Manifiesto de la Alianza Global Revolucionaria

Manifiesto de la Alianza Global Revolucionaria

Alianza Global Revolucionaria (Programa, principios, estrategia)

¡Descontentos de todo el mundo, uníos!

Parte 1. Situación de fin

1. Vivimos el final de un ciclo histórico. Todos los procesos que constituyen el flujo de la historia han llegado a un callejón sin salida lógica.

a. El fin del capitalismo. El desarrollo del capitalismo ha llegado a su límite natural. Sólo hay un camino para el sistema económico mundial, colapsar en sí mismo. Basado en un aumento progresivo de las instituciones puramente financieras, los bancos en primer lugar, y luego de estructuras de valores más complejas y sofisticadas, el sistema del capitalismo moderno ha quedado completamente divorciado de la realidad, del equilibrio entre la oferta y la demanda, de la relación entre producción y consumo, de la conexión con la vida real. Toda la riqueza del mundo está concentrada en las manos de la oligarquía financiera mundial a través de complicadas manipulaciones, como las construcciones financieras piramidales. Esta oligarquía ha devaluado no sólo el trabajo, sino también el capital ligado a los fundamentos del mercado, garantizado a través de la renta financiera. El resto de las fuerzas económicas son esclavas de esta impersonal élite ultra liberal transnacional. Independientemente de qué sintamos acerca del capitalismo, ahora está claro que no sólo está pasando por una nueva crisis, sino que todo el sistema se encuentra al borde del colapso total.

No importa que la oligarquía mundial intente ocultar el actual colapso a las masas de la población mundial, más y más personas comienzan a sospechar que el mismo es inevitable, y que la crisis financiera mundial causada por el colapso del mercado hipotecario estadounidense y de los principales bancos, es sólo el comienzo de una catástrofe global.

Esta catástrofe se puede retrasar, pero no se puede prevenir o evitar. La economía mundial, en la forma en la que opera ahora, está condenada.

b. El fin de los recursos. En la actual situación demográfica, teniendo en cuenta el crecimiento constante de la población mundial, especialmente en los países del tercer mundo, la humanidad está a punto de agotar los recursos naturales de la tierra, necesarios no sólo para mantener los niveles actuales de consumo, sino para la pura supervivencia a niveles mínimos. Nos acercamos rápidamente a los límites del crecimiento, y el hambre mundial, las privaciones y las epidemias se convertirán en la nueva norma. Hemos superado la capacidad de carga de la Tierra. Por lo tanto, nos enfrentamos a una catástrofe demográfica inminente. Cuantas más personas nazcan hoy en día, mayor será el sufrimiento final. Este dilema no tiene fácil solución. Pero pretender que no existe es caminar a ciegas hacia el peor de los escenarios de suicidio colectivo mundial como especie a manos de nuestro propio sistema económico y de crecimiento.

c. El fin de la sociedad. Bajo la influencia de los valores occidentales y americanos, la atomización de las sociedades, no ligadas entre sí por ningún vínculo, está en pleno apogeo. El cosmopolitismo y un nuevo nomadismo se han convertido en el estilo de vida más común, especialmente para la generación más joven. Esto, junto con la inestabilidad económica y la catástrofe ecológica que provocan flujos migratorios sin precedentes, destruye sociedades enteras.

Los lazos culturales, nacionales y religiosos están rotos, los contratos sociales se quiebran y se cortan las relaciones orgánicas. Vivimos en un mundo de multitudes solitarias, de sociedades atomizadas por el culto al individualismo. La soledad cosmopolita se convierte en la norma y ​​las identidades culturales implosionan. Las sociedades son reemplazadas por el nomadismo y la frialdad de la web digital, disolviendo colectivos históricos orgánicos. Al mismo tiempo la cultura, el idioma, la moral, las tradiciones, los valores y la familia como institución, desaparecen.

d. El fin del individuo. La división de la persona en sus componentes se convierte en la tendencia dominante. Las identidades humanas lo son a través de redes virtuales, de personajes online, y el impulso hacia la separación se convierte en un juego de elementos desorganizados. Paradójicamente, cuando uno abandona su integridad se le conceden más libertades, pero a costa de alguien que podría aprovecharlas mejor. La cultura postmoderna exporta compulsivamente a la gente hacia mundos virtuales de pantallas planas y la saca de la realidad, captada por un flujo de alucinaciones sutilmente organizadas y hábilmente manipuladas. Estos procesos son manejados por la oligarquía mundial, que busca hacer a las masas del mundo complacientes, controlables y programables. Nunca antes el individualismo ha sido tan glorificado y, sin embargo, al mismo tiempo, nunca antes la gente de todo el mundo había sido tan similar entre sí en su comportamiento, hábitos, apariencia, técnicas y gustos. En la búsqueda de los individualistas “derechos humanos”, la humanidad se ha perdido a sí misma. Pronto el hombre será reemplazado por el posthumano: un mutante, un ser clonado, un androide.

e. El fin de las naciones y de los pueblos. La globalización y el gobierno mundial interfieren en los asuntos internos de los estados soberanos borrándolos uno por uno. Destruyendo sistemáticamente toda identidad nacional, la oligarquía mundial busca revocar todas las barreras nacionales que puedan impedir su ubicua presencia. Las empresas transnacionales ponen sus intereses por encima de los intereses nacionales y de las administraciones estatales, lo que conduce a una dependencia de los sistemas externos y a la pérdida de la independencia en favor de la interdependencia. El sistema internacional de estados es suplantado y sustituido por las estructuras de la oligarquía financiera mundial. Los países y monopolios occidentales forman el núcleo de este gobierno global, y después integran gradualmente a las élites económicas y políticas de los estados no occidentales. Así, las antiguas élites nacionales se convierten en cómplices de los procesos de globalización, traicionan los intereses de sus estados y conciudadanos, formando una clase transnacional global que tiene más en común entre sí que con sus antiguos compatriotas.

f. El fin del conocimiento. Los medios de comunicación globales crean un sistema de desinformación total, organizado de acuerdo con los intereses de la oligarquía mundial. Sólo lo que se informa a través de los medios globales constituye la “realidad”. La palabra del cuarto estado global se convierte en una “verdad evidente”, también conocida como “sabiduría convencional” [1]. Los puntos de vista alternativos pueden propagarse por los intersticios de las redes globales de comunicación, pero condenados a la periferia, ya que sólo se proporciona apoyo financiero a aquellos que alimentan, que sirven a los intereses de la oligarquía mundial, es decir, al capital. Cuando las opiniones críticas pasan un umbral y se convierten en una amenaza para el sistema, se utilizan los instrumentos clásicos de la represión, la presión financiera, el eufemismo, la demonización, el acoso legal y físico. En una sociedad así, todo el sistema de conocimiento se convierte en objeto de moderación por parte de esta élite de medios transnacional mundial.

g. El fin del progreso. Durante los últimos siglos, la humanidad ha vivido por la fe en el progreso y la esperanza de un futuro mejor. Como promesas de ello fueron vistos el desarrollo de la metodología positivista, la acumulación de conocimientos y descubrimientos científicos, y una percibida evolución del humanismo y de la justicia social. El progreso parecía estar garantizado y ser evidente. En el siglo XXI esta creencia es compartida sólo por los ingenuos que deliberadamente hacen la vista gorda ante la realidad a cambio de una recompensa en forma de privilegios materiales y paz mental. Pero esta creencia en el progreso se refuta a sí misma. Tanto el ser humano como el mundo no están mejorando sino que, por el contrario, están degenerando rápidamente o, al menos, siguen siendo igual de crueles, cínicos e injustos que siempre. El descubrimiento de este hecho conduce al colapso de la cosmovisión humanista. Sólo el que es deliberadamente ciego elige no ver que bajo la doble moral de Occidente, bajo las consignas pegadizas sobre los derechos humanos y la libertad, yace la voluntad egoísta de colonizar y controlar. El progreso no sólo no está garantizado, sino que es poco probable. Si las cosas continúan desarrollándose como lo hacen hoy, los pronósticos más pesimistas, catastróficos y apocalípticos del futuro llegarán a ser una realidad.

2. En general, nos encontramos ante el fin de un gran ciclo histórico, cuyos parámetros básicos están agotados y desbaratados, y cuyas expectativas asociadas están liquidadas o eran engaños.

El fin del mundo no es que simplemente llegue, es que se está desarrollando ante nuestros ojos. Somos tanto observadores como participantes en el proceso. ¿Se anuncia el fin de la civilización moderna o el fin de la humanidad? Nadie puede predecirlo. Pero la magnitud del desastre es tal, que no podemos excluir que los estertores agónicos del mundo occidentalocéntrico global nos arrastren al abismo junto a él. La situación se vuelve aún más dramática por el hecho de que, bajo las existentes instituciones del gobierno mundial y de las finanzas internacionales mediante las cuales la oligarquía transnacional dicta al mundo, estos procesos catastróficos no pueden seguir con normalidad mientras se ha alcanzado el umbral, ni por su propia inercia pueden ser detenidos, ni su curso cambiado, ya que la tasa de las tendencias principales no permite realizar una maniobra brusca para cambiar de trayectoria.

3. La situación actual es intolerable, no sólo por cómo es, sino por hacia dónde se dirige. Hoy, el suicidio de toda la especie – mañana, una catástrofe. La humanidad ha robado su propio futuro. Pero el hombre se diferencia de los animales por tener un horizonte histórico. Incluso si en un momento dado uno no percibe todas las exigencias de la situación, el propio conocimiento del pasado y la previsión del futuro construido reproducen perspectivas tanto optimistas como siniestras – lo utópico y lo distópico. Viendo por encima del hombro el camino recorrido en el pasado, y mirando hacia abajo el camino que se abre hacia adelante, no podemos permitirnos el lujo de equivocarnos o de no darnos cuenta de que el camino en el que estamos conduce a nuestro destino. Sólo aquellos privados de pensamiento histórico, reducidos a una existencia como “consumidores” por un flujo cada vez más agresivo de publicidad, entretenimiento sin sentido y desinformación, y que están separados de la educación y de la cultura, pueden ignorar el horror de la situación real. Sólo el bruto o el consumidor mecánico, el poshumano, puede no reconocer que el mundo se transforma para la catástrofe.

4. Las personas que han salvado al menos un grano de intelecto independiente y libre no pueden dejar de preguntarse: ¿cuál es la razón de la situación actual? ¿Cuáles son los orígenes y los factores desencadenantes del desastre? Está claro ahora que la causa es la civilización occidental – su desarrollo tecnológico, el individualismo, la búsqueda de la libertad a cualquier precio, el materialismo, el reduccionismo económico, el egoísmo, el fetiche del dinero – es decir, esencialmente la totalidad de la ideología liberal capitalista burguesa. La causa reside también en la creencia racista de las sociedades occidentales acerca de que sus valores y creencias son universales, es decir, mejores y obligatorias para el resto de la humanidad. Si al principio esta pasión dio resultados positivos – engendrando dinámicas, abriendo posibilidades para el humanismo, ampliando zonas de libertad, una mejora de la situación material para algunos, y la apertura de perspectivas nuevas y ajenas – entonces, después de alcanzar su límite, las mismas tendencias comenzaron a producir resultados opuestos: la técnica se convirtió de un instrumento en un principio autosuficiente (la perspectiva de la revuelta de las maquinas); el individualismo fue llevado al extremo, la libertad pierde su objeto siendo privada de su propia naturaleza; la idolatría de lo material conduce a la degradación espiritual, la sociedad es destruida por el egoísmo, el poder absoluto del dinero explota la mano de obra y exorciza el espíritu emprendedor del capitalismo; y la ideología liberal destruye cualquier forma de solidaridad social, cultural o religiosa. En Occidente, este rumbo surgió de la lógica de su propio desarrollo histórico, pero en el resto del mundo, los mismos principios se impusieron por la fuerza, mediante prácticas coloniales e imperialistas, sin tener en cuenta las particularidades de las culturas locales. Occidente, habiendo entrado en este camino en la era moderna, no sólo se dio a sí mismo un final lamentable, sino que también causó un daño irreparable a todas las demás naciones de la tierra. No es universal en el verdadero sentido de la palabra, pero tanto él como su curso catastrófico se han hecho universales y globales, de tal manera que ya no es posible separarse o aislarse. El único cambio posible es arrancar -raíz tronco y ramas-, todo el sistema y sus paradigmas. Y a pesar del hecho de que en las sociedades no occidentales la situación es algo diferente, ignorar simplemente el desafío de Occidente no puede cambiar nada. Las raíces del mal son demasiado profundas. Deben ser claramente entendidas, comprendidas, identificadas, y puestas en el centro de la atención. No se puede luchar contra las consecuencias sin entender las causas.

5. Igual que hay causas para la desastrosa situación actual, así mismo están aquellos cuyos intereses dependen del statu quo – aquellos que quieren que dure, que se benefician de él, que son responsables del mismo, que lo apoyan, refuerzan, protegen y guardan, así como evitan que cambie el curso de su progreso y desarrollo. Esta es la clase transnacional oligárquica mundial, que incluye el núcleo político, financiero, económico, militar-estratégico de la élite del mundo (sobre todo occidental), una amplia red de intelectuales a su servicio, y de ejecutivos y magnates de los medios que forman un leal séquito de mundialistas. En conjunto, la oligarquía mundial y sus asistentes son la clase dominante de la globalización. Ésta incluye a los líderes políticos de los Estados Unidos, los magnates económicos y financieros, y los agentes de la globalización que los sirven y que constituyen la gigantesca red planetaria en la que los recursos se asignan a quienes son leales al rumbo principal de la globalización, así como los flujos de manipulación de la información, el cabildeo político, cultural, intelectual e ideológico, la recopilación de datos, la infiltración en las estructuras de aquellos estados que todavía no se han visto completamente privados de su soberanía, así como la corrupción pura y simple, el soborno, la influencia, el acoso de los no gratos, etc.. Esta red globalista comprende múltiples niveles, incluidos los asuntos tanto políticos como diplomáticos, así como las corporaciones multinacionales y su gestión, las redes de medios de comunicación, el comercio mundial y las estructuras industriales, las organizaciones y los fondos no gubernamentales, y así sucesivamente. La naturaleza de la catástrofe en la que todos nos encontramos, y que está llegando a su apogeo, está hecha por el hombre. Hay fuerzas que están interesadas ​​en mantener el statu quo. Ellos son los arquitectos y gestores del mundo hiper-capitalista egocéntrico global. Ellos son los responsables de todo. La oligarquía mundial y su red de agentes son la raíz del mal. El mal está personificado en la clase política mundial. El mundo es como es porque alguien quiere que sea así y se esfuerza mucho en hacerlo así. Esta voluntad es la quintaesencia del mal histórico. Pero si esto es cierto y alguien es responsable de la situación actual, a continuación, la oposición y el desacuerdo con el statu quo obtienen su destinatario. La oligarquía global se convierte en el enemigo de toda la humanidad. No obstante, la sola presencia de un enemigo identificable ofrece la oportunidad de derrotarlo, una oportunidad para la salvación y para superar la catástrofe.

Parte 2. La imagen de un mundo normal

1. Se nos dice (es hipnosis y propaganda), que “no puede ser” de otra forma (de la que es ahora). O que cualquier alternativa sería “aún peor”. Es esa melodía familiar acerca de que “la democracia tiene muchos defectos, pero todos los demás regímenes políticos son mucho peores, por lo que es mejor tolerar lo que ya está”. Esto es una falsedad y es propaganda política. El mundo en el que vivimos es inaceptable, intolerable y conduce a la muerte inevitable, y la búsqueda de una alternativa es una condición de supervivencia. Si no derrocamos al statu quo, si no se cambia el curso del desarrollo de la civilización, si no se priva del poder y se destruye a la oligarquía mundial entendida como sistema y como fuerzas, grupos, instituciones, corporaciones e incluso individuos específicos, nos convertiremos no sólo en víctimas, sino también en cómplices del fin inminente. Las alegaciones acerca de que “no todo es tan malo”, o sobre que “antes era peor”, que “de alguna manera todo va a mejorar”, etc. son una forma deliberada de sugestión, de hipnosis, con la intención de calmar los restos de conciencia libre, independiente y de análisis sobrio. La oligarquía global no puede permitir que los vasallos de la élite mundial se atrevan a pensar de manera independiente y por su cuenta, sin referencia a sus secretas y subrepticias normas impuestas. Esta élite no actúa directamente como en los regímenes totalitarios del pasado, sino sutilmente, insidiosamente, produciendo sus dogmas y dándolos por sentado, e incluso como una libre elección de cada persona. Pero la dignidad humana consiste en la capacidad de elegir y de escoger específicamente entre decir “sí” o “no” a la situación actual. Nada y nunca, bajo ninguna circunstancia, pueden causar automáticamente un “sí” humano. “No” puede decirse a todo, en cualquier momento y bajo cualquier circunstancia. Negando este derecho, la élite mundial niega que tengamos dignidad humana. Eso significa que se opone no sólo a la humanidad, sino al humanitarismo, a la naturaleza humana. Y esto solo ya nos da el derecho a rebelarnos contra ella, para decir radicalmente “no” a la misma y a todo el estado de cosas, para refutar su sugestión, para despertar de su hipnosis, para dar nuestra aprobación a otro mundo, de otro modo, a un orden diferente, a un sistema diferente, a un presente y un futuro diferentes. El mundo que nos rodea es inaceptable. Es malo desde todos los puntos de vista. Es injusto, desastroso, indigno de confianza, una mentira, no es libre. Debe ser aplastado y destruido. Necesitamos un mundo diferente. Y no va a ser peor, como nos asustan la oligarquía mundial y sus leales servidores, sino que será mejor y salvífico.

2. ¿Cuál es en este caso, el mundo correcto, el orden mundial deseado? ¿Cuál es la base estándar desde la cual se estima lo existente como una patología? La imagen de lo que es un mundo normal para diferentes fuerzas igual de discordantes con la situación actual puede ser muy diferente. Y si se ahonda en los detalles de los proyectos alternativos, las controversias surgirán inevitablemente en el campo de los partidarios de las alternativas globales, su unidad será sacudida, su voluntad de resistir paralizada, la competencia de los proyectos socavará la consolidación de las fuerzas necesaria para resistir. Por lo tanto, un mundo normal, un mundo mejor, debe ser discutido con la máxima cautela. Sin embargo, hay algunos principios y criterios de referencia absolutamente obvios, que difícilmente pueden ser cuestionados por nadie en su sano juicio. Vamos a tratar de encontrarlos.

a. Se requiere un modelo económico, una alternativa al sistema del capitalismo financiero especulativo hoy vigente. La alternativa puede ser vista como un capitalismo industrial real, o en la economía islámica, en el socialismo, en los proyectos ambientales, vinculada al sector de la producción real, en la búsqueda de mecanismos económicos completamente nuevos, incluyendo nuevas formas de energía, de organización del trabajo, etc. La economía normal no será como la que existe en la actualidad.

b. En la escasez de recursos el problema de la distribución debe ser resuelto sobre la base de un plan común a toda la humanidad, no sobre la base de la lucha egoísta por controlarla. Las guerras por los recursos – militares o simplemente económicas – se deben suprimir drásticamente. La humanidad está en peligro de muerte, y para hacer frente a este hecho tenemos que pasar a una actitud diferente a la cuestión democrática y de recursos. En este juego no puede haber ganadores. Todo el mundo va a perder. En un mundo normal, esta amenaza debe ser contestada por todos los pueblos del mundo en conjunto, no individualmente.

c. Un normal y mejor estado de la existencia humana no es la fragmentación y la dispersión en átomos individuales, sino la preservación de las estructuras sociales colectivas, el mantenimiento de la transmisión de la cultura, de los conocimientos, los idiomas, las prácticas, las creencias. El hombre es un ser social, y es por eso que el individualismo liberal es destructivo y criminal. Tenemos que salvar a la sociedad humana a toda costa. De esto se desprende que la orientación social debe prevalecer sobre la liberal-individualista.

d. En una sociedad que fuera a tener lugar, uno debe mantener su dignidad de especie, su identidad, su esencia, su integridad, así como las estructuras sin las cuales su personalidad no puede desarrollarse y fijarse – la familia, el trabajo, las instituciones públicas, el derecho de uno a participar en su propio destino, etc. Las tendencias que conducen a la dispersión de la gente y a su sustitución por otros tipos humanos universales, deben ser detenidas y rechazadas. El hombre es algo que debería ser conservado, y aún recreado.

e. La sociedad normal es una donde los pueblos, las naciones y los estados son mantenidos como formas tradicionales de comunidad humana, como formas creadas, creadas por la historia y la tradición. Pueden cambiarse o transformarse, pero no deben ser suprimidas o forzadas a fusionarse en un único crisol global. La diversidad de los pueblos y las naciones es un tesoro histórico de la humanidad. Suprimiéndola nos dirigiremos a la abolición de la historia, al fin del matrimonio plural, de la libertad y la riqueza cultural. Los procesos de globalización deben ser detenidos.

f. La sociedad normal se basa en la posibilidad de adquirir conocimientos, en la transferencia de los mismos, en la capacidad abierta a la ósmosis del mundo, en la existencia, en el ser humano basado en la tradición, en la experiencia, en los descubrimientos y la libre búsqueda. La esfera del conocimiento no debería ser un campo de espectáculo virtual, de hipnosis de los medios, o un espacio para la manipulación de la conciencia a escala global. Los sucedáneos de medios de comunicación y las estrategias virtuales que sustituyen la realidad deben ser reasignadas para una autorreflexión sobria basada en fuentes abiertas, en la intuición, la creatividad y la experiencia. Para lograr esto, es necesario aplastar la actual dictadura de los medios de comunicación, romper el monopolio de las élites globales para controlar la conciencia de las masas.

g. La sociedad normal debe tener un horizonte positivo del futuro frente a sí. Pero al mismo tiempo, para conseguir el objetivo pretendido es necesario abandonar la ilusión de que las cosas en sí se están desarrollando bien o, por el contrario, la suposición de que la catástrofe es inevitable. La clave de la historia humana es que ésta es abierta, incluyendo un componente de voluntad humana y la capacidad de uno para poner en práctica su libertad. Esto abre la futura zona de posibilidades: no será en sí misma ni mejor ni peor, ya que puede ser creada por la gente como tal, o por otros. Todo depende de lo que elijamos y de lo que hagamos. Si rechazamos elegir y construir con fuerza de voluntad, el futuro puede no llegar. O no ser humano.

