La necesidad de la metafísica del Caos

La necesidad de la metafísica del Caos

La filosofía europea moderna comenzó con el concepto de Logos y el orden lógico del ser. Durante dos mil y algunos cientos de años este concepto ha sido completamente agotado. Todo el potencial y los principios contenidos en esta forma de pensar logocéntrica ahora se han explorado a fondo, expuesto y abandonado.

El problema del Caos y la figura del Caos se descuidaron, dejadas a un lado desde el principio de la filosofía. La única filosofía que conocemos en la actualidad es la filosofía del Logos. Pero el Logos es algo opuesto al Caos, su alternativa absoluta.

Desde el siglo XIX, con los filósofos europeos más importantes y brillantes como Friedrich Nietzsche, Martin Heidegger, hasta los pos-modernistas contemporáneos el hombre europeo comenzó a sospechar que el Logos estaba llegando a su fin. Algunos de ellos osaron afirmar que de ahora en adelante estamos viviendo en el tiempo del fin de la filosofía logocéntrica, acercándose otra cosa.

La filosofía europea estaba basada en el principio logocéntrico que corresponde al principio de exclusión, el elemento diferenciador, la diairesis griega. Todo esto corresponde estrictamente a la actitud masculina, refleja el orden jerárquico, autoritario, vertical del ser y del conocimiento.

Este enfoque masculino de la realidad impone orden y el principio de exclusividad en todas partes. Esto es perfectamente claro en la lógica aristotélica en la que los principios de identidad y de exclusión se colocan en la posición central en el modo normativo de pensamiento. A es igual a A, y no es igual a no-A . La identidad excluye la no-identidad (alteridad) y viceversa. Aquí vemos al hombre que habla, piensa, actúa, lucha, divide, ordena.

Actualmente toda esta filosofía logocéntrica llegó a su fin y debemos pensar en otra posibilidad de pensamiento distinta del modo logocéntrico, falocéntrico, jerárquico y excluyente.

Si el Logos ya no nos satisface, nos fascina, nos mueve, entonces estamos dispuestos a probar algo más y abordar el Caos.

Para empezar: hay dos conceptos diferentes del Caos. La física y la filosofía modernas hacen referencia a sistemas complejos, bifurcaciones y ecuaciones no lineales mediante el uso del concepto de “caos” para describir tales fenómenos. Entienden por eso no la ausencia de orden, sino un tipo de orden que es difícil de percibir en cuanto tal. Así que este “caos” sería un orden, pero muy complejo, que parece no ser orden en modo alguno, pero que en esencia lo es. Este “caos” o “turbulencia” es calculable en la naturaleza pero con métodos y procedimientos teóricos y matemáticos más sofisticados que los instrumentos con los que faena la ciencia natural clásica.

El término “caos” es usado aquí de manera metafórica. En la ciencia moderna continuamos tratando con una forma esencialmente logocéntrica de explorar la realidad. Entonces, el “caos” aquí no es más que una estructura disipativa del Logos, el último resultado de su decadencia, caída, descomposición. La ciencia moderna no está tratando con algo que no sea el Logos, sino con una especie de post-Logos, o ex-Logos , o Logos en el último estado de disolución y de regresión. El proceso de destrucción y disipación final del Logos es tomado aquí como “caos”.

En realidad ello no tiene nada que ver con el Caos en cuanto tal, con el Caos en el sentido griego original del término. Es más bien un tipo máximo de confusión. René Guénon llama a la era en la que ahora vivimos una época de Confusión. La confusión significa el estado de ser que sucede al orden y lo precede. Así que tenemos que hacer una distinción clara entre dos conceptos diferentes. Por un lado, tenemos el concepto moderno de caos que representa un pos-orden o una mixtura de fragmentos contradictorios de ser sin ninguna unidad y orden, ligados entre sí por correspondencias y conflictos post-lógicos altamente sofisticados. Gilles Deleuze ha llamado a este fenómeno un sistema no co-posible compuesto por la multitud de las mónadas (utilizando el concepto de mónadas y co-posibilidad introducido por Leibniz) convirtiéndose para Deleuze en “las nómadas”. Deleuze describe la posmodernidad como una suma de fragmentos no co-posibles que pueden coexistir. Esto no era posible en la visión leibniziana de la realidad basada en el principio de co-posibilidad. Pero dentro de la posmodernidad podemos ver elementos excluyentes coexistiendo. Las mónadas no co-posibles (“nómadas”) no ordenadas pululando alrededor podrían parecer algo caótico, y es en ese sentido como normalmente se usa la palabra caos en el lenguaje cotidiano. Pero en rigor debemos diferenciar.

