarca, Boyacá y parte de Santander. Siempre desarrollaron en su estructura la disputa entre dos soberanos de diferentes centros: el zipa de Bacatá y el zaque de Hunsa (ahora llamada Tunja). Aunque adoraban tanto al Sol como a la Luna, el centro ceremonial del zipa se encontraba en la población de Chía donde se hallaba un templo dedicado a la diosa Luna, mientras que el centro ceremonial del zaque se encontraba en la población de Sogamoso, donde se hallaba el templo dedicado al dios Sol. Esa cultura se dedicaba principalmente a la agricultura, la orfebrería, la minería salina, la adoración y seguimiento de los astros, e históricamente se los ha considerado como muy afines a los incas.
     En cuanto a la leyenda de la ciudad de El Dorado en los Andes colombianos, Juan Rodríguez Freyle refirió en su crónica sobre la conquista española que alrededor de la laguna de Guatavita (ubicada a 50 kms. al Norte de la ciudad de Bogotá) un sacerdote-jeque presidía una ceremonia en la que coronados con oro y plumas los integrantes del pueblo muisca observaban cómo el cacique heredero al trono era desnudado y rociado totalmente con oro en polvo el cual se pegaba a su cuerpo por medio de una sustancia pegajosa similar a la trementina. El futuro soberano se paraba en medio de una balsa hecha de juncos y a sus pies se le colocaban ingentes cantidades de oro y esmeraldas. De igual manera se procedía con otros con cuatro caciques que adornados con plumas, brazaletes y orejeras de oro rodeaban al heredero, y en la mitad de la laguna lo seguían en el acto de arrojar allí las ofrendas que tenían a sus pies y que eran dirigidas hacia Bachué, la diosa de las aguas, y a los diferentes dioses protectores. El soberano también se zambullía y bañaba en la laguna cumpliendo con una parte importante del ritual. Concluída la ceremonia, los indígenas de la periferia de la laguna iniciaban danzas y cantos que se prolongaban durante tres días en los que se festejaba y reconocía al nuevo zipa heredero de la tradición de Nemequene, el legendario primer legislador que tuvo el pueblo.
     Esos rituales eran también realizados por otros grupos de muiscas en diferentes lagunas del departamento de la región, como la de Siecha, Ubaque y Fúneque, como lo atestigua el descubrimiento de la famosa pieza de orfebrería conocida como la Balsa de Pasca, hallada en las inmediaciones del poblado del mismo nombre y la cual se encuentra actualmente expuesta en el Museo del Oro de Bogotá. Debido a estas observaciones de los cronistas, los conquistadores españoles decidieron buscar en el fondo de las lagunas de la región todo el oro depositado por los indígenas en sus rituales. Incluso en el año 1580 Antonio de Sepúlveda y 6.000 indios a su cargo intentaron infructuosamente drenar en su totalidad la laguna de Guatavita, consiguiendo únicamente rebajar su nivel en 20 metros y ocasionar la muerte a numerosos excavadores al hundirse el canal con el que se pretendía realizar la operación. Hasta el día de hoy puede esto ser evidenciado en la gran zanja que tiene la laguna en uno de sus costados. Sin embargo, acá es importante hacer notar que en aquel siglo XVI hubo una confusión y mezcla entre dos elementos mítico-literarios: por un lado, los atestiguados rituales indígenas de coronación de sus soberanos, y por otro lado la leyenda de la majestuosa ciudad de oro "El Dorado", que en realidad es uno de los tantos nombres dados a las "ciudades ocultas" de las tradiciones primordiales desde donde los dioses influyen en el destino del hombre terrenal.
     Entre los conquistadores españoles no era claro o uniforme el objetivo y sentido de su búsqueda. La gran mayoría iban hambrientos solamente tras el oro que poseían los indígenas americanos; otros no desdeñaban la posibilidad de adicionalmente al metal precioso encontrar la legendaria ciudad; y finalmente, un reducidísimo grupo de iniciados y sabios sí sabrían que era muy posible encontrar un portal, túnel o pasadizo que conduciría hacia la ciudad de los dioses.