La sociedad normal debe ser diversa y plural, policéntrica. Debe contener muchas posibilidades abiertas, muchas culturas. Lo normal es el diálogo libre, no forzado. Cada sociedad puede elegir por sí misma el equilibrio entre los componentes espirituales y materiales. No obstante, como demuestra la historia, la dominación acentuada del materialismo conduce invariablemente al desastre. Olvidar la dimensión espiritual de la persona es mortal y funesto para ella.

La aguda inclinación hacia un materialismo exagerado debe ser compensada por un giro brusco hacia el principio espiritual. Y es absolutamente inaceptable el dominio total del dinero sobre todos los demás valores. Los valores pueden ser de cualquier tipo, pero en cualquier sociedad normal no deben ser colocados en el nivel más alto. En este sentido, todas las sociedades donde el papel del dinero no es tan grande como en la nuestra, por definición, son más normales, justas y aceptables de lo que lo es aquella en la que vivimos hoy en día. Quien piense lo contrario o es un enfermo, o es un agente de la oligarquía mundial. La justicia y la armonía son más importantes que el éxito personal y la codicia. La codicia y el deseo de bienestar individual se consideran un pecado en la mayoría de las culturas humanas, o al menos una debilidad. Y la justicia, la preocupación por el bien común, es uno de los valores más comunes. Una sociedad justa es más normal de lo que lo es una que se basa en el egoísmo. Un orden mundial normal es uno en el cual se reconoce el equilibrio de poder, el derecho de las diferentes sociedades y culturas a seguir su propio camino. Es decir, esta es la norma. Y esta norma, incluso en la forma más general y aproximada, contrasta radicalmente con esto, con lo que tenemos a nuestro alrededor. El statu quo no es normal, es una patología. Una vez que la hipnosis de la oligarquía mundial es aplastada, todas las cosas vuelven a estar bien enfocadas.

3. En una sociedad normal no podemos hacer nada sin el poder. De una u otra forma esto fue, es y será así. También es algo que está presente en la sociedad global actualmente existente. Este poder pertenece a una oligarquía mundial que se oculta bajo el disfraz de la “democracia”, la “complicidad”, la “dispersión de los centros de decisión”.

La oligarquía mundial sigue siendo el poder en todos sus sentidos, pero transformado en algo no directo, sino indirecto, que actúa no por coerción directa, sino mediante un control sutil. Es menos grosero que otras formas de poder, pero es más insidioso, engañoso y astuto, y no menos brutal y totalitario. De vez en cuando toma la forma de un paradójico anarquismo totalitario, dando plena libertad a las masas, pero sólo mientras se mantiene el control total sobre el contenido de esta libertad y de sus parámetros. Usted puede hacer de todo, pero sólo de acuerdo con las reglas establecidas. La regla es dictada por la oligarquía mundial. En una sociedad normal, el poder debe pertenecer no a una élite política y financiera anónima que constantemente conduce a la humanidad a su muerte, sino a los mejores – los más fuertes, los más inteligentes, los más espirituales y justos, los héroes y los sabios, y no a la red mundial de funcionarios corruptos, a los mentirosos y los usurpadores. El poder siempre implica la proyección de múltiples voluntades en una sola institución. La formación de esta institución debe proceder de acuerdo con las tradiciones históricas, sociales, culturales, y en ocasiones las religiosas de cada sociedad en particular. No hay una fórmula general de poder óptima. La democracia funciona en una sociedad y es un fiasco en otra. La monarquía se da para ser armoniosa, y puede renacer como tiranía. La gestión colectiva ofrece resultados tanto positivos como negativos. No hay recetas universales válidas para todos. Pero cualquier poder (e incluso la ausencia del mismo) es mejor que el que existe en la actualidad, que se apoderó del control sobre la humanidad global.

4. La norma llega desde la historia particular de una sociedad humana particular. Y no debería ser otra. La norma, el ejemplo, el ideal, la ley que las sociedades y los pueblos adquieren, lo es a través de muchos sufrimientos, pruebas, errores, valoraciones, experimentos, que incuban esa regla durante siglos. Y es por eso que cada sociedad particular tiene el derecho inalienable de tener su propia norma. Por sus propios valores. Nadie más tiene el derecho de criticar esta norma sobre la base de su propia sociedad histórica, distinta de otras. Si los pueblos y las naciones no se desarrollan de la misma manera que sus vecinos, esto no significa simplemente que no puedan hacerlo, sino que no quieren, que estiman el tiempo histórico y la escala de los éxitos y fracasos según otros criterios. Y esto debería ser reconocido de una vez por todas, y cualquier prejuicio colonialista y racista debería ser categóricamente recusado: si alguna sociedad no es similar a la nuestra, esto no quiere decir que sea peor, atrasada o primitiva; es simplemente diferente, es su alteridad – es su naturaleza, que tenemos que reconocer. Sólo un enfoque de este tipo es normal. El globalismo, el occidentalocentrismo y el universalismo son patologías profundas que requieren ser erradicadas. Especialmente, son patológicas o incluso criminales, si las normas universales son definidas por la ilegítima y auto proclamada élite global que ha usurpado el poder planetario. Hay tantas normas como sociedades existen. Esto es, esta norma es universal: la ausencia de una norma uniforme para todos, la libertad y el derecho a elegir.

Parte 3. El imperativo de la revolución

1. Contra el orden existente, percibido como un mal intolerable, como una patología y como la situación que inevitablemente conducirá a la catástrofe y a la muerte de la humanidad, es necesario proponer una alternativa ideal, la norma, el proyecto que no existe ahora pero que debería existir. Pero la oligarquía global no va a renunciar a su propio poder bajo ninguna circunstancia. Sería ingenuo pensar lo contrario. Por lo tanto, la tarea es quitárselo de las manos, arrebatarle el poder, tomarlo por la fuerza. Esto sólo se puede hacer bajo una condición: si actúan juntas todas las fuerzas insatisfechas con la situación actual. Este principio de acción conjunta es un fenómeno único en la historia reciente, que se ha vuelto global. La oligarquía mundial establece su dominio a nivel planetario. Su naturaleza global no es una cualidad secundaria, sino que refleja su esencia. Esta oligarquía mundial ataca a todos los pueblos, naciones, estados, culturas, religiones y sociedades. No a algún tipos, no a algunos regímenes, no a cualquier seleccionado objeto de ataque particular. Esta élite viene frontal y totalmente, tratando de convertir todas las áreas de la tierra en zonas bajo su control. Pero en estas áreas hay sociedades diferentes, culturas diferentes, pueblos diferentes, religiones diferentes. Y todavía no han perdido su originalidad por completo. La globalización trae la muerte a todas ellas, las cuales todavía pueden entender o sentir eso intuitivamente. Pero en la situación actual ningún país, por sí solo, tiene la fuerza suficiente como para ofrecer una resistencia efectiva a la oligarquía mundial. E incluso si se combinan los esfuerzos de una u otra cultura, o de una u otra comunidad regional que va más allá de las fronteras de un solo país, las fuerzas no son equivalentes. Sólo si toda la humanidad toma conciencia de la necesidad de una oposición radical al globalismo, tendremos la oportunidad de hacer eficaz nuestra lucha y de obtener resultados positivos. La acción conjunta no nos obliga a estar luchando por los mismos ideales o a ser solidarios con esas normas que sustituirán a la catástrofe y patología actuales. Estos ideales pueden ser diferentes, e incluso, en cierta medida, estar en conflicto, pero todos debemos darnos cuenta de que si no somos capaces de estrangular a la oligarquía mundial, todos estos proyectos (cualesquiera que sean) seguirán sin realizarse, y morirán en vano. Y si encontramos la suficiente inteligencia, voluntad, sobriedad y valentía en nosotros mismos para actuar juntos contra la oligarquía mundial en el marco de una Alianza Global Revolucionaria, vamos a tener una posibilidad y una oportunidad abierta no sólo para luchar en igualdad de condiciones, sino también para ganar. Las diferencias entre nuestras sociedades y sus normativas importarán sólo después de derrocar a la oligarquía mundial. Hasta ese momento las contradicciones entre los proyectos sólo jugarán a favor de la oligarquía mundial, actuando según el principio secular de todos los imperios, el “divide y vencerás”. La revolución mundial tiene dos aspectos: la unidad de lo que ha de ser destruido, y la multiplicidad de lo que ha de ser aprobado.

2. La revolución del siglo XXI no puede ser una simple versión de las revoluciones de los siglos XIX o XX. Las anteriores revoluciones a veces evaluaron correctamente los defectos de los tres regímenes contra los cuales se dirigieron. Pero la perspectiva histórica no permitió darse cuenta de las más versátiles y profundas raíces del mal. Junto los ataques contra las características verdaderamente patológicas e injustas de la configuración sociopolítica, el usurpado poder alienado mezclaba elementos históricos y sociológicos menores e incidentales que no merecían un rechazo tan duro. Las anteriores revoluciones muy a menudo golpeaban el mal, salpicándolo, pero afectando a otras cosas que, por el contrario, merecían ser preservadas y restauradas. La pura maldad de las fases anteriores se ocultaba, camuflada, y a veces esas revoluciones traían consigo algo del espíritu de esas directrices y tendencias que conducen hoy a la tiranía global financiera y mediática de la oligarquía. Por otra parte, las revoluciones anteriores en su mayoría procedieron a menudo en consonancia con las condiciones locales, e incluso allí donde afirmaban ser globales, no poseían esa magnitud. Sólo hoy existen condiciones maduras para que una revolución se convierta en algo realmente global. Dado que el sistema contra el que se dirige ya es mundial en la práctica (no sólo en proyecto). Otra característica de las revoluciones anteriores fue que presentaron alternativas claras de modelos socio políticos que, en su mayoría, a menudo pretendían ser universales. Si nosotros repetimos ese camino ahora, inevitablemente alejaremos de la revolución a aquellos que ven la norma de otra manera (a través del prisma de su sociedad, de su historia, de su cultura), y que quieren para ellos mismos un futuro diferente al de otros revolucionarios contra la oligarquía mundial. Por consiguiente, la revolución del siglo XXI debe ser verdaderamente planetaria y plural en sus objetivos últimos. Todas las naciones de la tierra deben rebelarse contra el orden mundial existente conjunta y solidariamente, en equipo, pero en nombre de ideales diferentes y con el fin de aprobar normativas diferentes en realidad. Para tener futuro, debemos concebirlo como un complejo ramillete de oportunidades, cuya realización está siendo impedida por el actual sistema mundial y la oligarquía global. Si no los aplastamos todos juntos en el nombre de diferentes propósitos y de diferentes horizontes, no tendremos ni ramillete, ni cualquier otro futuro, ni más de otros futuros. Que cada sociedad luche por su propio proyecto de futuro. La revolución del siglo XXI sólo tendrá éxito si, dentro de su ámbito, todas las naciones luchan contra el enemigo común en nombre de objetivos diferentes.

3. Esos espectáculos que vemos hoy en las llamadas “revoluciones de colores” no tienen nada de genuinamente revolucionario en sí mismos. Están organizados por la oligarquía global, son preparados y apoyados por sus redes. Las “revoluciones de colores” son casi siempre dirigidas contra aquellas sociedades o aquellos regímenes políticos, que activa o pasivamente se resisten a la oligarquía mundial, desafían sus intereses, tratan de mantener cierta independencia en sus políticas, estrategias, asuntos regionales y economía. Por eso, las “revoluciones de colores” ocurren de forma selectiva, a partir de las redes de los medios de comunicación desplegados por la élite globalista. Son una parodia de revolución, y sirven sólo para propósitos contrarrevolucionarios.

4. La nueva revolución deberá orientarse al derrocamiento radical de la oligarquía mundial, a destruir a la élite del mundo, a destruir todo orden de cosas asociado a ella o, más bien, a controlar el desorden de las cosas. Destruyendo el nervio del mal, liberaremos a la historia de los pueblos y las sociedades del vampiro parasitario, de la oligarquía mundial. Sólo esto puede abrir la perspectiva de la construcción de un futuro alternativo. Por definición propia la revolución debe ser global. La oligarquía global está dispersa por todo el mundo. Está presente no sólo en forma de estructura jerárquica con un centro claramente definido, el núcleo, sino en forma de un neto campo disperso distribuido por todo el mundo. El centro de la toma de decisiones no está necesariamente en el mismo lugar en el que se hallan los centros visibles de la gestión política y estratégica de occidente – en los EEUU y otros centros del mundo occidental. La especificidad de la élite mundial es que su ubicación es móvil y flexible, y el centro de toma de decisiones es móvil y disperso. Por lo tanto, es muy difícil golpear el núcleo de la oligarquía mundial centrándose en su fuerte fijación territorial. Para derrotar a esta red del mal, es necesario erradicar su presencia simultáneamente en diferentes partes de la tierra. Por otra parte, es necesario infiltrarse en la propia red, para sembrar el pánico, para quebrarla, para insertar virus y procesos destructivos. La destrucción radial de la oligarquía mundial requiere de las fuerzas revolucionarias el dominio de los procedimientos de redes y estudiar los protocolos de red del globalismo en sí. La humanidad debe luchar contra el enemigo en su territorio, porque hoy todo el espacio se convirtió en una zona de una u otra manera controlada por el enemigo. Por tanto, la lucha por la destrucción de la élite mundial no sólo debe ser común, sino también estar sincronizada en diferentes partes del mundo, aunque asimétrica. Además, la revolución en el presente caso implica una estrategia de guerra de guerrillas en un territorio ocupado por el enemigo. En particular, esto significa que la batalla debe ser desplegada también en el ciberespacio. La revolución cibernética y la práctica de la lucha radical en el espacio virtual deben ser una parte integral de la revolución del siglo XXI.

5. De todas las ideologías de los tiempos modernos hasta el presente, sólo una sobrevivió, encarnada en el liberalismo o el capitalismo liberal. Es exactamente en esta donde se han concentrado la cosmovisión y la matriz ideológica de la oligarquía global. Esta oligarquía global es abierta o veladamente liberal.

El liberalismo cumple una doble función: por un lado, sirve como carta filosófica para fortalecer, preservar y expandir el poder de la oligarquía global, es decir, actúa como una guía para su políticas globales en curso; por otro lado, permite reclutar voluntarios y colaboradores de esta élite, y su comitiva, a través de adhesiones de largo alcance, en cualquier parte del mundo: aceptando el liberalismo, diferentes personalidades – los políticos, burócratas, empresarios, comerciantes, intelectuales, la comunidad científica, los jóvenes – en cualquier país generan automáticamente el ambiente en el que se recluta al personal globalista, a través del cual las redes se establecen, se recoge la información, se organizan los centros de influencia, se presiona acerca de transacciones y soluciones para beneficio de las empresas transnacionales, y se llevan a cabo otras operaciones estratégicas para el establecimiento de la dominación global de la oligarquía mundial.

Por eso, el principal impacto de la revolución debe ser sobre los liberales en todas sus expresiones – como representantes de la dirección ideológica, política, económica, filosófica, cultural, estratégica, tecnológica. Los liberales son la concha bajo la cual la oligarquía mundial se oculta. Cualquier ataque contra el liberalismo y los liberales tiene una gran posibilidad de afectar a partes sensibles de la oligarquía mundial, a sus órganos vitales. La lucha total contra el liberalismo y los liberales es el vector ideológico principal de la revolución global. La revolución debe ser de carácter estrictamente anti-liberal, porque el liberalismo es exactamente un nudo concentrado del mal. Cualquier otra ideología política puede ser considerada como una posible alternativa, y no hay restricciones. La única excepción es el liberalismo, que debe ser destruido, aplastado, derrocado, convertido en algo obsoleto.

Parte 4. La caída de Occidente: los Estados Unidos como el país del mal absoluto

1. Los orígenes de la situación actual se encuentran profundamente arraigados en la historia de Occidente y en los procesos socio políticos que se desarrollan en esta parte del mundo. La historia de Europa occidental condujo a sus sociedades hasta un punto en el que, gradualmente, el individualismo, el racionalismo, el materialismo, el reduccionismo comenzaron a dominar, y luego, en su base, el capitalismo formado y la burguesía se hicieron triunfantes. La ideología del liberalismo se convirtió en la expresión final de sistema burgués.

Exactamente esta línea ideológica, filosófica, política y económica condujo a la situación actual. En tiempos de la modernidad, Europa fue la cuna de la civilización liberal materialista que se impuso a otros pueblos de la tierra a través de su política imperialista colonial. Al tiempo, se utilizaron las formas más atroces de coerción: por ejemplo, en el siglo XVI los europeos recrearon la institución de la esclavitud, que había dejado de existir hacía mil años bajo la influencia de la ética cristiana. Los europeos recurrieron a esta práctica repugnante en el mismo momento en que Occidente comenzó a desarrollar la teoría del humanismo, el libre pensamiento y la democracia. La esclavitud, por lo tanto, fue una innovación del capitalismo y del orden burgués. El sistema burgués se instaló en las colonias europeas, en algunas de las cuales obtuvo su expresión más consistente y viva, llevando el conjunto democrático-burgués hasta su final lógico. Los Estados Unidos de América, un estado colonial basado en la esclavitud, el individualismo, el egoísmo, el dominio del dinero y de los bienes materiales, se convirtieron en la corona de esta civilización occidental burguesa de la era moderna. Poco a poco, las antiguas colonias europeas se convirtieron en un centro independiente de poder y, a mediados del siglo XX, se convirtieron en el centro de toda la civilización occidental, el polo del sistema capitalista mundial. Tras el fin de la Unión Soviética, los EEUU se quedaron sin el equilibrio del bloque socialista, convirtiéndose en el centro del sistema burgués global. Eso es exactamente la élite estadounidense que, en su mayoría, se fusionó estrechamente con la oligarquía mundial, identificándose prácticamente con ella. Y a pesar de que la oligarquía mundial es más amplia que la clase política estadounidense, ya que también incluye a la oligarquía europea y a las élites burguesas parcialmente occidentalizadas de otras partes del mundo, los Estados Unidos se convirtieron en la columna vertebral del moderno orden mundial global. El poder militar estadounidense es un factor estratégico fundamental en la política mundial, el sistema económico estadounidense es un modelo para el resto del mundo, el sistema estadounidense de medios de comunicación en realidad coincide con una red global, los clichés culturales estadounidenses son imitados en todo el mundo, la tecnología estadounidense está por delante de todos los demás desarrollos tecnológicos. En tal situación, la población de los propios Estados Unidos en sí misma desempeña un papel de rehén pasivo, controlada por la élite global utilizando las herramientas de la nación norteamericana para implementar sus objetivos globales. Estados Unidos es un golemgigantesco controlado por la oligarquía. Estados Unidos encarna el espíritu de tal orden de cosas, lo que plantea una catástrofe inminente en sí mismo, es una expresión del mal, la injusticia, la explotación opresiva, la alienación y el imperialismo colonial.

2. Los Estados Unidos y sus políticas alrededor del mundo son un auténtico azote y un factor esencial para defender y consolidar el orden de cosas existente. Todas las tendencias catastróficas de nuestro tiempo vienen de allí.

a. La economía estadounidense se basa en el predominio del sector financiero, que reemplazó completamente el valor de la producción, del capitalismo industrial clásico, por no hablar de la agricultura. La gran mayoría de los ciudadanos estadounidenses está empleada en el sector terciario de servicios, es decir, no produce nada en concreto. El parasitismo financiero de los Estados Unidos se aplica a todo el planeta porque el dólar, impreso sin ningún tipo de limitación por el Sistema de la Reserva Federal, es una moneda de reserva en un modelo de mundo global. La economía mundial es norteamericano céntrica y trabaja para los Estados Unidos, independientemente de si tal economía es eficaz o no.

b. Unido a esto, Estados Unidos consume el mayor porcentaje de reservas mundiales de recursos per cápita, contaminando la atmósfera con residuos tóxicos y miles de millones de toneladas de desechos. Estados Unidos agota los recursos del resto del mundo y establece (a través del control estratégico militar, diplomático y económico sobre los proveedores) un precio por ello, del cual los Estados Unidos se benefician.