Así que tenemos que distinguir dos tipos de caos, el “caos” posmodernista como equivalente a confusión, una especie de post- orden, y el Caos griego como pre-orden, como algo que existe antes de que la realidad ordenada haya llegado a ser. Sólo este último puede ser considerado Caos en el sentido propio del término. Este (que es, sin embargo, el original) sentido del concepto de Caos se debe examinar cuidadosamente de modo metafísico.

La visión épica de la ascensión y caída del Logos en el curso del desarrollo de la filosofía occidental y de la historia de Occidente fue expuesto por Martin Heidegger, quien dijo que en el contexto de la cultura europea u occidental el Logos no es sólo un principio filosófico primordial, sino también la base de la actitud religiosa que forma el núcleo de la Cristiandad. También podemos notar que el concepto de “kalam” o intelecto está en el centro de la filosofía y la teología islámicas. Lo mismo ocurre con el judaísmo (al menos en la opinión del judío Filo, y sobre todo en el judaísmo medieval y en la Cábala). Así, en la alta modernidad en que vivimos somos testigos de la caída del Logos acompañada de la correspondiente caída de la cultura greco-romana clásica y de la religión monoteísta. Estos procesos de descomposición son completamente paralelos a lo que Martin Heidegger considera la situación actual de la cultura occidental en su conjunto. Identifica el origen de este estado de cosas en algún error oculto y difícilmente reconocible cometido en las primeras etapas del pensamiento griego. Algo salió mal en el comienzo mismo de la historia de Occidente y Martin Heidegger ve este error, precisamente, en la afirmación de la posición exclusivista del Logos exclusivista en el pensamiento en cuanto tal. La transición fue hecha por Heráclito, por Parménides, pero sobre todo por Platón a partir del pensamiento de la filosofía, lo que fue equivalente a la instauración de una visión del mundo de dos niveles en la cual lo existente era percibido como una manifestación de lo oculto. Posteriormente, lo oculto fue reconocido como el Logos, la Idea, el paradigma, el ejemplo. De este punto procede la teoría referencial de la verdad. La verdad es el hecho de la correspondencia de lo dado inmediatamente a la presunta esencia invisible (“la naturaleza a la que le gusta esconderse”, según Heráclito). Los presocráticos estaban en el principio de la filosofía. La explosión incontrolada de la técnica moderna es su resultado lógico. Heidegger llama a esto “Gestell” y considera que es el motivo del desastre y la aniquilación de la humanidad que se acerca inevitablemente. Según él, el propio concepto de Logos estaba equivocado, por lo que se propuso revisar radicalmente nuestra actitud hacia la propia esencia misma de la filosofía y del proceso de pensamiento, y encontrar otro modo, que él llamó “el Otro Comienzo”.

Así que el Logos apareció por primera vez con el nacimiento de la filosofía occidental. La antigua filosofía griega surgió ya como algo que excluye al Caos. Precisamente, al mismo tiempo el Logos comenzó a florecer revelando una especie de inmensa voluntad de poder y el absolutismo de la actitud masculina hacia la realidad. El devenir de la cultura logocéntrica ontológicamente aniquiló el polo opuesto del Logos en sí – es decir, el caos femenino. Así que el Caos como algo que precedió al Logos y fue abolido por él y su exclusividad se manifiestó y desestimó por el mismo movimiento. El Logos masculino expulsó al Caos femenino, la exclusividad y la exclusión subyugaron la inclusividad y la inclusión. Así nació el mundo clásico estirando sus límites por 2500 años – hasta la modernidad y la era científico racionalista. Este mundo llegó a su fin. Pero, sin embargo, todavía vivimos en sus límites. Al mismo tiempo, en el mundo de la disipación posmoderno todas las estructuras de orden se están degradando, dispersando y confundiendo. Es la noche del Logos, el fin del orden, el último acorde de la dominación exclusivista masculina. Pero estamos todavía dentro de la estructura lógica, no fuera de ella.