     Aunque los motivos e intenciones de los conquistadores diferían entre sí, la ciudad legendaria es "inencontrable" para aquel que no sea un iniciado o que no conozca un código de señales rúnicas y líticas (construcciones en piedra como murallas, menhires, cromlechs y dólmenes) que sugieran el lugar donde se encuentre un portal hacia dicha ciudad, ya que por medio de un puente, camino o túnel subterráneo, reflejado tanto en el exterior como en el interior del iniciado desde el espacio-tiempo de la creación material, se accede por un cruce interdimensional hacia un lugar que posee un tiempo y espacio diferentes al de nuestro plano pero desde el cual se puede tener cierto contacto o influencia hacia el mundo que habitamos en la actualidad. Así mismo los cruces de planos hacia otras dimensiones muy paralelas y análogas a la nuestra se pueden encontrar en lagunas, cataratas, cavernas, faldas de una montaña, y en el espacio intermedio entre un par de árboles o piedras acondicionadas dentro de un bosque.
     Por todo lo anterior, el acceso a una ciudad oculta, aparte de estar fuertemente vigilado y custodiado, también está vedado para todo aquel que no pueda observar desde su espíritu las señales rúnicas que enmarcan las entradas o portales, y así mismo que su vibración interior no sea acorde y esté "sintonizada" con las fuerzas y energías de dicha ciudad.

     De todo esto se deduce ridículo pensar que la gran mayoría de conquistadores españoles influenciados y guiados por una naciente ideología materialista pudieran siquiera acercarse o avizorar alguna señal relativa a alguno de los portales o senderos tanto materiales como espirituales, creados e increados, que conducen a la ciudad de los dioses. En este sentido la ciudad de El Dorado es análoga a las demás ciudades legendarias referidas en las leyendas de los diferentes pueblos indígenas de Sudamérica, como por ejemplo la Ciudad de los Césares, también conocida como Trapananda o Elelín, y que se supone ubicada en algún lugar de la cordillera entre Argentina y Chile en la Patagonia.
     Esa leyenda tuvo diferentes orígenes. Por un lado se hablaba de una rica ciudad fundada en la Patagonia por sobrevivientes y amotinados de las infructuosas expediciones de posesión del Estrecho de Magallanes realizadas por Simón de Alcazaba y el obispo de Plasencia en 1540. También se hacia referencia a una expedición del español Francisco César hasta las sierras de Córdoba, en las inmediaciones de las culturas de los diaguitas y los comechingones, donde el capitán y sus hombres aseguraron ver una tierra muy rica abundante en joyas y metales.
     Así mismo el cronista Miguel de Olaverría [Informe de 1594] decía que un grupo de súbditos incas que habitaban cerca del río Maule, al recibir el asedio de los mapuches y al saber que su rey estaba preso de los españoles, decidieron cruzar la cordillera y según ellos dirigirse hacia la Ciudad de los Césares.

     El capitán español Diego de Rojas organizó una expedición en 1543 para encontrar la Ciudad de los Césares. Desde el Sur de Perú entró a la actual provincia de Santiago del Estero en Argentina, y su objetivo final era una rica región ubicada entre Chile y el Río de la Plata. Sin embargo, su misión fue infructuosa y en 1544 murió en un combate contra una tribu de los juríes.
     También Francisco de Villagra en 1551 envió un destacamento desde el valle de Cuyo hacia la Patagonia para encontrar la ciudad, pero lo único que encontró fueron informes que le relataban de españoles refugiados en las pampas que vivían pacíficamente con los indios. El sacerdote Nicolás Mascardi en 1670 se asentó en Chile para evangelizar a los poyas, y su objetivo al finalizar esa tarea era dirigirse a la Ciudad de los Césares, pero irónicamente eso le fue imposible de realizar porque fue asesinado por los mismos indígenas tres años después.
     La leyenda que más puede llamar la atención es la de una Ciudad de los Césares fundada por sobrevivientes de los ataques mapuches realizados sobre las ciudades de Valdivia, Villarrica y Osorno a finales del siglo XVI en la actual Región de los Lagos en Chile. Debido a eso se difundió la creencia de que una primera Ciudad de los Césares que (al igual que El Dorado) existía también sobre una laguna de nombre Puyequé (actual lago Puyehue) al ser destruída provocó que sus sobrevivientes migraran hacia la pampa del Este donde refundarían la ciudad.