Exactamente este modelo de hegemonía mundial de los EEUU crea un fuerte desequilibrio en la economía mundial, injusticia y explotación, y se acerca al inevitable colapso de los recursos. Junto a eso, en la distribución de los recursos naturales los EEUU se guían únicamente por sus intereses nacionales, lo que a su vez genera pre-requisitos de inminentes desastres.

c. La sociedad estadounidense ha ido más lejos que ninguna otra sociedad occidental en el camino de la atomización, la individualización y la ruptura de los vínculos sociales. Construida por inmigrantes de diferentes países, la sociedad estadounidense inauguró el comienzo de la identidad individual. Divorciado de un colectivo específico, de sus raíces, al modelo europeo occidental se le permitió desarrollarse en el territorio de las Américas en condiciones puramente de laboratorio. La sociedad estadounidense no sólo desintegra gradualmente a los individuos, es que estaba compuesta originalmente por ellos. Es por eso que ahí el individualismo ha alcanzado su umbral lógico, y la sociabilidad (incluyendo el socialismo) tuvo una expansión mínima en comparación con el resto de los países occidentales (por no mencionar a los del Este).

d. Eso es exactamente Estados Unidos, el lugar donde el proceso de individuación ha llegado a sus límites extremos y los ha superado, en dirección a experimentar con el fin de establecer seres post-humanos. Los éxitos de los científicos estadounidenses en la esfera de la clonación, en ingeniería genética y en los experimentos en desarrollos híbridos permiten sugerir que un día seremos testigos del fenómeno de la aparición de seres poshumanos.

e. La sociedad estadounidense se basó principalmente en la mezcla de culturas, naciones y grupos étnicos, bajo el principio del melting pot [2]. La ausencia de lazos étnicos orgánicos era su especialidad. Extendiendo su influencia por el resto del mundo, los EEUU también están promoviendo este principio cosmopolita, convirtiéndolo en una norma universal. Además, los EEUU actúan como la fuerza principal, privando a un país tras otro de su derecho a la soberanía nacional, introduciéndose en otros territorios siempre que resulte conveniente a sus intereses. Tales fueron los casos de las invasiónes de las fuerzas armadas de Estados Unidos y de otros países de la OTAN, siguiendo la política de Estados Unidos, en Serbia, Afganistán, Irak, Libia, etc. Son exactamente los EEUU quienes juegan un papel fundamental en la promoción del cosmopolitismo y la pérdida de soberanía de las naciones y los estados.

f. Los medios de comunicación del mundo, en cuya conciencia se encuentra la creación de la absolutamente falsa imagen virtual del mundo, establecida en interés de la oligarquía mundial, son en su mayoría norteamericanos y representan una continuación de los medios de comunicación de Estados Unidos. Actuando en interés de la élite mundial global, basan sus sistemas en la red de información de Estados Unidos. En la sociedad norteamericana sus propias masas de población son extremadamente ignorantes y faltas de cultura, lo que se combina con la ingenuidad y la confianza en las nociones totalmente falsas e inventadas que se distribuyen a través de la industria del entretenimiento, los medios de comunicación y otros medios. Los EEUU propagaron este estereotipo de ignorancia, la representación de dibujos animados del mundo, de la sociedad, de la historia, etc., en combinación con ciertas habilidades y competencias tecnológicas, a las sociedades que se hallan en su zona de influencia. El sistema norteamericano de conocimiento, centrado exclusivamente en los intereses pragmáticos y materiales, basado en la explotación de los intelectuales, casi en su totalidad inmigrantes de otros países, representa la culminación de la distorsión de la esfera del conocimiento en beneficio de la propaganda, lo pecuniario y los beneficios utilitarios.

g. Los estadounidenses tienen una idea concreta de progreso, creen en el crecimiento ilimitado de su sistema económico, confían en el futuro, el cual desde su punto de vista debe ser “americano”. La mayoría de ellos cree sinceramente que la expansión del american way of life [3] para toda la humanidad es una verdadera bendición, y se quedan perplejos cuando se encuentran con una cara de rechazo o una reacción completamente diferente, con una reacción negativa (sobre todo cuando la difusión de esta forma de vida se acompaña de una invasión militar y del exterminio en masa de la población local, el desarraigo violento de las costumbres tradicionales y religiosas, y otras delicias de la ocupación directa). Lo que los americanos llaman “progreso”, “democratización”, “desarrollo” y “civilización”, es en realidad una degradación, una colonización, una degeneración, una depravada y paradójica forma peculiar de dictadura liberal.

No es exagerado decir que los Estados Unidos son como un bastión del liberalismo militante, una encarnación visible de todo el mal que aqueja a la humanidad hoy, un poderoso mecanismo que conduce constantemente a la humanidad a la catástrofe final. Es el imperio del mal absoluto. Y los rehenes y las víctimas del desastroso rumbo del imperio no son sólo todas las otras naciones, sino también los estadounidenses comunes, no diferentes del resto de las naciones conquistadas, esquilmadas, privadas y perseguidas en esta masacre.

3. Es significativo que los símbolos nacionales de los Estados Unidos sean un conjunto de detalles siniestros. La Estatua de la Libertad reproduce a la diosa griega del infierno, Hécate, y su antorcha, que la gente desea ilumine la noche, hace referencia precisamente a que este es un país de la noche. El signo del dólar copia las columnas de Hércules, las cuales, según los antiguos griegos, delimitaban la zona habitable del Mediterráneo, más allá de la cual se hallaba el mundo del infierno oceánico, el área de los titanes, de los demonios, y de aquella que se hundió por causa de su orgullo, su materialismo y su corrupción, la Atlántida; pero, en lugar de la inscripción Nec plus ultra (“Nada más allá”) que se hizo en la égida, uniendo las columnas, los estadounidenses pusieron la inscripción Plus Ultra (“más allá”), rompiendo por lo tanto, una prohibición simbólica y justificando moralmente la construcción de su civilización infernal. La pirámide masónica en el escudo de los Estados Unidos no tiene la parte superior, lo que significa una sociedad sin una jerarquía vertical, separada de su fuente celestial. No menos inquietantes son otros símbolos. Estos son los detalles, que pueden ser tratados de manera diferente, pero sabiendo el importante papel que juegan en la cultura humana, no debemos descuidar esos significativos caracteres.

4. Los EEUU conducen a otras sociedades a la ruina. Y ellos mismos perecerán. Al mismo tiempo, la escala de procesos catastróficos es tal, que sería ingenuo esperar que alguien en esta situación fuera capaz de zafarse en solitario del poder destructivo del ídolo. La cuestión no es simplemente “empujar al ídolo”, sino empujarlo hacia ese lugar que sea seguro para nosotros. Que no nos aplaste. La Torre de Babel norteamericana está destinada a colapsar, pero es muy probable que bajo sus escombros sean sepultados todos los demás países. Los EEUU se han convertido en un fenómeno mundial hace mucho tiempo, no son un separado país.

Por lo tanto, la lucha contra los Estados Unidos no puede tener el carácter de esas guerras históricas que se libraron entre unos Estados contra otros (o entre coaliciones de estados). Los Estados Unidos son un fenómeno planetario, global, y por lo tanto la lucha eficaz en su contra es sólo posible si se lleva a cabo simultáneamente en todo el mundo, incluido el propio territorio de los Estados Unidos, en el que, como en otros, están presentes las fuerzas revolucionarias no conformistas, que están categóricamente en desacuerdo con el rumbo de los Estados Unidos, el mundo capitalista y el Occidente global.

Estas fuerzas revolucionarias dentro de los EEUU pueden ser los más diversos grupos, tanto derechistas como izquierdistas, personas de diferentes orientaciones religiosas y étnicas. Y deben ser consideradas como un valioso segmento del frente revolucionario planetario. Hasta cierto punto, todos estamos hoy en el imperio estadounidense, ya sea directa o indirectamente, y aún se desconoce si es más fácil y más seguro luchar contra él en la periferia, en los países que aún no se hallan formalmente bajo el control directo de Estados Unidos. El conjunto de la oligarquía mundial, casi siempre al mismo tiempo compuesta por los agentes de la influencia estadounidense, liberales velados o reconocidos, alerta acerca de las manifestaciones de inconformismo en todas las regiones del mundo. Y con la proliferación de medios de localización y la capacidad de almacenamiento, procesamiento de la información y seguimiento total de las transmisiones, ir tras cualquier elemento sospechoso en cualquier parte del mundo es ya un problema fácil de resolver, y mañana será un proceso habitual. Es importante entender que vivimos en una Norteamérica global, y en este sentido, los que se oponen a los Estados Unidos y a la hegemonía estadounidense, así como a la oligarquía mundial desde el exterior, no difieren mucho de los que están contra el mismo enemigo desde dentro. Todos estamos estrictamente en la misma situación.

5. La identificación de los Estados Unidos con el núcleo del mal en el mundo, los polos de los procesos catastróficos que inevitablemente conducen a la humanidad y al sistema mundial a la muerte, es la base para que todas las fuerzas que se oponen al statu quo se unan en un único frente planetario global anti-estadounidense. Se debe crear un movimiento de todo el género humano, una red, una estructura que una a todos los que quieren el final de los EEUU y están listos para poner fin al mismo. Esta cuestión no es relativa al país, sino al principio. No se trata del estado, sino del núcleo estructural de una red global de sometimiento, sumisión, engaño y parasitismo. No se trata de las masas, sino de las elites oligárquicas globales que las controlan. Hoy en día EEUU es responsable de todo. Y por lo tanto debe ser destruido como fenómeno histórico, político, social, militar y estratégico. Pero, ¿cómo se puede lograr esto a pesar de que en el campo militar, el de las finanzas, la tecnología, la economía, en la agresiva expansión cultural, los Estados Unidos son ahora el líder indiscutible, y otros países, incluso críticos con los Estados Unidos, no sólo pierden en todos los aspectos, sino que tienen miedo incluso a una confrontación directa, teóricamente concebible, con el monstruo planetario agonizante, que aún conserva su poder destructivo? Está claro que el enfrentamiento frontal directo no va a resolver este problema. La guerra con los Estados Unidos debe llevarse a cabo en un nivel diferente, de acuerdo a nuevas normas y utilizando nuevas estrategias, tecnologías y métodos

Parte 5. Práctica de Guerra

1. La oligarquía global utiliza los conflictos a su conveniencia, divide e incita a sus enemigos unos contra otros. Participa en las guerras de agresión, las provoca y seguirá actuando de esta manera en el futuro. La pregunta no es luchar o no luchar, ya que nos veremos obligados a luchar en cualquier caso. Hoy es más importante preguntarse ¿cómo luchar? ¿y con quién?. La guerra es una parte irrevocable de la historia humana. Todos los intentos de evitarla en la práctica sólo provocaron nuevas guerras, cada vez más violentas que las anteriores. Por lo tanto, el realismo nos obliga a tratar la guerra de manera ecuánime e imparcial. La humanidad hizo guerras, las hace ahora y las hará hasta el final. La mayor parte de las profecías religiosas sobre el futuro lo describen en los términos de una “batalla final”. Por consiguiente, la guerra debe ser entendida como un entorno socio-cultural de la existencia humana. Es inevitable y esto debe darse por sentado. Las guerras desgarran a la humanidad, pero en cada ocasión tenemos que aprender a analizar correctamente las fuerzas que participan en la guerra. Este análisis cualitativo cambia bajo las circunstancias actuales. Las guerras anteriores se libraron entre grupos étnicos, o entre religiones, entre imperios, entre estados nacionales, entre bloques ideológicos en el siglo XX. Hoy en día llegó una nueva era de la guerra, en la que la protagonista es siempre la oligarquía mundial llevando a cabo sus planes, ya sea con el uso directo de las fuerzas estadounidenses y las tropas de la OTAN, u organizando conflictos locales, de tal manera que su escenario sea consecuente con los intereses de esta élite indirectamente. En algunos casos los conflictos, las guerras y los disturbios son provocados con la participación de muchos grupos, ninguno de los cuales representa los intereses de la oligarquía mundial directamente; se trata entonces de una situación de caos controlado, manipulación con la que proceden ​​los estrategas estadounidenses desde los años 80. En otros casos, la oligarquía mundial apoya simultáneamente a las dos partes en conflicto, manipulándolas en su favor. El correcto análisis de la guerra moderna se reduce por lo tanto a definir el algoritmo de comportamiento, y a señalar los objetivos tácticos y estratégicos de la oligarquía mundial y del estado estadounidense en cada caso particular. Este tipo de análisis requiere un nuevo método basado en una conciencia revolucionaria y global. Participando en la guerra u observando la guerra, siempre debemos tratar de entender su estructura oculta y su verdadera naturaleza, relativa a lo que es inherente en el programa de conflicto del gobierno mundial y de la élite planetaria. Es decir, este elemento es el causante de la práctica totalidad de las guerras de hoy, con la ayuda del cual la oligarquía mundial mantiene y refuerza su posición dominante, tratando de retrasar su final.

2. Un frente anti-estadounidense en condiciones para librar la nueva guerra, debe en primer lugar tener como núcleo el correcto análisis de las fuerzas antagónicas, y de los intereses de la oligarquía mundial ocultos detrás, y en segundo lugar, debe dominar las habilidades para reorientar las acciones militares contra el verdadero culpable de cualquier conflicto moderno, en contra de la oligarquía mundial en sí misma, del entorno liberal, de la influencia de la red de agentes estadounidenses y otros cómplices. Hoy en día no hay ya más agresores y víctimas, intereses nacionales o competiciones por la fuerza acumulada, razones que explican las guerras del pasado. El carácter de las guerras del siglo XXI es el de episodios de una única guerra civil global, la insurgencia y las operaciones de respuesta simétricas por parte del gobierno mundial. Un frente anti-estadounidense, por su propia existencia, debe servir como un mecanismo para la reorientación de cualquier conflicto militar intermitente hacia su verdadero propósito y sus culpables reales, los EEUU, el globalismo y sus estructuras.

3. Las nuevas condiciones exigen que mejoremos las habilidades de lucha clásica, así como el dominio de los nuevos territorios de la guerra, incluyendo la red, las zonas cibernéticas, virtuales. El dominio de estas áreas es la cuestión más importante para el frente anti-estadounidense, debido a que el área de la red virtual permite utilizar eficazmente formas asimétricas de operaciones militares.

Si el poder militar en el sentido de las formas tradicionales de armamento, convierte los recursos de la jerarquía global y sus herramientas, EEUU y OTAN, en incomparables y muy superiores a todo el poder de los potenciales adversarios, y en este aspecto de la confrontación directa difícilmente haya una oportunidad para vencer, en lo que respecta al área de la guerra en la red y las ciber estrategias son decisivos otros factores. No menor es el papel desempeñado por la creatividad, las formas no convencionales de pensamiento, la inventiva y la capacidad de actuar más allá de lo convencional. En el ciberespacio, en ciertos aspectos las fuerzas de la oligarquía mundial y las de la contra-élite revolucionaria pueden equipararse al menos temporalmente: en el marco de un área, zona o tecnología recién abierta, sobre todo al principio, la creatividad de los individuos aislados es comparable a la de las principales dotaciones presupuestarias de las corporaciones transnacionales. Algo como un sitio web personal, o como una bitácora de un solitario con talento, puede atraer público y tener un impacto comparable al de la fuente oficial de información gubernamental de un país o de un medio a gran escala financiado por recursos globalistas. Dominando las estrategias de red, es posible librar una excelente y dinámica guerra cibernética contra la oligarquía mundial, incluyendo virología, trolling revolucionario, flaming, flooding, correo basura y el uso de bots [4], y estrategias virtuales y de usuarios títeres. En este sentido, el frente anti-estadounidense de la contra-élite global necesita tanto de entrenadores militares y veteranos de conflictos a la manera clásica, como tropas de hackers, programadores, administradores de sistemas o figuras individuales de la red de resistencia global. Toda la realidad es ahora un campo de batalla, tanto la ubicada fuera de línea, como la relativa a las zonas virtuales. Tenemos que estar preparados para llevar una guerra total global, ampliando la zona de operaciones de combate a todos los niveles actuales – desde el comportamiento común, los estilos de vida, la moda, el trabajo y el ocio, hasta la ideología, los flujos de información, la tecnología, las redes y los mundos virtuales. Debemos tratar de infligir el máximo daño a la oligarquía mundial y a los intereses de EEUU y la OTAN en todos los niveles disponibles – personal, militar, económico, cultural, informativo, de red, ciberespacial, etc. El enemigo debe ser atacado tanto frontalmente como sigilosamente. En cualquier punto donde flameen las llamas de la resistencia a la globalización, la expansión estadounidense y la dominación de la oligarquía mundial, deben concentrarse los esfuerzos globales del frente planetario anti-estadounidense, dando apoyo a los rebeldes, en el mantenimiento de la información, en la asistencia militar, en la realización de todo tipo de acciones dirigidas a infligir el máximo daño a la oligarquía mundial – moral, físico, de información, imagen, ideológico, material, económico, etc.

4. La contra-élite global revolucionaria debe actuar por cualquier medio, dependiendo de la situación. En circunstancias militares por medios militares, bajo circunstancias de paz, como éstas se den. Debe quedar claro: estamos lidiando con un sistema de terror liberal ilegítimo, un sistema político creado por una junta caníbal de maníacos internacionales, que ilícitamente tomó las palancas del control mundial, conduciendo a la humanidad a la muerte. Si aceptamos sus reglas, se nos garantizan la esclavitud, la humillación, la degradación, la disolución y la muerte próxima. La situación actual no es sólo una condición temporal, que carga con detalles desagradables y costos vejatorios; se trata de un diagnóstico fatal: la continuación de las tendencias actuales no es compatible con la vida. En tal situación, para nosotros no hay ninguna ley, obstáculo, actitud moral y código de conducta. Al respecto hablaremos sólo después de la destrucción de esa obscena camarilla mundial de oligarcas y sus mercenarios internacionales. Por lo tanto, en la lucha contra el sistema cualquier medio está justificado para alcanzar el fin. Debemos comprender claramente que el poder de la oligarquía mundial no puede ser considerado una ley, y su configuración y las autoridades de poder que cooperan con ella son colaboradores ilegítimos. La única ley es la lucha revolucionaria mundial por un cambio radical en el curso de la historia humana. Sólo esta guerra es legítima, justa y moral. Sólo sus normas y sus propósitos están justificados y son dignos de respeto. Cualquier persona que no esté involucrada en el lado de la Revolución en esta guerra, ayuda ya con este simple hecho a la oligarquía mundial a mantener y fortalecer su poder. La ley de la sociedad mundial moderna es el desorden, todas las proporciones están invertidas. Y por el contrario, lo único legítimo ahora es la revuelta, la resistencia, la lucha contra el statu quo, tratando de arreglar su despotismo en términos reales. Mientras que el poder esté en manos de la oligarquía mundial, no tenemos que cumplir otra ley que las leyes de la guerra y de la revolución. Sin embargo, la oligarquía mundial en sí domina basándose en lo nuevo, provoca conflictos y trata de manipularlos. En tales circunstancias, lidiamos con ladrones ilegales y maníacos, matarlos es el deber de toda persona normal, consciente de su dignidad de especie. La guerra es nuestra patria, nuestro elemento, nuestro entorno natural, nativo, en el que tenemos que aprender a existir de manera eficaz y victoriosa.

Parte 6. La estructura de la Alianza Global Revolucionaria

1. El objeto de la nueva revolución mundial debe ser la contra-élite global. Esta contra-elite está destinada a formar la Alianza Global Revolucionaria (GRA) como cristalización de los esfuerzos de las actividades revolucionarias perturbadoras subversivas planetarias encaminadas a la demolición del actual sistema mundial global y al derrocamiento del poder de la oligarquía mundial y su séquito. Esta Alianza Global Revolucionaria debe ser una nueva clase de organización, adecuada a las condiciones del siglo XXI. Ni un partido, ni un movimiento, ni una orden, ni una logia, ni una secta, ni una comunidad religiosa, grupo étnico o casta – como formas colectivas de épocas anteriores – pueden servir como modelo para su estructura. La Alianza Global Revolucionaria debe ser una estructura en red sin un único centro de control, o un conjunto fijo de miembros permanentes, ni un grupo de mando, o una clase dirigente permanente, o un modelo de acción bien definido. La Alianza Global Revolucionaria debe ser espontánea, orgánicamente inscrita en la lógica de los procesos globales, nunca planificando por adelantado y sin atarse a un determinado tiempo o lugar. Sólo una presencia móvil proporcionará una alianza eficaz e inmune contra el sistema opresor mundial planetario y su policía. Las actividades de la Alianza deben basarse en la comprensión de una serie de principios comunes, objetivos de lucha, identidad del enemigo, reconocimiento del statu quo como catastrófe intolerable y que requiere ser destruido totalmente, así como la comprensión de las causas de esta situación, las etapas de su desarrollo, y los procesos instrumentales que la hacen posible y real. Todo el que entienda esto es un miembro de la Alianza Global Revolucionaria, cualquiera que no acepte la situación actual y que está dispuesto a actuar de acuerdo con esta percepción. Es por eso que la Alianza Global Revolucionaria debe ser policéntrica. No debe tener un único centro territorial, nacional, religioso o de otro tipo. La alianza debe funcionar en todas partes, sin consideración de fronteras, razas y religiones, sobre la base de la convicción interna y suscitando espontáneamente oportunidades. La ausencia de estrategia general es exactamente el eje de la estrategia revolucionaria, y no estar sujeta a un espacio neurálgico jerárquico central fijo, el modelo predominante de su funcionamiento. La Alianza Revolucionaria Mundial debe estar en todas partes y en ninguna, debe llevar a cabo sus actos rebeldes siempre, y nunca en un momento fijo. La Alianza Global Revolucionaria debe aparecer justamente cuando y donde la oligarquía mundial menos lo espera. En esto, la Alianza Global Revolucionaria debe parecerse a la acción performativa de la vanguardia, a la práctica del budismo zen o de un juego emocionante, el juego con el trasfondo del fin de la humanidad. Las reglas de este juego pueden cambiar fácilmente en el curso de su desarrollo; los jugadores pueden cambiar su rostro, identidad, historia personal y otras características individuales (incluida la residencia y la documentación). La Alianza Revolucionaria Mundial debe provocar un fallo del sistema, un corto circuito en el funcionamiento de la jerarquía mundial y de su sistema establecido. Es imposible llevar esto a cabo de una manera bien planificada, preparada y modelada; la oligarquía mundial lo descubriría inmediatamente y tomaría medidas preventivas. Es por eso que debemos actuar a partir de un enfoque basado en una completa imprevisibilidad, combinando acciones heroicas personales con acciones colectivas en todos los segmentos de la realidad.