Afirmando esto, tenemos algunas soluciones básicas para el futuro. La primera – el retorno al reino del Logos, la Revolución Conservadora, la restauración de la dominación total masculina en todos los ámbitos de la vida – la filosofía, la religión, lo cotidiano. Esto podría hacerse espiritualmente y socialmente o en lo técnico. Este modo en el que la técnica se encuentra con el orden espiritual fue fundamentalmente estudiado y explorado por Ernst Jünger, amigo de Martin Heidegger. El retorno al clasicismo acompañado por la apelación al progreso técnico. El esfuerzo por salvar el Logos en descomposición, la restauración de la sociedad tradicional. El Orden eternamente nuevo.

El segundo camino es aceptar las tendencias actuales y seguir la dirección de la confusión, que implica participar más y más en las estructuras de disipación, en el postestructuralismo, y tratar de alcanzar el placer de deslizarse cómodamente en la nada. Esta es la opción elegida por los representantes de la izquierda o los liberales de la postmodernidad. Es el nihilismo moderno en su ápice – originalmente identificado por Nietzsche y explorado a fondo por Heidegger. El concepto de la nada siendo lo potencialmente presente en el principio de la identidad adecuada al propio Logos, no es aquí el límite del proceso de la caída del orden lógico, sino el ámbito construido racionalmente de expansión ilimitada de la decadencia horizontal, multitudes incalculables de flores de putrefacción .

Sin embargo, podríamos elegir la tercera vía y tratar de trascender las fronteras del Logos y dar un paso más allá de la crisis del mundo postmoderno, literalmente postmoderno, es decir, más allá de la modernidad, donde la disipación del Logos alcanza su límite. Así, la cuestión de este propio límite es crucial. Mirando desde el punto de vista del Logos en general, incluyendo el Logos más decaído, más allá del reino del orden no hay nada. Así que cruzar la frontera de ser es ontológicamente imposible. La nada no es: así dice después de Parménides toda la ontología logocéntrica occidental. Esta imposibilidad afirma la infinitud de la frontera del Logos y asegura la descomposición interna del reino de la continuidad del orden eterno. Más allá de la frontera de ser no hay nada y el movimiento hasta este límite es analíticamente infinito (aquí es totalmente válida la aporía de Zenón de Elea). Así que nadie puede cruzar la frontera a no ser que simplemente no exista.

Si insistimos no obstante en hacer eso, debemos apelar al Caos en su sentido griego original, como algo que precede el ser y al orden, algo pre-ontológico.

Estamos frente a un problema crucial realmente importante. Un gran número de personas hoy en día no está satisfecho con lo que está sucediendo a nuestro alrededor, con la crisis absoluta de los valores, las religiones, la filosofía , la política y el orden social, con las condiciones posmodernas, con la confusión y la perversión, con la era de mayor decadencia.

Pero teniendo en cuenta el sentido esencial del devenir de nuestra civilización al estado actual no podemos mirar hacia las fases anteriores del orden logocéntrico y sus estructuras subyacentes porque fue precisamente el Logos mismo quien llevó las cosas al estado en el que ahora están, portando en sí los gérmenes de la decadencia actual. Heidegger identifica con extrema credibilidad las raíces de la técnica en la solución presocrática al problema del ser a través del Logos. De hecho, el Logos no puede salvarnos de las condiciones instauradas por él mismo. El Logos no sirve de nada aquí.