     El Dorado también es análogo a Paititi, ciudad de similares características y que se supone perdida en algún lugar al Este de los Andes, entre la selva del Sureste de Perú con el Norte de Bolivia y la región de Acre en el Sudoeste brasileño. Se dice que Paititi servía como refugio a los incas tras la conquista española, e incluso el ya mencionado Fawcett la refería como la misma ciudad perdida de "Z", sólo que el la buscó más hacia el Este, en la región cercana al río Xingú.
     En la leyenda, el héroe Inkarri, después de fundar la ciudad de Cuzco, se dirigió hacia la selva de Pantiacolla para refugiarse en la ciudad de Paititi. Otros investigadores sugieren que la ciudad se encuentra entre las selvas y montañas del Sudeste peruano y en el actual departamento de Madre de Dios. Curiosamente, también la ciudad ha sido asociada a algunos de los valles que se incluyen en el llamado Parque Nacional del Manú, y asimismo a las cercanías del cerro Atayala y los lugares llamados Pirámides de Paratoari, que en realidad son formaciones geológicas naturales.
     Extrañamente, en el comienzo del siglo XXI un arqueólogo italiano llamado Mario Polia aseguró haber encontrado en los archivos de los jesuítas una expedición hecha alrededor del año 1600 en la cual un misionero llamado Andrea López encontró en medio de la profunda selva una ciudad rica en oro y plata cercana a una catarata que los nativos llamaban Paititi [14]. De esto se ha deducido que la Iglesia católica con centro en el Vaticano ha mantenido oculto ese secreto por todos estos años, aunque de todas maneras si eso fuera cierto se debe considerar que esa ciudad debía ser conformada como un "reflejo" o lugar de irradiación de la Paititi inmaterial, e igualmente lo mismo se aplicaría para las diferentes versiones sobre posibles asentamientos de la Ciudad de los Césares.
     Lo más probable es que en realidad todas las leyendas sobre ciudades legendarias se refieran a una sola ciudad y que los diferentes lugares de la geografía americana donde han sido buscadas sean puntos de acceso o portales que conducen tanto a refugios transitorios como a una vía directa que lleva hacia un mismo mítico lugar denominado con diferentes nombres según cada cultura o pueblo.

     Pero es muy importante anotar que si nos regimos por diferentes libros esotéricos que han salido en el último siglo, se debería en realidad hacer referencia no a una sino a dos ciudades que en las culturas del centro asiático han sido llamadas Agartha y Shamballah. Si bien algunos autores las denominan como la misma ciudad, otros las refieren como centros de influencia de dos grupos de dioses que se encuentran en una eterna guerra y contraposición [15]. Mientras Agartha se rige por una ética caballeresca similar a la de la casta kshatria en la India, Shamballah se rige por una conducta de tipo sacerdotal devocional similar a la de la casta de los brahmanes. Agartha pugna por la liberación y auto-deificación espiritual del hombre en relación a los condicionamientos del orden natural y de los ciclos infinitos del eterno retorno en los que se desarrolla la evolución de la Humanidad. Por el contrario, Shamballah busca mantener y controlar dicha evolución materialista, aparte de buscar que la Humanidad se una pasiva y panteísticamente con el cosmos. No es extraño encontrar que los emisarios o adherentes de uno u otro grupo denominen a sus contrarios como demonios y culpables de la decadencia y degeneración actual de la Humanidad.
     Es evidente que las culturas influenciadas por el mito hiperbóreo, muchas de las cuales bajo diferentes formas o "vestimentas" tuvieron acceso a la eterna sabiduría rúnica, han respondido principalmente a los objetivos y estrategias de la ciudad de Agartha. Hombres de Cromagnon, tartesios, aqueos, troyanos, espartanos, romanos, godos, sajones, vikingos, asimismo hititas, kasitas, ainus japoneses, shivaístas hindúes y en algunas épocas las élites indoiranias, mongolas y chinas, entre otras, desarrollaron culturas basadas en el honor y los valores guerreros y heroicos, además de basar varios de ellos su vida social en una organización agropecuaria.