2. La Alianza Global Revolucionaria debe ser deliberadamente asimétrica – podría potencialmente formar parte de estados, fuerzas sociales, partidos políticos, movimientos, grupos, o simples individuos. Todo lo que se opone real o moderadamente, frontal o tangencialmente al poder de la oligarquía mundial, debe considerarse como un territorio de la Alianza Global Revolucionaria. Dicho espacio puede ser condicional o concreto, nacional o cibernético, natural o de red.

a. Si un país cualquiera del mundo – grande o pequeño – actúa contra la dominación global de Estados Unidos, la OTAN, el Occidente global y el sistema financiero liberal mundial, entonces este estado debe ser considerado como parte de la Alianza Global Revolucionaria y ayudado en todos los sentidos, independientemente del hecho de que compartamos los valores de dicho estado, de que sus gobernantes sean atractivos o repulsivos, de que su sistema actual sea justo o corrupto. Nada debe impedirnos apoyar a tal estado como un pasivo en el actual balance mundial de poderes. La crítica, el denigramiento y la demonización de tal estado pueden ser nada más que propaganda negra de las élites globales para desacreditar a sus oponentes. La Alianza Global Revolucionaria prohíbe categóricamente a sus partidarios y participantes cualquier crítica de los regímenes anti-estadounidenses, e incluso de aquellos países cuyas políticas difieren significativamente, por lo menos en algunos aspectos, de la estrategia de la élite global. Aquellos que caen en la trampa de desinformación total del sistema mundial y creen las insinuaciones dirigidas contra tales regímenes antiamericanos, merecen desprecio. No podemos excluir que se trate de provocadores que intentan dividir las filas de la contra-élite. La observación de esta regla o su violación puede ser una causa probable para determinar la adecuación o inadecuación de aquellos que pretendan participar en la Alianza Global Revolucionaria.

b. El mismo principio se aplica en el caso de evaluar movimientos, partidos, organizaciones religiosas, nacionales y políticas. No importa lo que estén pidiendo, si sus metas están bien o mal, si nos gustan o disgustan sus líderes, si están o no claros sus valores, sus actitudes, motivaciones y objetivos. Lo importante es otra cosa: si luchan contra los Estados Unidos y la oligarquía mundial, si destruyen el sistema existente, o si por el contrario lo sostienen, sirven y ayudan a su funcionamiento. En el primer caso, son considerados automáticamente como elementos de la Alianza Revolucionaria Mundial; en el segundo, caen en el campo del mal mundial y de los satélites de la oligarquía global, y en ese caso no deben esperar ninguna piedad ni condescendencia. Especialmente el criterio de orientación en caso de discordia debería ser distinguido aquí: aquellos movimientos, partidos políticos, grupos religiosos y otras asociaciones, que anteponen la confrontación y la competencia con otros movimientos del mismo nivel por encima del imperativo de la oposición a la oligarquía mundial, son cómplices indirectos de esta oligarquía y sus instrumentos inconscientes. La oligarquía global incita maliciosamente a un grupo contra otro para distraer a ambos de su lucha contra la misma. Es por eso que sólo aquellos grupos (los grandes, como portadores de una religión particular mundial, y los pequeñas, como las asociaciones independientes de ciudadanos en una plataforma común) deben ser clasificados para la Alianza Global Revolucionaria, los que son claramente conscientes del hecho de que en cualquier confrontación local y regional el enemigo principal está a menudo oculto, ya que se trata de la oligarquía mundial, y que para derrotarlo, si es necesario, deben unirse incluso a sus peores enemigos (a nivel local), si también éstos están en contra de dicha oligarquía.

Aquellos que desafían este principio juegan en manos de la oligarquía mundial, y pueden ser culpados por ello con todos los motivos. En este ámbito tampoco se puede confiar en el mundo de los medios de comunicación, que desacreditan a ciertas organizaciones políticas, nacionales, ideológicas o religiosas que compiten con la oligarquía mundial: seguramente toda la información acerca de las mismas será falsa, y confiar en ella debe considerarse un error, si no un crimen. Aquellos que son denigrados por los medios de comunicación globales, son casi con toda seguridad en su mayoría grupos y movimientos políticos, religiosos, ideológicos y sociales meritorios que merecen el apoyo de la Alianza Global Revolucionaria.

c. Lo mismo debe aplicarse a individuos en solitario, que mantienen una posición de rechazo a la oligarquía mundial o son críticos con la misma. Estos ya son miembros de la Alianza Global Revolucionaria a su manera, sean o no conscientes de ello, lo declaren o escondan, lo confiesen o nieguen. No es necesario exigir una posición clara a tales personas: por razones técnicas, en ciertas situaciones eso sería una desventaja para ellos (por lo tanto, para todos nosotros). Sólo es necesario evaluar el daño que causan en la práctica a la oligarquía global y proceder según eso. Es absolutamente irrelevante un programa categórico para aquellos que están luchando. Pueden ser cercanos a nosotros, y pueden ser completamente ajenos. Es necesario evaluar a estas personas por el alcance y la eficacia de su resistencia, de su subversión, por su nivel de destrucción del actual statu quo. Si este nivel es grande, merecen un apoyo total e indudable. Y de nuevo en este caso sería un error, e incluso un crimen, tener en cuenta la información denigrante que se produce en contra de ellos por parte de los medios globales y de sus satélites nacionales. Si la oligarquía mundial pone a una persona en particular en la lista negra, la Alianza Global Revolucionaria simplemente debe apoyarlo. La mayor parte de lo que se alegue contra esta persona será una falsedad deliberada desde el principio hasta el final. Pero esto no importa – si todas las insinuaciones globalistas fueran la pura verdad, eso no cambiaría nada – vivimos bajo una ley marcial y un héroe es aquel que es capaz de infligir el máximo daño al enemigo, pero no alguien que tiene una moral ejemplar u otras cualidades que son cruciales para la estimación social en tiempos de paz. Un revolucionario tiene su propia moral: la eficacia y el éxito de su lucha contra el principal despotismo mundial.

3. Sean cuales fueren los motivos por lo que ciertos poderes rechazan el statu quo y desafían a la oligarquía, la globalización, el liberalismo y los EEUU, en todo caso tales poderes deberían ser traídos hasta la alianza. Ĺo demás se decidirá después de la victoria sobre el enemigo y el colapso de la nueva Babilonia. Este es el principio más importante que debe ser tomado como base de la Alianza Global Revolucionaria.

La oligarquía global basa su poder en el hecho de que los proyectos de las fuerzas revolucionarias alternativas difieren de una zona a otra, de una sociedad a otra, de una confesión -o incluso dentro de líneas confesionales- a otra, de un partido a otro, y por último, de un actor a otro. Estas contradicciones en las metas relajan al máximo el campo de los opositores al statu quo, y por lo tanto crean las condiciones para un único dominio de la elite mundial. Este principio es exactamente la columna vertebral estratégica de su despótico y exitoso poder. Se ha observado repetidamente que incluso débiles intentos de unir a diferentes partidos, movimientos, grupos étnicos, estados o incluso individuos aislados en la plataforma general anti-globalista y anti-oligárquica, provocan una reacción histérica de la oligarquía mundial y sus aliados, represiones sin motivo, medidas preventivas para erradicarlos y prevenirlos, e incluso para romper los términos y condiciones de tales intentos. Refiriéndonos a este tema de la creación de la Alianza Global Revolucionaria, ignorando las diferencias en los objetivos sobre la base de la unidad ante un enemigo común – la oligarquía mundial, los EEUU y el Occidente planetario, y el capitalismo financiero-, golpeamos el punto más vulnerable del sistema existente, rompemos y abrimos su código, socavando la base de su estrategia imperial, que consiste en el juego de las contradicciones internas de las diferentes fuerzas. La historia del siglo XX demuestra que cualquier asociación basada en objetivos comunes, incluso la más masiva (como lo fue en el caso del sistema mundial del comunismo y de los partidos comunistas operando prácticamente en todos los países del mundo) tiene su propia barrera restrictiva y no puede ir más allá de un cierto límite. Y el colapso del socialismo mundial está relacionado con eso: habiendo unido a todos los posibles en torno a iniciativas anticapitalistas con metas positivas claramente definidas, con configuraciones dogmáticas habiendo restringido otras interpretaciones, los comunistas agotaron todos los recursos revolucionarios del marxismo, pero no reunieron la masa crítica necesaria para una verdadera victoria sobre el capitalismo. Fuera del movimiento marxista quedaron ardientes estratos de movimientos nacionales, religiosos, conservadores, que eran igual de intransigentes con respecto al capitalismo global, pero que no compartían la específica utopía comunista. Aprovechando esta división, Occidente fue capaz de derrotar al bloque soviético. Este destino debe ser tenido en cuenta muy seriamente por los revolucionarios del siglo XXI. Si seguimos insistiendo en un acuerdo basado en una unidad de propósitos como alternativa a la caótica oligarquía global y a la dominación mundial de los EEUU, estamos condenados al fracaso inevitable y nosotros mismos estaremos dejando en manos del enemigo el arma de nuestra victoria sobre ellos.

4. La Alianza Global Revolucionaria debe ser alimentada por el espíritu de la libertad y la independencia en primer lugar, y sólo después debe buscar recursos materiales para la realización de las operaciones y proyectos particulares. Nunca comenzar a partir de una cuestión de recursos. Se debe partir de la voluntad. Este es el sentido de la dignidad humana. Esta es la regla más importante para el desarrollo de la Alianza Global Revolucionaria. Su centro debe ser el espíritu. Hay situaciones en las que uno no puede hacer frente a las circunstancias externas, a las fuerzas de la naturaleza, al poder del destino. A veces uno se enfrenta con obstáculos imposibles de superar, que están por encima de él.

Pero la esencia de lo humano reside en el hecho de que, aun admitiendo la fuerza bruta o la presión de las circunstancias, uno puede moralmente admitir o no admitir lo que está sucediendo, puede decir “sí” o “no” a las circunstancias. Y si dice “no”, con ello sentencia las circunstancias con su veredicto decisivo, preparando así la base para sus nuevas propuestas (¿soluciónes? ¿resoluciones?). Estando en desacuerdo con el mundo objetivo, el espíritu humano con su desacuerdo ya lo cambia, e incluso si las consecuencias de su veredicto no llegan de una sola vez o no llegan en ningún caso, nunca son letra muerta. Es exactamente el espíritu el que dirige la historia, la sociedad y la vida humana. Cualquier riqueza material, cualquier potencialidad sin la complicidad del espíritu, la voluntad y la aprobación moral será inútil e impotente. Conocemos ejemplos donde civilizaciones enteras niegan a las cosas materiales el derecho a ser consideradas valores verdaderos, y por el contrario, coloquan los verdaderos valores dentro de la esfera espiritual, en el mundo de la contemplación, de la divinidad, de la fe, del ascetismo. A la inversa, la presencia de la elección moral será capaz de hacer de una completa falta de recursos y de medios en su contra, la construcción de un imperio sin fin con un capital mínimo de partida, cubriendo una vasta área de existencia material. El espíritu humano puede hacer cualquier cosa. Es por eso que la Alianza Revolucionaria Mundial debe estar lista para comenzar su lucha contra la oligarquía global desde cualquier punto – desde el individuo aislado, el pequeño grupo de personas, los movimientos, el partido, y así hasta los confines de las comunidades religiosas, las sociedades enteras, las naciones y las civilizaciones. Se puede entrar en batalla no teniendo nada en absoluto, a partir de un juicio negativo de la situación actual y un radical descontento e insatisfacción con lo que está sucediendo. Y se puede confiar en las estructuras existentes a cualquier escala. Los recursos para la ejecución de las actividades revolucionarias globales, para una guerra total planetaria deben provenir de todas partes, no importa cuáles sean su origen o destino. Aquí cabe todo – armas grandes y pequeñas, tradicionales y nuevas tecnologías, infraestructuras de estados enteros o plataformas internacionales, la creatividad de los individuos aislados que heroicamente se unen a la lucha contra la bestia oligárquica mundial. Sólo el espíritu mueve la historia humana. En el espíritu, en su enfermedad, en su debilidad, en su decadencia, en su estupefacción debemos buscar la raíz de la actual patología, que sólo puede ser curada por el espíritu.

Parte 7. Imágenes del futuro: la dialéctica de múltiples normas

1. El futuro será posible si logramos destruir el mundo existente y hacer que la norma sea una realidad. Cada segmento del frente anti-estadounidense, cada elemento de la Alianza Global Revolucionaria tiene su propia visión del futuro, su propia norma. Es de suponer que estas imágenes y estas normas son diferentes, dispares e incluso mutuamente excluyentes. Pero esta circunstancia será importante sólo si estas normas e imágenes de futuro se realizan como algo universal y obligatorio, como algo exclusivo y excluyente de todo otro imperativo común a toda la humanidad. En este caso, la división dentro de la Alianza Global Revolucionaria es tarde o temprano inevitable, por lo que su actividad está condenada al fracaso en algún momento. El musulmán, el ateo, el cristiano, el socialista, el anarquista, el conservador, el libertario, el fundamentalista, el sectario, el progresista, el ecologista o el tradicionalista, difícilmente se llevarán bien el uno con el otro si tratan de difundir su visión del futuro a sus vecinos, y más aún, a toda la humanidad. Y la oligarquía mundial aprovechará inmediatamente esta ventaja, abriendo una cuña entre los opositores que dividirá su solidaridad y matará o estrangulará a cada uno individualmente. Con toda la sencillez y primitivismo de esta estrategia, a través de los milenios invariablemente siempre da buen resultado a aquellos que la utilizan. La Alianza Global Revolucionaria no tiene derecho a sucumbir a tal giro preprogramado y anticipado. La posibilidad de extraer conocimiento de la historia y de construir una estrategia basada en el pensamiento racional es una característica esencial de la persona inteligente. Así, para el éxito de su guerra, la Alianza Global Revolucionaria debe evitar esta trampa inminente. Con imágenes diversas y dispersas del futuro, tenemos que aprender a imaginarlas en su localidad, más que un contexto universal. El Islam para los musulmanes, el Cristianismo para los cristianos, el socialismo para los socialistas, la ecología para los ecologistas, el fundamentalismo para los fundamentalistas, la nación para los nacionalistas, la anarquía para los anarquistas y así sucesivamente – esta debería ser la forma de diseñar el futuro. Eso significa que debemos reconocer la multiplicidad, la pluralidad del futuro, su variabilidad, así como la coexistencia de diferentes concepciones del futuro en diferentes territorios contiguos o no contiguos. La Alianza Global Revolucionaria se opone a un futuro único común a todos, aboga por un ramillete de futuros, para que la humanidad se reponga con una variedad de tonos y colores, formas y variaciones, horizontes y objetivos orientados hacia adelante o hacia el retorno a las raíces. Pero, para que alguna de estas alternativas de futuro tenga lugar, se necesita la ayuda de otras fuerzas, las que están determinadas a ver el futuro de manera diferente. Este es el principal descubrimiento de la estrategia revolucionaria del siglo XXI. Nadie consigue su futuro si rechaza que el otro tendrá su propio futuro, distinto de cualquier otro, su propia norma, su propio horizonte. El futuro será real y libre sólo si todas las naciones y culturas, todas las civilizaciones y movimientos políticos, todos los estados y los individuos aislados logran terminar con la hegemonía estadounidense, la oligarquía mundial y el sistema financiero. Y esto sólo se puede hacer mediante la combinación de los esfuerzos de todos los descontentos. Nadie debe ser excluido de la Alianza Global Revolucionaria. Todos los que están en contra del statu quo y que ven la raíz del mal en el liberalismo, el globalismo y el americanismo, deben ser tratados como participantes plenipotenciarios de nuestro frente común.

2. El futuro debe basarse en el principio de solidaridad, en sociedades entendidas como unidades holísticas orgánicas. Cada cultura dará su propia respuesta a una particular forma espiritual y religiosa. Esta forma será diferente en cada caso. Pero todas tendrán algo en común. Ninguna de tales culturas, religiones y estados elevarán la materia, el dinero, la comodidad física, la eficacia mecánica y el placer vegetativo como sus más altos valores. La materia no puede nunca recuperar su propia forma, es sin forma.

Pero precisamente esta civilización absolutamente materialista está siendo construida a escala global por la oligarquía global mundial, explotando los estímulos más bajos y más tangibles y los impulsos más primitivos del ser humano. En lo más profundo del alma duermen las vergonzosas energías semi-animales, semi-demoníacas, tendiendo hacia la materia para fusionarse con el ser físico orgánico. Estas energías indolentes, resistentes al fuego, a la luz, a la concentración y a la elevación, son la columna vertebral que está siendo explotada por el sistema global, la que se cultiva, con la que se flirtea y a la cual se adula. Este fondo del alma, o la voz de la fisicalidad, arruina cualquier forma cultural, cualquier ideal, cualquier normativa, lo que sea. Eso significa que el curso de la historia se detiene, el eterno retorno del ciclo de consumo comienza, la carrera por los placeres materiales, el consumo de simulacros y de imágenes sin sentido. De esta manera las sociedades pierden su futuro. Cada cultura se opone a estos bajos apetitos, energías de entropía espiritual y de la decadencia. Pero lo hace a su manera y establece una ruta para su norma, para su idea, para su espíritu. Y a pesar del hecho de que los lineamientos y la configuración de estas formas e ideales son diferentes, todos ellos tienen una cosa en común – de hecho en cualquier caso hablamos de forma, no de sustancia, de la idea, y no acerca de lo físico, de la norma y esfuerzo, pero no acerca de la disipación, el entretenimiento y el libertinaje. Por lo tanto, la imagen del futuro, por la que luchan todos los elementos de la Alianza Global Revolucionaria contra la oligarquía mundial, es común en toda su diversidad – en todos los casos es la forma, pero no la deformidad, una idea, pero no la materia, algo que eleva el espíritu humano, en lugar de hundirlo en el abismo del vacío físico entrópico inercial. En el corazón de cualquier norma se alza el bien común, la verdad, la belleza. Cada nación tiene sus propios ideales, siendo generalmente muy diferentes comparten la opinión de que estos son exactamente ideales, pero no cualquier otra cosa. La oligarquía global destruye todos estos ideales, no dejando que sean acogidos. Al hacerlo, se priva a todas las sociedades del futuro.

3. Dichos ideales deben ser conquistados en la guerra y endurecidos con el fuego de la revolución. No tendrán lugar simplemente por sí mismos. Es por ello que la revolución contra el mundo global estadounidense no es sólo un detalle o un accidente, sino el sentido del trabajo histórico, cuyo movimiento se halla bloqueado por ciertas fuerzas.
Estas fuerzas no se retirarán por sí mismas, no se harán a un lado, no dejarán el camino libre a las energías de la existencia. Estamos en un callejón sin salida civilizacional e histórico, y la estructura de este callejón sin salida es tal, que tiene tanto una dimensión objetiva como una subjetiva, es decir, que este estancamiento es mantenido deliberadamente de forma egoísta por cierto fenómeno, al mismo tiempo histórico y anti-histórico: la oligarquía mundial. Para abrir las puertas del futuro es necesario volar el dique que se interpone en su camino. Sin guerra no hay victoria. Sin victoria nunca llegará el futuro. A diferencia de la naturaleza, donde el sol sale cada mañana por sí mismo, el inicio de la aurora de la historia humana depende directamente de la eficacia y el éxito de la lucha contra las fuerzas oscuras – la oligarquía mundial, los EEUU y el capitalismo global. Sólo después de haber arrancado la elite global existente, el curso de la historia podrá avanzar desde donde quedó atascado actualmente. El futuro sólo puede crearse en la guerra y nacer del fuego de la Revolución Global. La Guerra y la Revolución son un despertar. “El Día” es el tiempo de los despiertos. Mientras tanto, la oligarquía mundial hace todo lo que puede para que la humanidad siga durmiendo, y busca asegurar que nunca despierte. Para este exacto propósito se está creando un mundo virtual artificial, donde la noche dura para siempre y el día es representado mediante una simulación electrónica exquisita. Este mundo debería ser volado por los aires.

4. El proyecto del futuro debe ser considerado y creado abiertamente. Los pueblos y las sociedades deben seleccionarlo, pero no recibirlo como algo impuesto. Por eso, la Alianza Global Revolucionaria debería hacer un llamamiento a todos y para todos, contarlo todo acerca de sus metas y objetivos, sus horizontes y sus planes. La Alianza Global Revolucionaria no debe imponer ni tratar de conceder nada a nadie. La Alianza Global Revolucionaria no promete nada, no instiga, no conduce a algún lugar que está claro sólo para ella pero que sigue siendo un misterio para todos los demás. Tales tácticas no nos darán el resultado deseado. La Alianza Global Revolucionaria insiste en un despertar universal, en la movilización total, en la penetración y el conocimiento general de la catástrofe que comenzó y está ganando impulso, y en la construcción desde esta trágica fundación de nuevo mundo transparente, abierto a todas las personas. Tenemos que decirle a la gente la verdad: el estado de la humanidad es terrible, el auto-diagnóstico es de lo más decepcionante. Sí, esta es una enfermedad, una enfermedad grave, profunda e implacable. Pero… curable. Curable si es reconocida como una enfermedad, considerada como tal, y si existe la voluntad de cambiar la situación y de encontrar un horizonte de recuperación. Para encontrar la salud, es necesario recuperarla. Para recuperarla, debemos darnos cuenta de que estamos gravemente enfermos. Y el primer paso hacia la recuperación será identificar dónde nos lleva la enfermedad, y cuáles son sus principales portadores. Los registros de caso se hallan en la cultura occidental de los tiempos modernos y en su preludio histórico. El portador de la enfermedad, en su desarrollo un parásito como las células tumorales en los tejidos sanos, es la oligarquía mundial global, el Estado-Monstruo EEUU, la ideología del liberalismo viciosa ya en sus fundamentos, la red mundial de agentes de influencia sirviendo a los intereses del imperio del mal en todas las sociedades, incluyendo aquellas que fueron capaces de mantener la inmunidad, al menos parcial, ante los virus malignos corrosivos. Los médicos saben que sin la voluntad del paciente no es posible alcanzar la recuperación, y ningún truco o método externo ayudará. Por lo tanto, los principales aliados de la Alianza Global Revolucionaria son las propias personas, las sociedades, las culturas, toda la humanidad, la cual está simplemente obligada a despertar y a sacudirse la escoria liberal oligárquica chupasangre norteamericana. Reiniciar y comenzar a vivir una vida plena, de acuerdo a la propia voluntad y confiando en nuestra propia mente. Entonces la misión de la Alianza Global Revolucionaria habrá sido llevada a cabo y ya no será necesaria. En su lugar vendrá el futuro, que la humanidad elegirá por sí misma y que construirá libremente con sus propias manos. Se va a crear en sí, sólo por sí, y por sí solo.

(Traducción Página Transversal)

Fuentes: The Fourth Political Theory y Legio Victrix

Notas del traductor:

[1] Sabiduría convencional

[2] O “crisol de razas”.

[3] Estilo de vida norteamericano.

[4] Trollingflamingfloodingbots

Alianza Global Revolucionaria (Programa, principios, estrategia)

¡Descontentos de todo el mundo, uníos!

Parte 1. Situación de fin

1. Vivimos el final de un ciclo histórico. Todos los procesos que constituyen el flujo de la historia han llegado a un callejón sin salida lógica.

a. El fin del capitalismo. El desarrollo del capitalismo ha llegado a su límite natural. Sólo hay un camino para el sistema económico mundial, colapsar en sí mismo. Basado en un aumento progresivo de las instituciones puramente financieras, los bancos en primer lugar, y luego de estructuras de valores más complejas y sofisticadas, el sistema del capitalismo moderno ha quedado completamente divorciado de la realidad, del equilibrio entre la oferta y la demanda, de la relación entre producción y consumo, de la conexión con la vida real. Toda la riqueza del mundo está concentrada en las manos de la oligarquía financiera mundial a través de complicadas manipulaciones, como las construcciones financieras piramidales. Esta oligarquía ha devaluado no sólo el trabajo, sino también el capital ligado a los fundamentos del mercado, garantizado a través de la renta financiera. El resto de las fuerzas económicas son esclavas de esta impersonal élite ultra liberal transnacional. Independientemente de qué sintamos acerca del capitalismo, ahora está claro que no sólo está pasando por una nueva crisis, sino que todo el sistema se encuentra al borde del colapso total.

No importa que la oligarquía mundial intente ocultar el actual colapso a las masas de la población mundial, más y más personas comienzan a sospechar que el mismo es inevitable, y que la crisis financiera mundial causada por el colapso del mercado hipotecario estadounidense y de los principales bancos, es sólo el comienzo de una catástrofe global.

Esta catástrofe se puede retrasar, pero no se puede prevenir o evitar. La economía mundial, en la forma en la que opera ahora, está condenada.

b. El fin de los recursos. En la actual situación demográfica, teniendo en cuenta el crecimiento constante de la población mundial, especialmente en los países del tercer mundo, la humanidad está a punto de agotar los recursos naturales de la tierra, necesarios no sólo para mantener los niveles actuales de consumo, sino para la pura supervivencia a niveles mínimos. Nos acercamos rápidamente a los límites del crecimiento, y el hambre mundial, las privaciones y las epidemias se convertirán en la nueva norma. Hemos superado la capacidad de carga de la Tierra. Por lo tanto, nos enfrentamos a una catástrofe demográfica inminente. Cuantas más personas nazcan hoy en día, mayor será el sufrimiento final. Este dilema no tiene fácil solución. Pero pretender que no existe es caminar a ciegas hacia el peor de los escenarios de suicidio colectivo mundial como especie a manos de nuestro propio sistema económico y de crecimiento.

c. El fin de la sociedad. Bajo la influencia de los valores occidentales y americanos, la atomización de las sociedades, no ligadas entre sí por ningún vínculo, está en pleno apogeo. El cosmopolitismo y un nuevo nomadismo se han convertido en el estilo de vida más común, especialmente para la generación más joven. Esto, junto con la inestabilidad económica y la catástrofe ecológica que provocan flujos migratorios sin precedentes, destruye sociedades enteras.

Los lazos culturales, nacionales y religiosos están rotos, los contratos sociales se quiebran y se cortan las relaciones orgánicas. Vivimos en un mundo de multitudes solitarias, de sociedades atomizadas por el culto al individualismo. La soledad cosmopolita se convierte en la norma y ​​las identidades culturales implosionan. Las sociedades son reemplazadas por el nomadismo y la frialdad de la web digital, disolviendo colectivos históricos orgánicos. Al mismo tiempo la cultura, el idioma, la moral, las tradiciones, los valores y la familia como institución, desaparecen.

d. El fin del individuo. La división de la persona en sus componentes se convierte en la tendencia dominante. Las identidades humanas lo son a través de redes virtuales, de personajes online, y el impulso hacia la separación se convierte en un juego de elementos desorganizados. Paradójicamente, cuando uno abandona su integridad se le conceden más libertades, pero a costa de alguien que podría aprovecharlas mejor. La cultura postmoderna exporta compulsivamente a la gente hacia mundos virtuales de pantallas planas y la saca de la realidad, captada por un flujo de alucinaciones sutilmente organizadas y hábilmente manipuladas. Estos procesos son manejados por la oligarquía mundial, que busca hacer a las masas del mundo complacientes, controlables y programables. Nunca antes el individualismo ha sido tan glorificado y, sin embargo, al mismo tiempo, nunca antes la gente de todo el mundo había sido tan similar entre sí en su comportamiento, hábitos, apariencia, técnicas y gustos. En la búsqueda de los individualistas “derechos humanos”, la humanidad se ha perdido a sí misma. Pronto el hombre será reemplazado por el posthumano: un mutante, un ser clonado, un androide.

e. El fin de las naciones y de los pueblos. La globalización y el gobierno mundial interfieren en los asuntos internos de los estados soberanos borrándolos uno por uno. Destruyendo sistemáticamente toda identidad nacional, la oligarquía mundial busca revocar todas las barreras nacionales que puedan impedir su ubicua presencia. Las empresas transnacionales ponen sus intereses por encima de los intereses nacionales y de las administraciones estatales, lo que conduce a una dependencia de los sistemas externos y a la pérdida de la independencia en favor de la interdependencia. El sistema internacional de estados es suplantado y sustituido por las estructuras de la oligarquía financiera mundial. Los países y monopolios occidentales forman el núcleo de este gobierno global, y después integran gradualmente a las élites económicas y políticas de los estados no occidentales. Así, las antiguas élites nacionales se convierten en cómplices de los procesos de globalización, traicionan los intereses de sus estados y conciudadanos, formando una clase transnacional global que tiene más en común entre sí que con sus antiguos compatriotas.

f. El fin del conocimiento. Los medios de comunicación globales crean un sistema de desinformación total, organizado de acuerdo con los intereses de la oligarquía mundial. Sólo lo que se informa a través de los medios globales constituye la “realidad”. La palabra del cuarto estado global se convierte en una “verdad evidente”, también conocida como “sabiduría convencional” [1]. Los puntos de vista alternativos pueden propagarse por los intersticios de las redes globales de comunicación, pero condenados a la periferia, ya que sólo se proporciona apoyo financiero a aquellos que alimentan, que sirven a los intereses de la oligarquía mundial, es decir, al capital. Cuando las opiniones críticas pasan un umbral y se convierten en una amenaza para el sistema, se utilizan los instrumentos clásicos de la represión, la presión financiera, el eufemismo, la demonización, el acoso legal y físico. En una sociedad así, todo el sistema de conocimiento se convierte en objeto de moderación por parte de esta élite de medios transnacional mundial.

g. El fin del progreso. Durante los últimos siglos, la humanidad ha vivido por la fe en el progreso y la esperanza de un futuro mejor. Como promesas de ello fueron vistos el desarrollo de la metodología positivista, la acumulación de conocimientos y descubrimientos científicos, y una percibida evolución del humanismo y de la justicia social. El progreso parecía estar garantizado y ser evidente. En el siglo XXI esta creencia es compartida sólo por los ingenuos que deliberadamente hacen la vista gorda ante la realidad a cambio de una recompensa en forma de privilegios materiales y paz mental. Pero esta creencia en el progreso se refuta a sí misma. Tanto el ser humano como el mundo no están mejorando sino que, por el contrario, están degenerando rápidamente o, al menos, siguen siendo igual de crueles, cínicos e injustos que siempre. El descubrimiento de este hecho conduce al colapso de la cosmovisión humanista. Sólo el que es deliberadamente ciego elige no ver que bajo la doble moral de Occidente, bajo las consignas pegadizas sobre los derechos humanos y la libertad, yace la voluntad egoísta de colonizar y controlar. El progreso no sólo no está garantizado, sino que es poco probable. Si las cosas continúan desarrollándose como lo hacen hoy, los pronósticos más pesimistas, catastróficos y apocalípticos del futuro llegarán a ser una realidad.

2. En general, nos encontramos ante el fin de un gran ciclo histórico, cuyos parámetros básicos están agotados y desbaratados, y cuyas expectativas asociadas están liquidadas o eran engaños.

El fin del mundo no es que simplemente llegue, es que se está desarrollando ante nuestros ojos. Somos tanto observadores como participantes en el proceso. ¿Se anuncia el fin de la civilización moderna o el fin de la humanidad? Nadie puede predecirlo. Pero la magnitud del desastre es tal, que no podemos excluir que los estertores agónicos del mundo occidentalocéntrico global nos arrastren al abismo junto a él. La situación se vuelve aún más dramática por el hecho de que, bajo las existentes instituciones del gobierno mundial y de las finanzas internacionales mediante las cuales la oligarquía transnacional dicta al mundo, estos procesos catastróficos no pueden seguir con normalidad mientras se ha alcanzado el umbral, ni por su propia inercia pueden ser detenidos, ni su curso cambiado, ya que la tasa de las tendencias principales no permite realizar una maniobra brusca para cambiar de trayectoria.

3. La situación actual es intolerable, no sólo por cómo es, sino por hacia dónde se dirige. Hoy, el suicidio de toda la especie – mañana, una catástrofe. La humanidad ha robado su propio futuro. Pero el hombre se diferencia de los animales por tener un horizonte histórico. Incluso si en un momento dado uno no percibe todas las exigencias de la situación, el propio conocimiento del pasado y la previsión del futuro construido reproducen perspectivas tanto optimistas como siniestras – lo utópico y lo distópico. Viendo por encima del hombro el camino recorrido en el pasado, y mirando hacia abajo el camino que se abre hacia adelante, no podemos permitirnos el lujo de equivocarnos o de no darnos cuenta de que el camino en el que estamos conduce a nuestro destino. Sólo aquellos privados de pensamiento histórico, reducidos a una existencia como “consumidores” por un flujo cada vez más agresivo de publicidad, entretenimiento sin sentido y desinformación, y que están separados de la educación y de la cultura, pueden ignorar el horror de la situación real. Sólo el bruto o el consumidor mecánico, el poshumano, puede no reconocer que el mundo se transforma para la catástrofe.

4. Las personas que han salvado al menos un grano de intelecto independiente y libre no pueden dejar de preguntarse: ¿cuál es la razón de la situación actual? ¿Cuáles son los orígenes y los factores desencadenantes del desastre? Está claro ahora que la causa es la civilización occidental – su desarrollo tecnológico, el individualismo, la búsqueda de la libertad a cualquier precio, el materialismo, el reduccionismo económico, el egoísmo, el fetiche del dinero – es decir, esencialmente la totalidad de la ideología liberal capitalista burguesa. La causa reside también en la creencia racista de las sociedades occidentales acerca de que sus valores y creencias son universales, es decir, mejores y obligatorias para el resto de la humanidad. Si al principio esta pasión dio resultados positivos – engendrando dinámicas, abriendo posibilidades para el humanismo, ampliando zonas de libertad, una mejora de la situación material para algunos, y la apertura de perspectivas nuevas y ajenas – entonces, después de alcanzar su límite, las mismas tendencias comenzaron a producir resultados opuestos: la técnica se convirtió de un instrumento en un principio autosuficiente (la perspectiva de la revuelta de las maquinas); el individualismo fue llevado al extremo, la libertad pierde su objeto siendo privada de su propia naturaleza; la idolatría de lo material conduce a la degradación espiritual, la sociedad es destruida por el egoísmo, el poder absoluto del dinero explota la mano de obra y exorciza el espíritu emprendedor del capitalismo; y la ideología liberal destruye cualquier forma de solidaridad social, cultural o religiosa. En Occidente, este rumbo surgió de la lógica de su propio desarrollo histórico, pero en el resto del mundo, los mismos principios se impusieron por la fuerza, mediante prácticas coloniales e imperialistas, sin tener en cuenta las particularidades de las culturas locales. Occidente, habiendo entrado en este camino en la era moderna, no sólo se dio a sí mismo un final lamentable, sino que también causó un daño irreparable a todas las demás naciones de la tierra. No es universal en el verdadero sentido de la palabra, pero tanto él como su curso catastrófico se han hecho universales y globales, de tal manera que ya no es posible separarse o aislarse. El único cambio posible es arrancar -raíz tronco y ramas-, todo el sistema y sus paradigmas. Y a pesar del hecho de que en las sociedades no occidentales la situación es algo diferente, ignorar simplemente el desafío de Occidente no puede cambiar nada. Las raíces del mal son demasiado profundas. Deben ser claramente entendidas, comprendidas, identificadas, y puestas en el centro de la atención. No se puede luchar contra las consecuencias sin entender las causas.

5. Igual que hay causas para la desastrosa situación actual, así mismo están aquellos cuyos intereses dependen del statu quo – aquellos que quieren que dure, que se benefician de él, que son responsables del mismo, que lo apoyan, refuerzan, protegen y guardan, así como evitan que cambie el curso de su progreso y desarrollo. Esta es la clase transnacional oligárquica mundial, que incluye el núcleo político, financiero, económico, militar-estratégico de la élite del mundo (sobre todo occidental), una amplia red de intelectuales a su servicio, y de ejecutivos y magnates de los medios que forman un leal séquito de mundialistas. En conjunto, la oligarquía mundial y sus asistentes son la clase dominante de la globalización. Ésta incluye a los líderes políticos de los Estados Unidos, los magnates económicos y financieros, y los agentes de la globalización que los sirven y que constituyen la gigantesca red planetaria en la que los recursos se asignan a quienes son leales al rumbo principal de la globalización, así como los flujos de manipulación de la información, el cabildeo político, cultural, intelectual e ideológico, la recopilación de datos, la infiltración en las estructuras de aquellos estados que todavía no se han visto completamente privados de su soberanía, así como la corrupción pura y simple, el soborno, la influencia, el acoso de los no gratos, etc.. Esta red globalista comprende múltiples niveles, incluidos los asuntos tanto políticos como diplomáticos, así como las corporaciones multinacionales y su gestión, las redes de medios de comunicación, el comercio mundial y las estructuras industriales, las organizaciones y los fondos no gubernamentales, y así sucesivamente. La naturaleza de la catástrofe en la que todos nos encontramos, y que está llegando a su apogeo, está hecha por el hombre. Hay fuerzas que están interesadas ​​en mantener el statu quo. Ellos son los arquitectos y gestores del mundo hiper-capitalista egocéntrico global. Ellos son los responsables de todo. La oligarquía mundial y su red de agentes son la raíz del mal. El mal está personificado en la clase política mundial. El mundo es como es porque alguien quiere que sea así y se esfuerza mucho en hacerlo así. Esta voluntad es la quintaesencia del mal histórico. Pero si esto es cierto y alguien es responsable de la situación actual, a continuación, la oposición y el desacuerdo con el statu quo obtienen su destinatario. La oligarquía global se convierte en el enemigo de toda la humanidad. No obstante, la sola presencia de un enemigo identificable ofrece la oportunidad de derrotarlo, una oportunidad para la salvación y para superar la catástrofe.

Parte 2. La imagen de un mundo normal

Se nos dice (es hipnosis y propaganda), que “no puede ser” de otra forma (de la que es ahora). O que cualquier alternativa sería “aún peor”. Es esa melodía familiar acerca de que “la democracia tiene muchos defectos, pero todos los demás regímenes políticos son mucho peores, por lo que es mejor tolerar lo que ya está”. Esto es una falsedad y es propaganda política. El mundo en el que vivimos es inaceptable, intolerable y conduce a la muerte inevitable, y la búsqueda de una alternativa es una condición de supervivencia. Si no derrocamos al statu quo, si no se cambia el curso del desarrollo de la civilización, si no se priva del poder y se destruye a la oligarquía mundial entendida como sistema y como fuerzas, grupos, instituciones, corporaciones e incluso individuos específicos, nos convertiremos no sólo en víctimas, sino también en cómplices del fin inminente. Las alegaciones acerca de que “no todo es tan malo”, o sobre que “antes era peor”, que “de alguna manera todo va a mejorar”, etc. son una forma deliberada de sugestión, de hipnosis, con la intención de calmar los restos de conciencia libre, independiente y de análisis sobrio. La oligarquía global no puede permitir que los vasallos de la élite mundial se atrevan a pensar de manera independiente y por su cuenta, sin referencia a sus secretas y subrepticias normas impuestas. Esta élite no actúa directamente como en los regímenes totalitarios del pasado, sino sutilmente, insidiosamente, produciendo sus dogmas y dándolos por sentado, e incluso como una libre elección de cada persona. Pero la dignidad humana consiste en la capacidad de elegir y de escoger específicamente entre decir “sí” o “no” a la situación actual. Nada y nunca, bajo ninguna circunstancia, pueden causar automáticamente un “sí” humano. “No” puede decirse a todo, en cualquier momento y bajo cualquier circunstancia. Negando este derecho, la élite mundial niega que tengamos dignidad humana. Eso significa que se opone no sólo a la humanidad, sino al humanitarismo, a la naturaleza humana. Y esto solo ya nos da el derecho a rebelarnos contra ella, para decir radicalmente “no” a la misma y a todo el estado de cosas, para refutar su sugestión, para despertar de su hipnosis, para dar nuestra aprobación a otro mundo, de otro modo, a un orden diferente, a un sistema diferente, a un presente y un futuro diferentes. El mundo que nos rodea es inaceptable. Es malo desde todos los puntos de vista. Es injusto, desastroso, indigno de confianza, una mentira, no es libre. Debe ser aplastado y destruido. Necesitamos un mundo diferente. Y no va a ser peor, como nos asustan la oligarquía mundial y sus leales servidores, sino que será mejor y salvífico.

¿Cuál es en este caso, el mundo correcto, el orden mundial deseado? ¿Cuál es la base estándar desde la cual se estima lo existente como una patología? La imagen de lo que es un mundo normal para diferentes fuerzas igual de discordantes con la situación actual puede ser muy diferente. Y si se ahonda en los detalles de los proyectos alternativos, las controversias surgirán inevitablemente en el campo de los partidarios de las alternativas globales, su unidad será sacudida, su voluntad de resistir paralizada, la competencia de los proyectos socavará la consolidación de las fuerzas necesaria para resistir. Por lo tanto, un mundo normal, un mundo mejor, debe ser discutido con la máxima cautela. Sin embargo, hay algunos principios y criterios de referencia absolutamente obvios, que difícilmente pueden ser cuestionados por nadie en su sano juicio. Vamos a tratar de encontrarlos.

a. Se requiere un modelo económico, una alternativa al sistema del capitalismo financiero especulativo hoy vigente. La alternativa puede ser vista como un capitalismo industrial real, o en la economía islámica, en el socialismo, en los proyectos ambientales, vinculada al sector de la producción real, en la búsqueda de mecanismos económicos completamente nuevos, incluyendo nuevas formas de energía, de organización del trabajo, etc. La economía normal no será como la que existe en la actualidad.

b. En la escasez de recursos el problema de la distribución debe ser resuelto sobre la base de un plan común a toda la humanidad, no sobre la base de la lucha egoísta por controlarla. Las guerras por los recursos – militares o simplemente económicas – se deben suprimir drásticamente. La humanidad está en peligro de muerte, y para hacer frente a este hecho tenemos que pasar a una actitud diferente a la cuestión democrática y de recursos. En este juego no puede haber ganadores. Todo el mundo va a perder. En un mundo normal, esta amenaza debe ser contestada por todos los pueblos del mundo en conjunto, no individualmente.

c. Un normal y mejor estado de la existencia humana no es la fragmentación y la dispersión en átomos individuales, sino la preservación de las estructuras sociales colectivas, el mantenimiento de la transmisión de la cultura, de los conocimientos, los idiomas, las prácticas, las creencias. El hombre es un ser social, y es por eso que el individualismo liberal es destructivo y criminal. Tenemos que salvar a la sociedad humana a toda costa. De esto se desprende que la orientación social debe prevalecer sobre la liberal-individualista.

d. En una sociedad que fuera a tener lugar, uno debe mantener su dignidad de especie, su identidad, su esencia, su integridad, así como las estructuras sin las cuales su personalidad no puede desarrollarse y fijarse – la familia, el trabajo, las instituciones públicas, el derecho de uno a participar en su propio destino, etc. Las tendencias que conducen a la dispersión de la gente y a su sustitución por otros tipos humanos universales, deben ser detenidas y rechazadas. El hombre es algo que debería ser conservado, y aún recreado.

e. La sociedad normal es una donde los pueblos, las naciones y los estados son mantenidos como formas tradicionales de comunidad humana, como formas creadas, creadas por la historia y la tradición. Pueden cambiarse o transformarse, pero no deben ser suprimidas o forzadas a fusionarse en un único crisol global. La diversidad de los pueblos y las naciones es un tesoro histórico de la humanidad. Suprimiéndola nos dirigiremos a la abolición de la historia, al fin del matrimonio plural, de la libertad y la riqueza cultural. Los procesos de globalización deben ser detenidos.

f. La sociedad normal se basa en la posibilidad de adquirir conocimientos, en la transferencia de los mismos, en la capacidad abierta a la ósmosis del mundo, en la existencia, en el ser humano basado en la tradición, en la experiencia, en los descubrimientos y la libre búsqueda. La esfera del conocimiento no debería ser un campo de espectáculo virtual, de hipnosis de los medios, o un espacio para la manipulación de la conciencia a escala global. Los sucedáneos de medios de comunicación y las estrategias virtuales que sustituyen la realidad deben ser reasignadas para una autorreflexión sobria basada en fuentes abiertas, en la intuición, la creatividad y la experiencia. Para lograr esto, es necesario aplastar la actual dictadura de los medios de comunicación, romper el monopolio de las élites globales para controlar la conciencia de las masas.

g. La sociedad normal debe tener un horizonte positivo del futuro frente a sí. Pero al mismo tiempo, para conseguir el objetivo pretendido es necesario abandonar la ilusión de que las cosas en sí se están desarrollando bien o, por el contrario, la suposición de que la catástrofe es inevitable. La clave de la historia humana es que ésta es abierta, incluyendo un componente de voluntad humana y la capacidad de uno para poner en práctica su libertad. Esto abre la futura zona de posibilidades: no será en sí misma ni mejor ni peor, ya que puede ser creada por la gente como tal, o por otros. Todo depende de lo que elijamos y de lo que hagamos. Si rechazamos elegir y construir con fuerza de voluntad, el futuro puede no llegar. O no ser humano.