     Buena parte de las culturas americanas en sus comienzos fueron guiadas por una élite que mantenía esos principios, aunque paulatinamente permitieron ser infiltradas por influencias dañinas exteriores y lentamente decayeron hasta que, como ya se hacia referencia en el capítulo anterior, fueron finalmente abandonadas por aquellos lideres los cuales se retiraron hacia la ciudad de El Dorado o Ciudad de los Césares, esperando el momento oportuno para volver a emerger a la vista de los hombres terrenales cuando el inevitable momento crítico de la finalización del actual ciclo histórico se concrete. De esta manera, aquellas civilizaciones en su ciclo de culminación terminarían sucumbiendo ante el circulo vicioso de los continuos e innumerables sacrificios rituales y degeneramiento de sus estructuras y costumbres, por lo que seguramente lo que encontraron los conquistadores españoles fue ante todo los despojos o restos de civilizaciones que conocieron su etapa de gloria con varios siglos de anterioridad.
     Por supuesto todo lo descrito anteriormente contradice a la visión lineal de la Historia según la cual el progreso de esas culturas precolombinas fue retrasado, aunque de desenvolvimiento paralelo en relación al de las civilizaciones de Medio Oriente y europeas, pero no es el interés de este escritor adherirse a dicha ideología o forma de ver el devenir de los acontecimientos.

     En el hecho de la importancia que se les daba en el último periodo de la cultura muisca a los sacerdotes-jeques como sacrificadores y mediadores entre los humanos y los dioses se puede observar la total degradación y decaimiento del espíritu que pudo existir en anteriores etapas de dicho pueblo. Asimismo en esos estadios terminales, al igual que en la cultura azteca, eran comunes los sacrificios rituales; concretamente, los jeques muiscas degollaban y sacrificaban niños propios o de las tribus enemigas derrotadas en batalla como ofrendas para agradar y aplacar la ira del dios Sol. El ritual se desarrollaba en una cumbre mirando hacia el Este, y la sangre de la victima era recogida en totumas [vasijas] con la que se untaban las primeras piedras que recibían los rayos solares al amanecer, y el cuerpo se dejaba expuesto al Sol para que lo quemara totalmente.
     Definitivamente en esos rituales percibimos las causas que hicieron que los héroes instructores o "dioses blancos" como Quetzalcóatl-Kukulkán abandonasen indefinidamente a estos pueblos americanos dirigiéndose hacia las ciudades ocultas míticas, aunque de todas maneras prometieron volver a presentarse ante la vista de los hombres cuando el momento fuera oportuno, y tal vez cuando los hombres terrenales propicien y merezcan ese privilegio.
     La sabiduría rúnica puede generar esta sincronización interna con los dioses de las ciudades ocultas y hasta es posible que un iniciado consiga la total transmutación en superhombre y en siddha, superando todas las trabas y limitaciones propias del hombre terrenal y del mundo material finito y condicionado. Después de eso, no habrá impedimentos para que el señor Hades pueda abrir las puertas de los Campos Elíseos a aquel guerrero que ha emprendido su viaje y su lucha siguiendo la voz de su sangre y de los ancestros hiperbóreos.
 
Notas
[1] Basada esta afirmación por lo sugerido en los diálogos "Timeo" y "Critias" de Platón, los cuales fueron escritos alrededor del año 350 a.C. y que recrean una conversación de Sócrates con sus estudiantes. Se relata cómo el antepasado Solón tuvo acceso a los registros de la historia de aquel continente desaparecido por parte de unos iniciados egipcios.
[2] En los mitos de la mayoría de las culturas mesoamericanas, en la historia de Noé en la Biblia cristiana, en la leyenda mesopotámica de Ziuzudra y Utnapishtim, y en el mito griego de Deucalión se hace referencia a la furia desatada de los dioses que provocó un gigantesco diluvio que hundió y destruyó al mundo y del cual sólo se salvo un pequeño grupo de hombres que paulatinamente repobló la tierra durante los siguientes siglos.