La sociedad normal debe ser diversa y plural, policéntrica. Debe contener muchas posibilidades abiertas, muchas culturas. Lo normal es el diálogo libre, no forzado. Cada sociedad puede elegir por sí misma el equilibrio entre los componentes espirituales y materiales. No obstante, como demuestra la historia, la dominación acentuada del materialismo conduce invariablemente al desastre. Olvidar la dimensión espiritual de la persona es mortal y funesto para ella.

La aguda inclinación hacia un materialismo exagerado debe ser compensada por un giro brusco hacia el principio espiritual. Y es absolutamente inaceptable el dominio total del dinero sobre todos los demás valores. Los valores pueden ser de cualquier tipo, pero en cualquier sociedad normal no deben ser colocados en el nivel más alto. En este sentido, todas las sociedades donde el papel del dinero no es tan grande como en la nuestra, por definición, son más normales, justas y aceptables de lo que lo es aquella en la que vivimos hoy en día. Quien piense lo contrario o es un enfermo, o es un agente de la oligarquía mundial. La justicia y la armonía son más importantes que el éxito personal y la codicia. La codicia y el deseo de bienestar individual se consideran un pecado en la mayoría de las culturas humanas, o al menos una debilidad. Y la justicia, la preocupación por el bien común, es uno de los valores más comunes. Una sociedad justa es más normal de lo que lo es una que se basa en el egoísmo. Un orden mundial normal es uno en el cual se reconoce el equilibrio de poder, el derecho de las diferentes sociedades y culturas a seguir su propio camino. Es decir, esta es la norma. Y esta norma, incluso en la forma más general y aproximada, contrasta radicalmente con esto, con lo que tenemos a nuestro alrededor. El statu quo no es normal, es una patología. Una vez que la hipnosis de la oligarquía mundial es aplastada, todas las cosas vuelven a estar bien enfocadas.

3. En una sociedad normal no podemos hacer nada sin el poder. De una u otra forma esto fue, es y será así. También es algo que está presente en la sociedad global actualmente existente. Este poder pertenece a una oligarquía mundial que se oculta bajo el disfraz de la “democracia”, la “complicidad”, la “dispersión de los centros de decisión”.

La oligarquía mundial sigue siendo el poder en todos sus sentidos, pero transformado en algo no directo, sino indirecto, que actúa no por coerción directa, sino mediante un control sutil. Es menos grosero que otras formas de poder, pero es más insidioso, engañoso y astuto, y no menos brutal y totalitario. De vez en cuando toma la forma de un paradójico anarquismo totalitario, dando plena libertad a las masas, pero sólo mientras se mantiene el control total sobre el contenido de esta libertad y de sus parámetros. Usted puede hacer de todo, pero sólo de acuerdo con las reglas establecidas. La regla es dictada por la oligarquía mundial. En una sociedad normal, el poder debe pertenecer no a una élite política y financiera anónima que constantemente conduce a la humanidad a su muerte, sino a los mejores – los más fuertes, los más inteligentes, los más espirituales y justos, los héroes y los sabios, y no a la red mundial de funcionarios corruptos, a los mentirosos y los usurpadores. El poder siempre implica la proyección de múltiples voluntades en una sola institución. La formación de esta institución debe proceder de acuerdo con las tradiciones históricas, sociales, culturales, y en ocasiones las religiosas de cada sociedad en particular. No hay una fórmula general de poder óptima. La democracia funciona en una sociedad y es un fiasco en otra. La monarquía se da para ser armoniosa, y puede renacer como tiranía. La gestión colectiva ofrece resultados tanto positivos como negativos. No hay recetas universales válidas para todos. Pero cualquier poder (e incluso la ausencia del mismo) es mejor que el que existe en la actualidad, que se apoderó del control sobre la humanidad global.

4. La norma llega desde la historia particular de una sociedad humana particular. Y no debería ser otra. La norma, el ejemplo, el ideal, la ley que las sociedades y los pueblos adquieren, lo es a través de muchos sufrimientos, pruebas, errores, valoraciones, experimentos, que incuban esa regla durante siglos. Y es por eso que cada sociedad particular tiene el derecho inalienable de tener su propia norma. Por sus propios valores. Nadie más tiene el derecho de criticar esta norma sobre la base de su propia sociedad histórica, distinta de otras. Si los pueblos y las naciones no se desarrollan de la misma manera que sus vecinos, esto no significa simplemente que no puedan hacerlo, sino que no quieren, que estiman el tiempo histórico y la escala de los éxitos y fracasos según otros criterios. Y esto debería ser reconocido de una vez por todas, y cualquier prejuicio colonialista y racista debería ser categóricamente recusado: si alguna sociedad no es similar a la nuestra, esto no quiere decir que sea peor, atrasada o primitiva; es simplemente diferente, es su alteridad – es su naturaleza, que tenemos que reconocer. Sólo un enfoque de este tipo es normal. El globalismo, el occidentalocentrismo y el universalismo son patologías profundas que requieren ser erradicadas. Especialmente, son patológicas o incluso criminales, si las normas universales son definidas por la ilegítima y auto proclamada élite global que ha usurpado el poder planetario. Hay tantas normas como sociedades existen. Esto es, esta norma es universal: la ausencia de una norma uniforme para todos, la libertad y el derecho a elegir.

Parte 3. El imperativo de la revolución

1. Contra el orden existente, percibido como un mal intolerable, como una patología y como la situación que inevitablemente conducirá a la catástrofe y a la muerte de la humanidad, es necesario proponer una alternativa ideal, la norma, el proyecto que no existe ahora pero que debería existir. Pero la oligarquía global no va a renunciar a su propio poder bajo ninguna circunstancia. Sería ingenuo pensar lo contrario. Por lo tanto, la tarea es quitárselo de las manos, arrebatarle el poder, tomarlo por la fuerza. Esto sólo se puede hacer bajo una condición: si actúan juntas todas las fuerzas insatisfechas con la situación actual. Este principio de acción conjunta es un fenómeno único en la historia reciente, que se ha vuelto global. La oligarquía mundial establece su dominio a nivel planetario. Su naturaleza global no es una cualidad secundaria, sino que refleja su esencia. Esta oligarquía mundial ataca a todos los pueblos, naciones, estados, culturas, religiones y sociedades. No a algún tipos, no a algunos regímenes, no a cualquier seleccionado objeto de ataque particular. Esta élite viene frontal y totalmente, tratando de convertir todas las áreas de la tierra en zonas bajo su control. Pero en estas áreas hay sociedades diferentes, culturas diferentes, pueblos diferentes, religiones diferentes. Y todavía no han perdido su originalidad por completo. La globalización trae la muerte a todas ellas, las cuales todavía pueden entender o sentir eso intuitivamente. Pero en la situación actual ningún país, por sí solo, tiene la fuerza suficiente como para ofrecer una resistencia efectiva a la oligarquía mundial. E incluso si se combinan los esfuerzos de una u otra cultura, o de una u otra comunidad regional que va más allá de las fronteras de un solo país, las fuerzas no son equivalentes. Sólo si toda la humanidad toma conciencia de la necesidad de una oposición radical al globalismo, tendremos la oportunidad de hacer eficaz nuestra lucha y de obtener resultados positivos. La acción conjunta no nos obliga a estar luchando por los mismos ideales o a ser solidarios con esas normas que sustituirán a la catástrofe y patología actuales. Estos ideales pueden ser diferentes, e incluso, en cierta medida, estar en conflicto, pero todos debemos darnos cuenta de que si no somos capaces de estrangular a la oligarquía mundial, todos estos proyectos (cualesquiera que sean) seguirán sin realizarse, y morirán en vano. Y si encontramos la suficiente inteligencia, voluntad, sobriedad y valentía en nosotros mismos para actuar juntos contra la oligarquía mundial en el marco de una Alianza Global Revolucionaria, vamos a tener una posibilidad y una oportunidad abierta no sólo para luchar en igualdad de condiciones, sino también para ganar. Las diferencias entre nuestras sociedades y sus normativas importarán sólo después de derrocar a la oligarquía mundial. Hasta ese momento las contradicciones entre los proyectos sólo jugarán a favor de la oligarquía mundial, actuando según el principio secular de todos los imperios, el “divide y vencerás”. La revolución mundial tiene dos aspectos: la unidad de lo que ha de ser destruido, y la multiplicidad de lo que ha de ser aprobado.

2. La revolución del siglo XXI no puede ser una simple versión de las revoluciones de los siglos XIX o XX. Las anteriores revoluciones a veces evaluaron correctamente los defectos de los tres regímenes contra los cuales se dirigieron. Pero la perspectiva histórica no permitió darse cuenta de las más versátiles y profundas raíces del mal. Junto los ataques contra las características verdaderamente patológicas e injustas de la configuración sociopolítica, el usurpado poder alienado mezclaba elementos históricos y sociológicos menores e incidentales que no merecían un rechazo tan duro. Las anteriores revoluciones muy a menudo golpeaban el mal, salpicándolo, pero afectando a otras cosas que, por el contrario, merecían ser preservadas y restauradas. La pura maldad de las fases anteriores se ocultaba, camuflada, y a veces esas revoluciones traían consigo algo del espíritu de esas directrices y tendencias que conducen hoy a la tiranía global financiera y mediática de la oligarquía. Por otra parte, las revoluciones anteriores en su mayoría procedieron a menudo en consonancia con las condiciones locales, e incluso allí donde afirmaban ser globales, no poseían esa magnitud. Sólo hoy existen condiciones maduras para que una revolución se convierta en algo realmente global. Dado que el sistema contra el que se dirige ya es mundial en la práctica (no sólo en proyecto). Otra característica de las revoluciones anteriores fue que presentaron alternativas claras de modelos socio políticos que, en su mayoría, a menudo pretendían ser universales. Si nosotros repetimos ese camino ahora, inevitablemente alejaremos de la revolución a aquellos que ven la norma de otra manera (a través del prisma de su sociedad, de su historia, de su cultura), y que quieren para ellos mismos un futuro diferente al de otros revolucionarios contra la oligarquía mundial. Por consiguiente, la revolución del siglo XXI debe ser verdaderamente planetaria y plural en sus objetivos últimos. Todas las naciones de la tierra deben rebelarse contra el orden mundial existente conjunta y solidariamente, en equipo, pero en nombre de ideales diferentes y con el fin de aprobar normativas diferentes en realidad. Para tener futuro, debemos concebirlo como un complejo ramillete de oportunidades, cuya realización está siendo impedida por el actual sistema mundial y la oligarquía global. Si no los aplastamos todos juntos en el nombre de diferentes propósitos y de diferentes horizontes, no tendremos ni ramillete, ni cualquier otro futuro, ni más de otros futuros. Que cada sociedad luche por su propio proyecto de futuro. La revolución del siglo XXI sólo tendrá éxito si, dentro de su ámbito, todas las naciones luchan contra el enemigo común en nombre de objetivos diferentes.

3. Esos espectáculos que vemos hoy en las llamadas “revoluciones de colores” no tienen nada de genuinamente revolucionario en sí mismos. Están organizados por la oligarquía global, son preparados y apoyados por sus redes. Las “revoluciones de colores” son casi siempre dirigidas contra aquellas sociedades o aquellos regímenes políticos, que activa o pasivamente se resisten a la oligarquía mundial, desafían sus intereses, tratan de mantener cierta independencia en sus políticas, estrategias, asuntos regionales y economía. Por eso, las “revoluciones de colores” ocurren de forma selectiva, a partir de las redes de los medios de comunicación desplegados por la élite globalista. Son una parodia de revolución, y sirven sólo para propósitos contrarrevolucionarios.

4. La nueva revolución deberá orientarse al derrocamiento radical de la oligarquía mundial, a destruir a la élite del mundo, a destruir todo orden de cosas asociado a ella o, más bien, a controlar el desorden de las cosas. Destruyendo el nervio del mal, liberaremos a la historia de los pueblos y las sociedades del vampiro parasitario, de la oligarquía mundial. Sólo esto puede abrir la perspectiva de la construcción de un futuro alternativo. Por definición propia la revolución debe ser global. La oligarquía global está dispersa por todo el mundo. Está presente no sólo en forma de estructura jerárquica con un centro claramente definido, el núcleo, sino en forma de un neto campo disperso distribuido por todo el mundo. El centro de la toma de decisiones no está necesariamente en el mismo lugar en el que se hallan los centros visibles de la gestión política y estratégica de occidente – en los EEUU y otros centros del mundo occidental. La especificidad de la élite mundial es que su ubicación es móvil y flexible, y el centro de toma de decisiones es móvil y disperso. Por lo tanto, es muy difícil golpear el núcleo de la oligarquía mundial centrándose en su fuerte fijación territorial. Para derrotar a esta red del mal, es necesario erradicar su presencia simultáneamente en diferentes partes de la tierra. Por otra parte, es necesario infiltrarse en la propia red, para sembrar el pánico, para quebrarla, para insertar virus y procesos destructivos. La destrucción radial de la oligarquía mundial requiere de las fuerzas revolucionarias el dominio de los procedimientos de redes y estudiar los protocolos de red del globalismo en sí. La humanidad debe luchar contra el enemigo en su territorio, porque hoy todo el espacio se convirtió en una zona de una u otra manera controlada por el enemigo. Por tanto, la lucha por la destrucción de la élite mundial no sólo debe ser común, sino también estar sincronizada en diferentes partes del mundo, aunque asimétrica. Además, la revolución en el presente caso implica una estrategia de guerra de guerrillas en un territorio ocupado por el enemigo. En particular, esto significa que la batalla debe ser desplegada también en el ciberespacio. La revolución cibernética y la práctica de la lucha radical en el espacio virtual deben ser una parte integral de la revolución del siglo XXI.

5. De todas las ideologías de los tiempos modernos hasta el presente, sólo una sobrevivió, encarnada en el liberalismo o el capitalismo liberal. Es exactamente en esta donde se han concentrado la cosmovisión y la matriz ideológica de la oligarquía global. Esta oligarquía global es abierta o veladamente liberal.

El liberalismo cumple una doble función: por un lado, sirve como carta filosófica para fortalecer, preservar y expandir el poder de la oligarquía global, es decir, actúa como una guía para su políticas globales en curso; por otro lado, permite reclutar voluntarios y colaboradores de esta élite, y su comitiva, a través de adhesiones de largo alcance, en cualquier parte del mundo: aceptando el liberalismo, diferentes personalidades – los políticos, burócratas, empresarios, comerciantes, intelectuales, la comunidad científica, los jóvenes – en cualquier país generan automáticamente el ambiente en el que se recluta al personal globalista, a través del cual las redes se establecen, se recoge la información, se organizan los centros de influencia, se presiona acerca de transacciones y soluciones para beneficio de las empresas transnacionales, y se llevan a cabo otras operaciones estratégicas para el establecimiento de la dominación global de la oligarquía mundial.

Por eso, el principal impacto de la revolución debe ser sobre los liberales en todas sus expresiones – como representantes de la dirección ideológica, política, económica, filosófica, cultural, estratégica, tecnológica. Los liberales son la concha bajo la cual la oligarquía mundial se oculta. Cualquier ataque contra el liberalismo y los liberales tiene una gran posibilidad de afectar a partes sensibles de la oligarquía mundial, a sus órganos vitales. La lucha total contra el liberalismo y los liberales es el vector ideológico principal de la revolución global. La revolución debe ser de carácter estrictamente anti-liberal, porque el liberalismo es exactamente un nudo concentrado del mal. Cualquier otra ideología política puede ser considerada como una posible alternativa, y no hay restricciones. La única excepción es el liberalismo, que debe ser destruido, aplastado, derrocado, convertido en algo obsoleto.

Parte 4. La caída de Occidente: los Estados Unidos como el país del mal absoluto

1. Los orígenes de la situación actual se encuentran profundamente arraigados en la historia de Occidente y en los procesos socio políticos que se desarrollan en esta parte del mundo. La historia de Europa occidental condujo a sus sociedades hasta un punto en el que, gradualmente, el individualismo, el racionalismo, el materialismo, el reduccionismo comenzaron a dominar, y luego, en su base, el capitalismo formado y la burguesía se hicieron triunfantes. La ideología del liberalismo se convirtió en la expresión final de sistema burgués.

Exactamente esta línea ideológica, filosófica, política y económica condujo a la situación actual. En tiempos de la modernidad, Europa fue la cuna de la civilización liberal materialista que se impuso a otros pueblos de la tierra a través de su política imperialista colonial. Al tiempo, se utilizaron las formas más atroces de coerción: por ejemplo, en el siglo XVI los europeos recrearon la institución de la esclavitud, que había dejado de existir hacía mil años bajo la influencia de la ética cristiana. Los europeos recurrieron a esta práctica repugnante en el mismo momento en que Occidente comenzó a desarrollar la teoría del humanismo, el libre pensamiento y la democracia. La esclavitud, por lo tanto, fue una innovación del capitalismo y del orden burgués. El sistema burgués se instaló en las colonias europeas, en algunas de las cuales obtuvo su expresión más consistente y viva, llevando el conjunto democrático-burgués hasta su final lógico. Los Estados Unidos de América, un estado colonial basado en la esclavitud, el individualismo, el egoísmo, el dominio del dinero y de los bienes materiales, se convirtieron en la corona de esta civilización occidental burguesa de la era moderna. Poco a poco, las antiguas colonias europeas se convirtieron en un centro independiente de poder y, a mediados del siglo XX, se convirtieron en el centro de toda la civilización occidental, el polo del sistema capitalista mundial. Tras el fin de la Unión Soviética, los EEUU se quedaron sin el equilibrio del bloque socialista, convirtiéndose en el centro del sistema burgués global. Eso es exactamente la élite estadounidense que, en su mayoría, se fusionó estrechamente con la oligarquía mundial, identificándose prácticamente con ella. Y a pesar de que la oligarquía mundial es más amplia que la clase política estadounidense, ya que también incluye a la oligarquía europea y a las élites burguesas parcialmente occidentalizadas de otras partes del mundo, los Estados Unidos se convirtieron en la columna vertebral del moderno orden mundial global. El poder militar estadounidense es un factor estratégico fundamental en la política mundial, el sistema económico estadounidense es un modelo para el resto del mundo, el sistema estadounidense de medios de comunicación en realidad coincide con una red global, los clichés culturales estadounidenses son imitados en todo el mundo, la tecnología estadounidense está por delante de todos los demás desarrollos tecnológicos. En tal situación, la población de los propios Estados Unidos en sí misma desempeña un papel de rehén pasivo, controlada por la élite global utilizando las herramientas de la nación norteamericana para implementar sus objetivos globales. Estados Unidos es un golemgigantesco controlado por la oligarquía. Estados Unidos encarna el espíritu de tal orden de cosas, lo que plantea una catástrofe inminente en sí mismo, es una expresión del mal, la injusticia, la explotación opresiva, la alienación y el imperialismo colonial.

2. Los Estados Unidos y sus políticas alrededor del mundo son un auténtico azote y un factor esencial para defender y consolidar el orden de cosas existente. Todas las tendencias catastróficas de nuestro tiempo vienen de allí.

a. La economía estadounidense se basa en el predominio del sector financiero, que reemplazó completamente el valor de la producción, del capitalismo industrial clásico, por no hablar de la agricultura. La gran mayoría de los ciudadanos estadounidenses está empleada en el sector terciario de servicios, es decir, no produce nada en concreto. El parasitismo financiero de los Estados Unidos se aplica a todo el planeta porque el dólar, impreso sin ningún tipo de limitación por el Sistema de la Reserva Federal, es una moneda de reserva en un modelo de mundo global. La economía mundial es norteamericano céntrica y trabaja para los Estados Unidos, independientemente de si tal economía es eficaz o no.

b. Unido a esto, Estados Unidos consume el mayor porcentaje de reservas mundiales de recursos per cápita, contaminando la atmósfera con residuos tóxicos y miles de millones de toneladas de desechos. Estados Unidos agota los recursos del resto del mundo y establece (a través del control estratégico militar, diplomático y económico sobre los proveedores) un precio por ello, del cual los Estados Unidos se benefician.

Exactamente este modelo de hegemonía mundial de los EEUU crea un fuerte desequilibrio en la economía mundial, injusticia y explotación, y se acerca al inevitable colapso de los recursos. Junto a eso, en la distribución de los recursos naturales los EEUU se guían únicamente por sus intereses nacionales, lo que a su vez genera pre-requisitos de inminentes desastres.

c. La sociedad estadounidense ha ido más lejos que ninguna otra sociedad occidental en el camino de la atomización, la individualización y la ruptura de los vínculos sociales. Construida por inmigrantes de diferentes países, la sociedad estadounidense inauguró el comienzo de la identidad individual. Divorciado de un colectivo específico, de sus raíces, al modelo europeo occidental se le permitió desarrollarse en el territorio de las Américas en condiciones puramente de laboratorio. La sociedad estadounidense no sólo desintegra gradualmente a los individuos, es que estaba compuesta originalmente por ellos. Es por eso que ahí el individualismo ha alcanzado su umbral lógico, y la sociabilidad (incluyendo el socialismo) tuvo una expansión mínima en comparación con el resto de los países occidentales (por no mencionar a los del Este).

d. Eso es exactamente Estados Unidos, el lugar donde el proceso de individuación ha llegado a sus límites extremos y los ha superado, en dirección a experimentar con el fin de establecer seres post-humanos. Los éxitos de los científicos estadounidenses en la esfera de la clonación, en ingeniería genética y en los experimentos en desarrollos híbridos permiten sugerir que un día seremos testigos del fenómeno de la aparición de seres poshumanos.

e. La sociedad estadounidense se basó principalmente en la mezcla de culturas, naciones y grupos étnicos, bajo el principio del melting pot [2]. La ausencia de lazos étnicos orgánicos era su especialidad. Extendiendo su influencia por el resto del mundo, los EEUU también están promoviendo este principio cosmopolita, convirtiéndolo en una norma universal. Además, los EEUU actúan como la fuerza principal, privando a un país tras otro de su derecho a la soberanía nacional, introduciéndose en otros territorios siempre que resulte conveniente a sus intereses. Tales fueron los casos de las invasiónes de las fuerzas armadas de Estados Unidos y de otros países de la OTAN, siguiendo la política de Estados Unidos, en Serbia, Afganistán, Irak, Libia, etc. Son exactamente los EEUU quienes juegan un papel fundamental en la promoción del cosmopolitismo y la pérdida de soberanía de las naciones y los estados.

f. Los medios de comunicación del mundo, en cuya conciencia se encuentra la creación de la absolutamente falsa imagen virtual del mundo, establecida en interés de la oligarquía mundial, son en su mayoría norteamericanos y representan una continuación de los medios de comunicación de Estados Unidos. Actuando en interés de la élite mundial global, basan sus sistemas en la red de información de Estados Unidos. En la sociedad norteamericana sus propias masas de población son extremadamente ignorantes y faltas de cultura, lo que se combina con la ingenuidad y la confianza en las nociones totalmente falsas e inventadas que se distribuyen a través de la industria del entretenimiento, los medios de comunicación y otros medios. Los EEUU propagaron este estereotipo de ignorancia, la representación de dibujos animados del mundo, de la sociedad, de la historia, etc., en combinación con ciertas habilidades y competencias tecnológicas, a las sociedades que se hallan en su zona de influencia. El sistema norteamericano de conocimiento, centrado exclusivamente en los intereses pragmáticos y materiales, basado en la explotación de los intelectuales, casi en su totalidad inmigrantes de otros países, representa la culminación de la distorsión de la esfera del conocimiento en beneficio de la propaganda, lo pecuniario y los beneficios utilitarios.

g. Los estadounidenses tienen una idea concreta de progreso, creen en el crecimiento ilimitado de su sistema económico, confían en el futuro, el cual desde su punto de vista debe ser “americano”. La mayoría de ellos cree sinceramente que la expansión del american way of life [3] para toda la humanidad es una verdadera bendición, y se quedan perplejos cuando se encuentran con una cara de rechazo o una reacción completamente diferente, con una reacción negativa (sobre todo cuando la difusión de esta forma de vida se acompaña de una invasión militar y del exterminio en masa de la población local, el desarraigo violento de las costumbres tradicionales y religiosas, y otras delicias de la ocupación directa). Lo que los americanos llaman “progreso”, “democratización”, “desarrollo” y “civilización”, es en realidad una degradación, una colonización, una degeneración, una depravada y paradójica forma peculiar de dictadura liberal.

No es exagerado decir que los Estados Unidos son como un bastión del liberalismo militante, una encarnación visible de todo el mal que aqueja a la humanidad hoy, un poderoso mecanismo que conduce constantemente a la humanidad a la catástrofe final. Es el imperio del mal absoluto. Y los rehenes y las víctimas del desastroso rumbo del imperio no son sólo todas las otras naciones, sino también los estadounidenses comunes, no diferentes del resto de las naciones conquistadas, esquilmadas, privadas y perseguidas en esta masacre.

3. Es significativo que los símbolos nacionales de los Estados Unidos sean un conjunto de detalles siniestros. La Estatua de la Libertad reproduce a la diosa griega del infierno, Hécate, y su antorcha, que la gente desea ilumine la noche, hace referencia precisamente a que este es un país de la noche. El signo del dólar copia las columnas de Hércules, las cuales, según los antiguos griegos, delimitaban la zona habitable del Mediterráneo, más allá de la cual se hallaba el mundo del infierno oceánico, el área de los titanes, de los demonios, y de aquella que se hundió por causa de su orgullo, su materialismo y su corrupción, la Atlántida; pero, en lugar de la inscripción Nec plus ultra (“Nada más allá”) que se hizo en la égida, uniendo las columnas, los estadounidenses pusieron la inscripción Plus Ultra (“más allá”), rompiendo por lo tanto, una prohibición simbólica y justificando moralmente la construcción de su civilización infernal. La pirámide masónica en el escudo de los Estados Unidos no tiene la parte superior, lo que significa una sociedad sin una jerarquía vertical, separada de su fuente celestial. No menos inquietantes son otros símbolos. Estos son los detalles, que pueden ser tratados de manera diferente, pero sabiendo el importante papel que juegan en la cultura humana, no debemos descuidar esos significativos caracteres.

4. Los EEUU conducen a otras sociedades a la ruina. Y ellos mismos perecerán. Al mismo tiempo, la escala de procesos catastróficos es tal, que sería ingenuo esperar que alguien en esta situación fuera capaz de zafarse en solitario del poder destructivo del ídolo. La cuestión no es simplemente “empujar al ídolo”, sino empujarlo hacia ese lugar que sea seguro para nosotros. Que no nos aplaste. La Torre de Babel norteamericana está destinada a colapsar, pero es muy probable que bajo sus escombros sean sepultados todos los demás países. Los EEUU se han convertido en un fenómeno mundial hace mucho tiempo, no son un separado país.

Por lo tanto, la lucha contra los Estados Unidos no puede tener el carácter de esas guerras históricas que se libraron entre unos Estados contra otros (o entre coaliciones de estados). Los Estados Unidos son un fenómeno planetario, global, y por lo tanto la lucha eficaz en su contra es sólo posible si se lleva a cabo simultáneamente en todo el mundo, incluido el propio territorio de los Estados Unidos, en el que, como en otros, están presentes las fuerzas revolucionarias no conformistas, que están categóricamente en desacuerdo con el rumbo de los Estados Unidos, el mundo capitalista y el Occidente global.

Estas fuerzas revolucionarias dentro de los EEUU pueden ser los más diversos grupos, tanto derechistas como izquierdistas, personas de diferentes orientaciones religiosas y étnicas. Y deben ser consideradas como un valioso segmento del frente revolucionario planetario. Hasta cierto punto, todos estamos hoy en el imperio estadounidense, ya sea directa o indirectamente, y aún se desconoce si es más fácil y más seguro luchar contra él en la periferia, en los países que aún no se hallan formalmente bajo el control directo de Estados Unidos. El conjunto de la oligarquía mundial, casi siempre al mismo tiempo compuesta por los agentes de la influencia estadounidense, liberales velados o reconocidos, alerta acerca de las manifestaciones de inconformismo en todas las regiones del mundo. Y con la proliferación de medios de localización y la capacidad de almacenamiento, procesamiento de la información y seguimiento total de las transmisiones, ir tras cualquier elemento sospechoso en cualquier parte del mundo es ya un problema fácil de resolver, y mañana será un proceso habitual. Es importante entender que vivimos en una Norteamérica global, y en este sentido, los que se oponen a los Estados Unidos y a la hegemonía estadounidense, así como a la oligarquía mundial desde el exterior, no difieren mucho de los que están contra el mismo enemigo desde dentro. Todos estamos estrictamente en la misma situación.

5. La identificación de los Estados Unidos con el núcleo del mal en el mundo, los polos de los procesos catastróficos que inevitablemente conducen a la humanidad y al sistema mundial a la muerte, es la base para que todas las fuerzas que se oponen al statu quo se unan en un único frente planetario global anti-estadounidense. Se debe crear un movimiento de todo el género humano, una red, una estructura que una a todos los que quieren el final de los EEUU y están listos para poner fin al mismo. Esta cuestión no es relativa al país, sino al principio. No se trata del estado, sino del núcleo estructural de una red global de sometimiento, sumisión, engaño y parasitismo. No se trata de las masas, sino de las elites oligárquicas globales que las controlan. Hoy en día EEUU es responsable de todo. Y por lo tanto debe ser destruido como fenómeno histórico, político, social, militar y estratégico. Pero, ¿cómo se puede lograr esto a pesar de que en el campo militar, el de las finanzas, la tecnología, la economía, en la agresiva expansión cultural, los Estados Unidos son ahora el líder indiscutible, y otros países, incluso críticos con los Estados Unidos, no sólo pierden en todos los aspectos, sino que tienen miedo incluso a una confrontación directa, teóricamente concebible, con el monstruo planetario agonizante, que aún conserva su poder destructivo? Está claro que el enfrentamiento frontal directo no va a resolver este problema. La guerra con los Estados Unidos debe llevarse a cabo en un nivel diferente, de acuerdo a nuevas normas y utilizando nuevas estrategias, tecnologías y métodos

Parte 5. Práctica de Guerra

1. La oligarquía global utiliza los conflictos a su conveniencia, divide e incita a sus enemigos unos contra otros. Participa en las guerras de agresión, las provoca y seguirá actuando de esta manera en el futuro. La pregunta no es luchar o no luchar, ya que nos veremos obligados a luchar en cualquier caso. Hoy es más importante preguntarse ¿cómo luchar? ¿y con quién?. La guerra es una parte irrevocable de la historia humana. Todos los intentos de evitarla en la práctica sólo provocaron nuevas guerras, cada vez más violentas que las anteriores. Por lo tanto, el realismo nos obliga a tratar la guerra de manera ecuánime e imparcial. La humanidad hizo guerras, las hace ahora y las hará hasta el final. La mayor parte de las profecías religiosas sobre el futuro lo describen en los términos de una “batalla final”. Por consiguiente, la guerra debe ser entendida como un entorno socio-cultural de la existencia humana. Es inevitable y esto debe darse por sentado. Las guerras desgarran a la humanidad, pero en cada ocasión tenemos que aprender a analizar correctamente las fuerzas que participan en la guerra. Este análisis cualitativo cambia bajo las circunstancias actuales. Las guerras anteriores se libraron entre grupos étnicos, o entre religiones, entre imperios, entre estados nacionales, entre bloques ideológicos en el siglo XX. Hoy en día llegó una nueva era de la guerra, en la que la protagonista es siempre la oligarquía mundial llevando a cabo sus planes, ya sea con el uso directo de las fuerzas estadounidenses y las tropas de la OTAN, u organizando conflictos locales, de tal manera que su escenario sea consecuente con los intereses de esta élite indirectamente. En algunos casos los conflictos, las guerras y los disturbios son provocados con la participación de muchos grupos, ninguno de los cuales representa los intereses de la oligarquía mundial directamente; se trata entonces de una situación de caos controlado, manipulación con la que proceden ​​los estrategas estadounidenses desde los años 80. En otros casos, la oligarquía mundial apoya simultáneamente a las dos partes en conflicto, manipulándolas en su favor. El correcto análisis de la guerra moderna se reduce por lo tanto a definir el algoritmo de comportamiento, y a señalar los objetivos tácticos y estratégicos de la oligarquía mundial y del estado estadounidense en cada caso particular. Este tipo de análisis requiere un nuevo método basado en una conciencia revolucionaria y global. Participando en la guerra u observando la guerra, siempre debemos tratar de entender su estructura oculta y su verdadera naturaleza, relativa a lo que es inherente en el programa de conflicto del gobierno mundial y de la élite planetaria. Es decir, este elemento es el causante de la práctica totalidad de las guerras de hoy, con la ayuda del cual la oligarquía mundial mantiene y refuerza su posición dominante, tratando de retrasar su final.

2. Un frente anti-estadounidense en condiciones para librar la nueva guerra, debe en primer lugar tener como núcleo el correcto análisis de las fuerzas antagónicas, y de los intereses de la oligarquía mundial ocultos detrás, y en segundo lugar, debe dominar las habilidades para reorientar las acciones militares contra el verdadero culpable de cualquier conflicto moderno, en contra de la oligarquía mundial en sí misma, del entorno liberal, de la influencia de la red de agentes estadounidenses y otros cómplices. Hoy en día no hay ya más agresores y víctimas, intereses nacionales o competiciones por la fuerza acumulada, razones que explican las guerras del pasado. El carácter de las guerras del siglo XXI es el de episodios de una única guerra civil global, la insurgencia y las operaciones de respuesta simétricas por parte del gobierno mundial. Un frente anti-estadounidense, por su propia existencia, debe servir como un mecanismo para la reorientación de cualquier conflicto militar intermitente hacia su verdadero propósito y sus culpables reales, los EEUU, el globalismo y sus estructuras.

3. Las nuevas condiciones exigen que mejoremos las habilidades de lucha clásica, así como el dominio de los nuevos territorios de la guerra, incluyendo la red, las zonas cibernéticas, virtuales. El dominio de estas áreas es la cuestión más importante para el frente anti-estadounidense, debido a que el área de la red virtual permite utilizar eficazmente formas asimétricas de operaciones militares.

Si el poder militar en el sentido de las formas tradicionales de armamento, convierte los recursos de la jerarquía global y sus herramientas, EEUU y OTAN, en incomparables y muy superiores a todo el poder de los potenciales adversarios, y en este aspecto de la confrontación directa difícilmente haya una oportunidad para vencer, en lo que respecta al área de la guerra en la red y las ciber estrategias son decisivos otros factores. No menor es el papel desempeñado por la creatividad, las formas no convencionales de pensamiento, la inventiva y la capacidad de actuar más allá de lo convencional. En el ciberespacio, en ciertos aspectos las fuerzas de la oligarquía mundial y las de la contra-élite revolucionaria pueden equipararse al menos temporalmente: en el marco de un área, zona o tecnología recién abierta, sobre todo al principio, la creatividad de los individuos aislados es comparable a la de las principales dotaciones presupuestarias de las corporaciones transnacionales. Algo como un sitio web personal, o como una bitácora de un solitario con talento, puede atraer público y tener un impacto comparable al de la fuente oficial de información gubernamental de un país o de un medio a gran escala financiado por recursos globalistas. Dominando las estrategias de red, es posible librar una excelente y dinámica guerra cibernética contra la oligarquía mundial, incluyendo virología, trolling revolucionario, flaming, flooding, correo basura y el uso de bots [4], y estrategias virtuales y de usuarios títeres. En este sentido, el frente anti-estadounidense de la contra-élite global necesita tanto de entrenadores militares y veteranos de conflictos a la manera clásica, como tropas de hackers, programadores, administradores de sistemas o figuras individuales de la red de resistencia global. Toda la realidad es ahora un campo de batalla, tanto la ubicada fuera de línea, como la relativa a las zonas virtuales. Tenemos que estar preparados para llevar una guerra total global, ampliando la zona de operaciones de combate a todos los niveles actuales – desde el comportamiento común, los estilos de vida, la moda, el trabajo y el ocio, hasta la ideología, los flujos de información, la tecnología, las redes y los mundos virtuales. Debemos tratar de infligir el máximo daño a la oligarquía mundial y a los intereses de EEUU y la OTAN en todos los niveles disponibles – personal, militar, económico, cultural, informativo, de red, ciberespacial, etc. El enemigo debe ser atacado tanto frontalmente como sigilosamente. En cualquier punto donde flameen las llamas de la resistencia a la globalización, la expansión estadounidense y la dominación de la oligarquía mundial, deben concentrarse los esfuerzos globales del frente planetario anti-estadounidense, dando apoyo a los rebeldes, en el mantenimiento de la información, en la asistencia militar, en la realización de todo tipo de acciones dirigidas a infligir el máximo daño a la oligarquía mundial – moral, físico, de información, imagen, ideológico, material, económico, etc.

4. La contra-élite global revolucionaria debe actuar por cualquier medio, dependiendo de la situación. En circunstancias militares por medios militares, bajo circunstancias de paz, como éstas se den. Debe quedar claro: estamos lidiando con un sistema de terror liberal ilegítimo, un sistema político creado por una junta caníbal de maníacos internacionales, que ilícitamente tomó las palancas del control mundial, conduciendo a la humanidad a la muerte. Si aceptamos sus reglas, se nos garantizan la esclavitud, la humillación, la degradación, la disolución y la muerte próxima. La situación actual no es sólo una condición temporal que arrastra detalles desagradables y costos vejatorios; se trata de un diagnóstico fatal: la continuación de las tendencias actuales no es compatible con la vida. En tal situación, para nosotros no hay ninguna ley, obstáculo, actitud moral o código de conducta. Al respecto hablaremos sólo después de la destrucción de esa obscena camarilla mundial de oligarcas y sus mercenarios internacionales. Por lo tanto, en la lucha contra el sistema cualquier medio está justificado para alcanzar el fin. Debemos comprender claramente que el poder de la oligarquía mundial no puede ser considerado una ley, y su configuración y las autoridades de poder que cooperan con ella son colaboradores ilegítimos. La única ley es la lucha revolucionaria mundial por un cambio radical en el curso de la historia humana. Sólo esta guerra es legítima, justa y moral. Sólo sus normas y sus propósitos están justificados y son dignos de respeto. Cualquier persona que no esté involucrada en el lado de la Revolución en esta guerra, ayuda ya con este simple hecho a la oligarquía mundial a mantener y fortalecer su poder. La ley de la sociedad mundial moderna es el desorden, todas las proporciones están invertidas. Por el contrario, lo único legítimo ahora es la revuelta, la resistencia, la lucha contra el statu quo, tratando de solucionar su despotismo en términos reales. Mientras que el poder esté en manos de la oligarquía mundial, no tenemos que cumplir otra ley que las leyes de la guerra y de la revolución. Sin embargo, la oligarquía mundial en sí domina basándose en lo nuevo, provoca conflictos y trata de manipularlos. En tales circunstancias, lidiamos con ladrones ilegales y maníacos, matarlos es el deber de toda persona normal consciente de su dignidad de especie. La guerra es nuestra patria, nuestro elemento, nuestro entorno natural, nativo, en el que tenemos que aprender a existir de manera eficaz y victoriosa.

Parte 6. La estructura de la Alianza Global Revolucionaria

1. El sujeto de la nueva revolución mundial debe ser la contra-élite global. Esta contra-élite está destinada a formar la Alianza Global Revolucionaria como cristalización de los esfuerzos de las actividades revolucionarias planetarias perturbadoras, subversivas, encaminadas a la demolición del actual sistema mundial global y al derrocamiento del poder de la oligarquía mundial y su séquito. Esta Alianza Global Revolucionaria debe ser una nueva clase de organización, adecuada a las condiciones del siglo XXI. Ni un partido, ni un movimiento, ni una orden, ni una logia, ni una secta, ni una comunidad religiosa, grupo étnico o casta – como formas colectivas de épocas anteriores – pueden servir como modelo para su estructura. La Alianza Global Revolucionaria debe ser una estructura en red sin un único centro de control, ni un conjunto fijo de miembros permanentes, ni un grupo de mando, ni una clase dirigente permanente, ni un modelo de acción bien definido. La Alianza Global Revolucionaria debe ser espontánea, orgánicamente inscrita en la lógica de los procesos globales, nunca planificando por adelantado y sin atarse a un determinado tiempo o lugar. Sólo una presencia móvil proporcionará una alianza eficaz e inmune contra el sistema opresor mundial planetario y su policía. Las actividades de la Alianza deben basarse en la comprensión de una serie de principios comunes, objetivos de lucha, identidad del enemigo, reconocimiento delstatu quo como catástrofe intolerable y que requiere ser destruido totalmente, así como la comprensión de las causas de esta situación, las etapas de su desarrollo, y los procesos instrumentales que la hacen posible y real. Todo el que entienda esto es un miembro de la Alianza Global Revolucionaria, cualquiera que no acepte la situación actual y que está dispuesto a actuar de acuerdo con esa percepción. Es por eso que la Alianza Global Revolucionaria debe ser policéntrica. No debe tener un único centro territorial, nacional, religioso o de otro tipo. La alianza debe funcionar en todas partes, sin consideración de fronteras, razas y religiones, sobre la base de la convicción interna y provocando espontáneamente oportunidades de acción. La ausencia de estrategia general es exactamente el eje de la estrategia revolucionaria, y no estar sujeta a un espacio neurálgico jerárquico central fijo, el modelo predominante de su funcionamiento. La Alianza Revolucionaria Mundial debe estar en todas partes y en ninguna, debe llevar a cabo sus actos rebeldes en todo momento, y nunca en un tiempo determinado. La Alianza Global Revolucionaria debe aparecer justamente cuando y donde la oligarquía mundial menos lo espera. En esto, la Alianza Global Revolucionaria debe parecerse a la acción performativa de la vanguardia, a la práctica del budismo zen o a la práctica de un juego emocionante, el juego con el trasfondo del fin de la humanidad. Las reglas de dicho juego pueden cambiar fácilmente en el curso de su desarrollo; los jugadores pueden cambiar su rostro, identidad, historia personal y otras características individuales (incluida la residencia y la documentación). La Alianza Revolucionaria Mundial debe provocar un fallo del sistema, un corto circuito en el funcionamiento de la jerarquía mundial y de su sistema establecido. Es imposible llevar esto a cabo de una manera bien planificada, preparada y modelada; la oligarquía mundial lo descubriría inmediatamente y tomaría medidas preventivas. Es por eso que debemos actuar a partir de un enfoque basado en una completa imprevisibilidad, combinando heroicas acciones personales con acciones colectivas en todos los segmentos de la realidad.