[3] La media luna sobre la cabeza de un iniciado es también análoga al sigilo (símbolo que invoca fuerzas que penetran en el subconsciente) de Mercurio y la sabiduría oculta. También la media luna es referida al casco o yelmo (Tarnhelm) de la invisibilidad que obtiene Sigfrido en la historia mitológica germano-nórdica del Anillo del Nibelungo, recreada como ópera por el compositor alemán del siglo XIX Richard Wagner. También se ha relacionado al dios del inframundo Hades como el que entrega dicho yelmo.
[4] Los arqueólogos Helge Ingstad y Anne Stine Ingstad investigaron en 1960 una pequeña aldea de pescadores en Terranova. Encontraron las ruinas vikingas y los contornos de ocho casas, tres de las cuales se usaron como viviendas con capacidad para unas 35 personas. Encontraron allí también cierto tipo de nuez procedente de nogales que abundan en New Brunswick.
[5] Kehoe, Alice Beck, "The Kensington Runestone: Approaching a Research Question Holistically", 2005.
[6] Artículo de O. G. Landsverk sobre Monge en Oklahoma Today, verano de 1970, p. 28. Concepto de Nielsen en Epigraphic Society Occasional Publications, vol. 15, 1986, p. 133.
[7] En medio de sus investigaciones, que darían como fruto un libro referido a los viajes de los hombres nórdicos a Norteamérica [Leif Eriksson, Discoverer of America AD 1003] y que fue publicado en 1930 por la Oxford University.
[8] Ibarra Grasso, Dick Edgar, "La Representación de América en Mapas Romanos de Tiempos de Cristo", Buenos Aires, 1970.
[9] Silva Ramos, Bernardo de Azevedo da, "Inscripçoes e Tradiçoes da América Prehistorica, Especialmente do Brasil", Rio de Janeiro, 1930.
     En 1969 Lienhardt Delekat estudió las copias realizadas a las inscripciones de la conocida "Pedra do Ingá" en el Estado de Paraíba en Brasil, la cual fue encontrada en una plantación en Septiembre de 1872. Según Delekat y otros investigadores como Paul Gallez, las inscripciones hechas en esa piedra tienen un claro carácter cananeo-fenicio, concluyendo que están escritas en el idioma Sidonio Antiguo usado a fines del siglo VI a.C. [10].
[10] Delekat, Lienhardt, "Phönicier in Amerika", Bonn, 1969. Gallez, Paul, "Predescubrimientos de América", Bahía Blanca, 2001.
[11] Menzies, Gavin, "1421. The Year China Discovered the World", Londres, 2002.
[12] Referido en el artículo "Crónicas del Perú en Italia y la Difusión de los Temas Americanos a Finales del Siglo XVI", del libro "Construyendo Historias. Aportes para la Historia Hispanoamericana a partir de las Crónicas", Lima, 2005, pp. 227-241.
[13] Se debe también recordar que en la antigua Roma se creía que al morir un Emperador, su Ka o cuerpo astral se convertía en águila para dirigirse hacia el mundo de los dioses.
[14] Referido en "La Cosmovisión Religiosa Andina en los Documentos Inéditos del Archivo Romano de la Compañía de Jesús 1581-1752", Lima, 1999.
[15] Alrededor de 1870 los escritores franceses Ernst Renan y Louis Jacolliot se refirieron a Agartha como Asgaard y Asgartha. El escritor polaco Ferdinand Ossendowski también se refiere a Agartha en su libro de 1923 "Bestias, Hombres y Dioses". El hermetista cristiano Saint-Yves d'Alveydre aseguró a finales del siglo XIX haber visitado Agartha en viajes astrales, experiencias que fueron relatadas en sus libros "Mission des Souverains", "Mission des Ouvriers" y "Mission des Juifs". René Guénon en su libro "Le Roi du Monde" describe el cisma generado entre los dioses que formarían Shamballah y Agartha después de acontecida una catástrofe que destruyó la legendaria civilización del desierto del Gobi ubicado en la frontera chino-mongola.