2. La Alianza Global Revolucionaria debe ser deliberadamente asimétrica – podría potencialmente formar parte de estados, fuerzas sociales, partidos políticos, movimientos, grupos, o simples individuos. Todo lo que se opone real o moderadamente, frontal o tangencialmente al poder de la oligarquía mundial, debe considerarse como un territorio de la Alianza Global Revolucionaria. Dicho espacio puede ser condicional o concreto, nacional o cibernético, natural o de red.

a. Si un país cualquiera del mundo – grande o pequeño – actúa contra la dominación global de Estados Unidos, la OTAN, el Occidente global y el sistema financiero liberal mundial, entonces este estado debe ser considerado como parte de la Alianza Global Revolucionaria y ayudado en todos los sentidos, independientemente del hecho de que compartamos los valores de dicho estado, de que sus gobernantes sean atractivos o repulsivos, de que su sistema actual sea justo o corrupto. Nada debe impedirnos apoyar a tal estado como un pasivo en el actual balance mundial de poderes. La crítica, el denigramiento y la demonización de tal estado pueden ser nada más que propaganda negra de las élites globales para desacreditar a sus oponentes. La Alianza Global Revolucionaria prohíbe categóricamente a sus partidarios y participantes cualquier crítica de los regímenes anti-estadounidenses, e incluso de aquellos países cuyas políticas difieren significativamente, por lo menos en algunos aspectos, de la estrategia de la élite global. Aquellos que caen en la trampa de desinformación total del sistema mundial y creen las insinuaciones dirigidas contra tales regímenes antiamericanos, merecen desprecio. No podemos excluir que se trate de provocadores que intentan dividir las filas de la contra-élite. La observación de esta regla o su violación puede ser una causa probable para determinar la adecuación o inadecuación de aquellos que pretendan participar en la Alianza Global Revolucionaria.

b. El mismo principio se aplica en el caso de evaluar movimientos, partidos, organizaciones religiosas, nacionales y políticas. No importa lo que estén pidiendo, si sus metas están bien o mal, si nos gustan o disgustan sus líderes, si están o no claros sus valores, sus actitudes, motivaciones y objetivos. Lo importante es otra cosa: si luchan contra los Estados Unidos y la oligarquía mundial, si destruyen el sistema existente, o si por el contrario lo sostienen, sirven y ayudan a su funcionamiento. En el primer caso, son considerados automáticamente como elementos de la Alianza Revolucionaria Mundial; en el segundo, caen en el campo del mal mundial y de los satélites de la oligarquía global, y en ese caso no deben esperar ninguna piedad ni condescendencia. Especialmente, el criterio de orientación en caso de discordia debería ser identificado de esta forma: aquellos movimientos, partidos políticos, grupos religiosos y otras asociaciones, que anteponen la confrontación y la competencia con otros movimientos del mismo nivel por encima del imperativo de la oposición a la oligarquía mundial, son cómplices indirectos de esta oligarquía y sus instrumentos inconscientes. La oligarquía global incita maliciosamente a un grupo contra otro para distraer a ambos de su lucha contra ella. Es por eso que sólo esos grupos (los grandes, como los portadores de una religión particular mundial, y los pequeños, como las asociaciones independientes de ciudadanos en una plataforma común), deben ser clasificados para la Alianza Global Revolucionaria: los que son claramente conscientes del hecho de que, en cualquier confrontación local y regional, el enemigo principal está a menudo oculto, ya que se trata de la oligarquía mundial, y que para derrotarlo, si es necesario, deben unirse incluso a sus peores enemigos (a nivel local), si también éstos están en contra de dicha oligarquía.

Aquellos que desafían este principio juegan en manos de la oligarquía mundial, y pueden ser culpados por ello con todos los motivos. En este ámbito tampoco se puede confiar en el mundo de los medios de comunicación, que desacreditan a ciertas organizaciones políticas, nacionales, ideológicas o religiosas que compiten con la oligarquía mundial: seguramente toda la información acerca de las mismas será falsa, y confiar en ella debe considerarse un error, si no un crimen. Aquellos que son denigrados por los medios de comunicación globales, son casi con toda seguridad en su mayoría grupos y movimientos políticos, religiosos, ideológicos y sociales meritorios que merecen el apoyo de la Alianza Global Revolucionaria.

c. Lo mismo debe aplicarse a individuos en solitario, que mantienen una posición de rechazo a la oligarquía mundial o son críticos con la misma. Estos ya son miembros de la Alianza Global Revolucionaria a su manera, sean o no conscientes de ello, lo declaren o escondan, lo confiesen o nieguen. No es necesario exigir una posición clara a tales personas: por razones técnicas, en ciertas situaciones eso sería una desventaja para ellos (por lo tanto, para todos nosotros). Sólo es necesario evaluar el daño que causan en la práctica a la oligarquía global y proceder según eso. Es absolutamente irrelevante un programa categórico para aquellos que están luchando. Pueden ser cercanos a nosotros, y pueden ser completamente ajenos. Es necesario evaluar a estas personas por el alcance y la eficacia de su resistencia, de su subversión, por su nivel de destrucción del actual statu quo. Si este nivel es elevado, merecen un apoyo total e indudable. Y de nuevo en este caso sería un error, e incluso un crimen, tener en cuenta la información denigrante que se produce en su contra por parte de los medios globales y de sus satélites nacionales. Si la oligarquía mundial pone a una persona en particular en la lista negra, la Alianza Global Revolucionaria simplemente debe apoyarlo. La mayor parte de lo que se alegue contra esta persona será una falsedad deliberada desde el principio hasta el final. Pero esto no importa – si todas las insinuaciones globalistas fueran la pura verdad, eso no cambiaría nada – vivimos bajo una ley marcial y un héroe es aquel que es capaz de infligir el máximo daño al enemigo, pero no alguien que tiene una moral ejemplar u otras cualidades que son cruciales para la estimación social en tiempos de paz. Un revolucionario tiene su propia moral: la eficacia y el éxito de su lucha contra el principal despotismo mundial.

3. Sean cuales fueren los motivos por lo que ciertos poderes rechazan el statu quo y desafían a la oligarquía, la globalización, el liberalismo y los EEUU, en todo caso tales poderes deberían ser traídos hasta la alianza. Ĺo demás se decidirá después de la victoria sobre el enemigo y el colapso de la nueva Babilonia. Este es el principio más importante que debe ser tomado como base de la Alianza Global Revolucionaria.

La oligarquía global basa su poder en el hecho de que los proyectos de las fuerzas revolucionarias alternativas difieren de una zona a otra, de una sociedad a otra, de una confesión -o incluso dentro de líneas confesionales- a otra, de un partido a otro, y por último, de un actor a otro. Estas contradicciones en las metas relajan al máximo el campo de los opositores al statu quo, y por lo tanto crean las condiciones para un único dominio de la élite mundial. Este principio es exactamente la columna vertebral estratégica de su despótico y exitoso poder. Se ha observado repetidamente que incluso débiles intentos de unir a diferentes partidos, movimientos, grupos étnicos, estados o incluso individuos aislados en la plataforma general anti-globalista y anti-oligárquica, provocan una reacción histérica de la oligarquía mundial y sus aliados, represiones sin motivo, medidas preventivas para erradicarlos y prevenirlos, e incluso para romper los términos y condiciones de tales intentos. Centrándonos en el tema de la creación de la Alianza Global Revolucionaria, al ignorar las diferencias entre los objetivos primando la unidad ante el enemigo común – la oligarquía mundial, los EEUU y el Occidente planetario, y el capitalismo financiero-, golpeamos el punto más vulnerable del sistema existente, rompemos y abrimos su código, socavando la base de su estrategia imperial, que consiste en el juego de las contradicciones internas de las diferentes fuerzas. La historia del siglo XX demuestra que cualquier asociación basada en objetivos comunes, incluso la más masiva (como lo fue el caso del sistema mundial del comunismo y de los partidos comunistas operando prácticamente en todos los países del mundo) tiene su propia barrera restrictiva y no puede ir más allá de un cierto límite. Y el colapso del socialismo mundial está relacionado con eso: habiendo unido a todos los posibles en torno a iniciativas anticapitalistas con metas positivas claramente definidas, con configuraciones dogmáticas y habiendo restringido otras interpretaciones, los comunistas agotaron todos los recursos revolucionarios del marxismo, pero no reunieron la masa crítica necesaria para una verdadera victoria sobre el capitalismo. Fuera del movimiento marxista quedaron ardientes estratos de movimientos nacionales, religiosos, conservadores, que eran igual de intransigentes con respecto al capitalismo global, pero que no compartían la específica utopía comunista. Aprovechando esta división, Occidente fue capaz de derrotar al bloque soviético. Este destino debe ser tenido en cuenta muy seriamente por los revolucionarios del siglo XXI. Si seguimos insistiendo en un acuerdo basado en una unidad de propósitos como alternativa a la caótica oligarquía global y a la dominación mundial de los EEUU, estamos condenados al fracaso inevitable y nosotros mismos estaremos dejando en manos del enemigo el arma de nuestra victoria sobre ellos.

4. La Alianza Global Revolucionaria debe ser alimentada por el espíritu de la libertad y la independencia en primer lugar, y sólo después debe buscar recursos materiales para la realización de las operaciones y proyectos particulares. Nunca hay que comenzar a partir de una cuestión de recursos. Se debe partir de la voluntad. Este es el sentido de la dignidad humana. Esta es la regla más importante para el desarrollo de la Alianza Global Revolucionaria. Su centro debe ser el espíritu. Hay situaciones en las que uno no puede hacer frente a las circunstancias externas, a las fuerzas de la naturaleza, al poder del destino. A veces uno se enfrenta con obstáculos imposibles de superar, que están por encima de él.

Pero la esencia de lo humano reside en el hecho de que, aun admitiendo la fuerza bruta o la presión de las circunstancias, uno puede moralmente admitir o no admitir lo que está sucediendo, puede decir “sí” o “no” a las circunstancias. Y si dice “no”, con ello sentencia a las circunstancias con su veredicto decisivo, preparando así la base para sus nuevas propuestas (¿soluciones? ¿resoluciones?). Estando en desacuerdo con el mundo objetivo, el espíritu humano con su desacuerdo ya lo cambia, e incluso si las consecuencias de su veredicto no llegan de una sola vez o no llegan en ningún caso, nunca son letra muerta. Es exactamente el espíritu el que dirige la historia, la sociedad y la vida humana. Cualquier riqueza material, cualquier potencialidad sin la complicidad del espíritu, la voluntad y la aprobación moral será inútil e impotente. Conocemos ejemplos donde civilizaciones enteras niegan a las cosas materiales el derecho a ser consideradas valores verdaderos, y por el contrario, colocan los verdaderos valores dentro de la esfera espiritual, en el mundo de la contemplación, de la divinidad, de la fe, del ascetismo. A la inversa, la presencia de la elección moral será capaz de hacer de una completa falta de recursos y de medios en su contra, la construcción de un imperio sin fin con un capital mínimo de partida, cubriendo una vasta área de existencia material. El espíritu humano puede hacer cualquier cosa. Es por eso que la Alianza Global Revolucionaria debe estar lista para comenzar su lucha contra la oligarquía global desde cualquier punto – desde el individuo aislado, el pequeño grupo de personas, los movimientos, el partido, y así hasta los confines de las comunidades religiosas, las sociedades enteras, las naciones y las civilizaciones. Se puede entrar en batalla no teniendo nada en absoluto, a partir de un juicio negativo de la situación actual y un radical descontento e insatisfacción con lo que está sucediendo. Y se puede confiar en las estructuras existentes a cualquier escala. Los recursos para la ejecución de las actividades revolucionarias globales, para una guerra total planetaria, deben provenir de todas partes, no importa cuáles sean su origen o destino. Aquí cabe todo – armas grandes y pequeñas, tradicionales y de nuevas tecnologías; infraestructuras de estados enteros, plataformas internacionales, o la creatividad de los individuos aislados que heroicamente se unen a la lucha contra la bestia oligárquica mundial. Sólo el espíritu mueve la historia humana. En el espíritu, en su enfermedad, en su debilidad, en su decadencia, en su estupefacción debemos buscar la raíz de la actual patología, que sólo puede ser curada por el espíritu.

Parte 7. Imágenes del futuro: la dialéctica de múltiples normas

1. El futuro será posible si logramos destruir el mundo existente y hacer que la norma sea una realidad. Cada segmento del frente anti-estadounidense, cada elemento de la Alianza Global Revolucionaria tiene su propia visión del futuro, su propia norma. Es de suponer que estas imágenes y estas normas son diferentes, dispares e incluso mutuamente excluyentes. Pero esta circunstancia será importante sólo si estas normas e imágenes de futuro se realizan como algo universal y obligatorio, como algo exclusivo y excluyente de todo otro imperativo común a toda la humanidad. En este caso, la división dentro de la Alianza Global Revolucionaria es tarde o temprano inevitable, por lo que su actividad está condenada al fracaso en algún momento. El musulmán, el ateo, el cristiano, el socialista, el anarquista, el conservador, el libertario, el fundamentalista, el sectario, el progresista, el ecologista o el tradicionalista, difícilmente se llevarán bien el uno con el otro si tratan de difundir su visión del futuro a sus vecinos, y más aún, a toda la humanidad. Y la oligarquía mundial aprovechará inmediatamente esta ventaja, abriendo una cuña entre los opositores que dividirá su solidaridad y matará o estrangulará a cada uno individualmente. Con toda la sencillez y primitivismo de esta estrategia, a través de los milenios invariablemente siempre da buen resultado a aquellos que la utilizan. La Alianza Global Revolucionaria no tiene derecho a sucumbir a tal giro pre-programado y anticipado. La posibilidad de extraer conocimiento de la historia y de construir una estrategia basada en el pensamiento racional es una característica esencial de la persona inteligente. Así, para el éxito de su guerra, la Alianza Global Revolucionaria debe evitar esta trampa inminente. Con imágenes diversas y dispersas del futuro, tenemos que aprender a imaginarlas en su localidad, más que en un contexto universal. El Islam para los musulmanes, el Cristianismo para los cristianos, el socialismo para los socialistas, la ecología para los ecologistas, el fundamentalismo para los fundamentalistas, la nación para los nacionalistas, la anarquía para los anarquistas y así sucesivamente – esta debería ser la forma de diseñar el futuro. Eso significa que debemos reconocer la multiplicidad, la pluralidad del futuro, su variabilidad, así como la coexistencia de diferentes concepciones del futuro en diferentes territorios contiguos o no contiguos. La Alianza Global Revolucionaria se opone a un futuro único común a todos, aboga por un ramillete de futuros, para que la humanidad se reponga con una variedad de tonos y colores, formas y variaciones, horizontes y objetivos orientados hacia adelante o hacia el retorno a las raíces. Pero, para que alguna de estas alternativas de futuro tenga lugar se necesita la ayuda de otras fuerzas, las que están determinadas a ver el futuro de manera diferente. Este es el principal descubrimiento de la estrategia revolucionaria del siglo XXI. Nadie consigue su futuro si rechaza que el otro tenga su propio futuro, distinto de cualquier otro, su propia norma, su propio horizonte. El futuro será real y libre sólo si todas las naciones y culturas, todas las civilizaciones y movimientos políticos, todos los estados y los individuos aislados logran terminar con la hegemonía estadounidense, la oligarquía mundial y el sistema financiero. Y esto sólo se puede hacer mediante la combinación de los esfuerzos de todos los descontentos. Nadie debe ser excluido de la Alianza Global Revolucionaria. Todos los que están en contra del statu quo y que ven la raíz del mal en el liberalismo, el globalismo y el americanismo, deben ser tratados como participantes plenipotenciarios de nuestro frente común.

2. El futuro debe basarse en el principio de solidaridad, en sociedades entendidas como unidades holísticas orgánicas. Cada cultura dará su propia respuesta a una particular forma espiritual y religiosa. Esta forma será diferente en cada caso. Pero todas tendrán algo en común. Ninguna de tales culturas, religiones y estados elevarán la materia, el dinero, la comodidad física, la eficacia mecánica y el placer vegetativo como sus más altos valores. La materia no puede nunca recuperar su propia forma, es sin forma.

Pero precisamente esta civilización absolutamente materialista está siendo construida a escala global por la oligarquía global mundial, explotando los estímulos más bajos y más tangibles, y los impulsos más primitivos del ser humano. En lo más profundo del alma duermen las vergonzosas energías semi-animales, semi-demoníacas, tendiendo hacia la materia para fusionarse con el ser físico orgánico. Estas energías indolentes, resistentes al fuego, a la luz, a la concentración y a la elevación, son la columna vertebral que está siendo explotada por el sistema global, la que se cultiva, con la que se flirtea y a la cual se adula. Este fondo del alma, o la voz de la fisicidad, arruina cualquier forma cultural, cualquier ideal, cualquier normativa, lo que sea. Eso significa que el curso de la historia se detiene, comienza el eterno retorno del ciclo de consumo, la carrera por los placeres materiales, el consumo de simulacros y de imágenes sin sentido. De esta manera las sociedades pierden su futuro. Cada cultura se opone a estos bajos apetitos, energías de entropía espiritual y de la decadencia. Pero lo hace a su manera y establece una ruta para su norma, para su idea, para su espíritu. Y a pesar del hecho de que los lineamientos y la configuración de estas formas e ideales son diferentes, todos ellos tienen una cosa en común – de hecho en cualquier caso hablamos de forma, no de sustancia; de la idea, y no acerca de lo físico; de la norma y el esfuerzo, pero no acerca de la disipación, el entretenimiento y el libertinaje. Por lo tanto, la imagen del futuro por la que luchan todos los elementos de la Alianza Global Revolucionaria contra la oligarquía mundial, es común en toda su diversidad – en todos los casos es la forma, pero no la deformidad; una idea, pero no la materia; algo que eleva el espíritu humano en lugar de hundirlo en el abismo del vacío físico entrópico inercial. En el corazón de cualquier norma se alza el bien común, la verdad, la belleza. Cada nación tiene sus propios ideales, siendo generalmente muy diferentes comparten la opinión de que estos son exactamente eso, ideales, no cualquier otra cosa. La oligarquía global destruye todos estos ideales, no dejando que sean acogidos. Al hacerlo, se priva a todas las sociedades del futuro.

3. Dichos ideales deben ser conquistados en la guerra y endurecidos con el fuego de la revolución. No tendrán lugar simplemente por sí mismos. Es por ello que la revolución contra el mundo global estadounidense no es sólo un detalle o un accidente, sino el sentido del trabajo histórico, cuyo movimiento se halla bloqueado por ciertas fuerzas.

Estas fuerzas no se retirarán por sí mismas, no se harán a un lado, no dejarán el camino libre a las energías de la existencia. Estamos en un callejón sin salida civilizacional e histórico, y la estructura de este callejón sin salida es tal, que tiene tanto una dimensión objetiva como una subjetiva, es decir, que este estancamiento es mantenido deliberadamente de forma egoísta por cierto fenómeno, al mismo tiempo histórico y anti-histórico: la oligarquía mundial. Para abrir las puertas del futuro es necesario volar el dique que se interpone en su camino. Sin guerra no hay victoria. Sin victoria nunca llegará el futuro. A diferencia de la naturaleza, donde el sol sale cada mañana por sí mismo, el inicio de la aurora de la historia humana depende directamente de la eficacia y el éxito de la lucha contra las fuerzas oscuras – la oligarquía mundial, los EEUU y el capitalismo global. Sólo después de haber arrancado la elite global existente, el curso de la historia podrá avanzar desde donde quedó atascado actualmente. El futuro sólo puede crearse en la guerra y nacer del fuego de la Revolución Global. La Guerra y la Revolución son un despertar. “El Día” es el tiempo de los despiertos. Mientras tanto, la oligarquía mundial hace todo lo que puede para que la humanidad siga durmiendo, y busca asegurar que nunca despierte. Para este exacto propósito se está creando un mundo virtual artificial, donde la noche dura para siempre y el día es representado mediante una simulación electrónica exquisita. Este mundo debería ser volado por los aires.

4. El proyecto del futuro debe ser considerado y creado abiertamente. Los pueblos y las sociedades deben seleccionarlo, pero no recibirlo como algo impuesto. Por eso, la Alianza Global Revolucionaria debería hacer un llamamiento a todos y para todos, contarlo todo acerca de sus metas y objetivos, sus horizontes y sus planes. La Alianza Global Revolucionaria no debe imponer ni tratar de conceder nada a nadie. La Alianza Global Revolucionaria no promete nada, no instiga, no conduce a algún lugar que está claro sólo para ella pero que sigue siendo un misterio para todos los demás. Tales tácticas no nos darán el resultado deseado. La Alianza Global Revolucionaria insiste en un despertar universal, en la movilización total, en la penetración y el conocimiento general de la catástrofe que comenzó y está ganando impulso, y en la construcción desde esta trágica fundación de un nuevo mundo transparente, abierto a todas las personas. Tenemos que decirle a la gente la verdad: el estado de la humanidad es terrible, el auto-diagnóstico es de lo más decepcionante. Sí, esta es una enfermedad, una enfermedad grave, profunda e implacable. Pero… curable. Curable si es reconocida como una enfermedad, considerada como tal, y si existe la voluntad de cambiar la situación y de encontrar un horizonte de recuperación. Para encontrar la salud, es necesario recuperarla. Para recuperarla, debemos darnos cuenta de que estamos gravemente enfermos. Y el primer paso hacia la recuperación será identificar dónde nos lleva la enfermedad, y cuáles son sus principales portadores. Los registros de caso se hallan en la cultura occidental de los tiempos modernos y en su preludio histórico. El portador de la enfermedad, en su desarrollo un parásito como las células tumorales en los tejidos sanos, es la oligarquía mundial global, el estado-monstruo EEUU, la ideología del liberalismo viciosa ya en sus fundamentos, la red mundial de agentes de influencia sirviendo a los intereses del imperio del mal en todas las sociedades, incluyendo aquellas que fueron capaces de mantener la inmunidad, al menos parcial, ante los virus malignos corrosivos. Los médicos saben que sin la voluntad del paciente no es posible alcanzar la recuperación, y ningún truco o método externo ayudará. Por lo tanto, los principales aliados de la Alianza Global Revolucionaria son las propias personas, las sociedades, las culturas, toda la humanidad, la cual está simplemente obligada a despertar y a sacudirse la escoria liberal oligárquica chupa sangre norteamericana. Reiniciar y comenzar a vivir una vida plena, de acuerdo a la propia voluntad y confiando en nuestra propia mente. Entonces la misión de la Alianza Global Revolucionaria habrá sido llevada a cabo y ésta ya no será necesaria. En su lugar vendrá el futuro, que la humanidad elegirá por sí misma y que construirá libremente con sus propias manos. Se creará a sí mismo, sólo consigo, y para sí solamente.

(Traducción Página Transversal)

Fuentes: The Fourth Political Theory y Legio Victrix

Notas del traductor:

[1] Sabiduría convencional

[2] O “crisol de razas”.

[3] Estilo de vida norteamericano.

[4] Trollingflamingfloodingbots

https://4tpes.wordpress.com/2015/04/06/manifiesto-de-la-alianza-global-r...