Así que sólo el caos pre-ontológico puede dar una pista sobre la forma de superar la trampa de la postmodernidad. Él fue puesto a un lado en los albores de la creación de la estructura lógica del ser como una piedra angular. Ahora es su turno para entrar en juego. De lo contrario estaremos condenados a aceptar la postmodernidad disipada postlógica que pretende ser eterna porque de alguna manera aniquila el tiempo. La modernidad mató a la eternidad y la postmodernidad está matando el tiempo. La arquitectura del mundo post-moderno es completamente fragmentada, perversa y confusa. Es una especie de laberinto sin salida, doblado y retorcido como la cinta de Moebius. El Logos, que era la garantía de la rectitud del orden, sirve aquí para proporcionar la curvatura, que se utiliza para preservar la impracticabilidad de la frontera ontológica con la nada, contra eventuales transgresores.

Así que la única manera de salvarnos a nosotros mismos, de salvar a la humanidad y la cultura de esta trampa es dar un paso más allá de la cultura logocéntrica dirigido al Caos .

No podríamos restaurar el Logos y el orden que se deriva de él porque llevan en sí mismos la razón de su destrucción eterna. En otras palabras, para salvar el Logos exclusivista deberíamos hacer un llamamiento a la instancia inclusiva alternativa, que es el Caos.

Pero, ¿cómo usar el concepto de Caos y basar en él nuestra filosofía si la filosofía ha sido siempre para nosotros algo lógico por definición?

Para resolver esta dificultad, deberíamos abordar el Caos no desde la posición del Logos, sino desde la del Caos. Esto puede ser comparado a la visión femenina, la comprensión femenina de la figura del otro que no es excluido, sino, por el contrario, incluido en la identidad.

El Logos se considera a sí mismo como lo que es, y como lo que es igual a sí mismo. Puede aceptar las diferencias dentro de sí mismo, ya que excluye lo que es distinto de sí mismo fuera de sí mismo. Así, la voluntad de poder está actuando. La ley de la soberanía. Más allá del Logos, afirma el Logos, no hay nada. Así que el Logos excluyendo todo más allá de sí mismo excluye al Caos. El Caos utiliza diferentes estrategias -incluye en sí mismo todo lo que es, pero al mismo tiempo todo lo que no es. Así, el inclusivo Caos incluye también lo que no es inclusivo como él, y más de aquello que excluye al Caos. Así, el Caos no percibe al Logos como otro en relación a sí mismo, o como algo que no existe. El Logos como el primer principio de exclusión está incluido en el Caos, presente en él, rodeado por él y tiene su lugar garantizado en él. Así la madre portadora del bebé lleva consigo lo que es una parte de ella y lo que no es una parte de ella al mismo tiempo. El hombre ve a la mujer como un ser externo e intenta penetrarla. La mujer considera al hombre como algo interno y trata de darle un nacimiento.

El Caos es el eterno nacimiento del otro, es decir, del Logos.

En resumen, la filosofía caótica es posible porque el propio caos incluye en sí el Logos como posibilidad interior. Puede identificarlo libremente, apreciar y reconocer su exclusividad incluida en su vida perpetua. Así llegamos a la figura del muy especial Logos caótico, que es el Logos completa y absolutamente fresco, siendo eternamente revivido por las aguas del Caos. Este Logos es caótico, al mismo tiempo exclusivo (y es por eso que es propiamente Logos) e inclusivo (siendo caótico). Lidia con la identidad y la alteridad de forma diferente.

El Caos puede pensar. Él piensa. ¿Deberíamos preguntarle cómo lo hace? Hemos preguntado al Logos. Ahora es el turno del Caos. Debemos aprender a pensar con y dentro del Caos.

Sugeriría, como ejemplo, la filosofía del pensador japonés Nishida Kitaro, que ha construido la “lógica del torneo” o “lógica de los lugares” en oposición a la lógica aristotélica .

Debemos explorar otras culturas diferentes de la occidental para tratar de encontrar diferentes ejemplos de filosofía inclusiva, religiones inclusivas, y así sucesivamente. El logos caótico no es sólo una construcción abstracta. Si nos fijamos bien, encontramos las formas reales de esta tradición intelectual. En las sociedades arcaicas, así como en la teología y las corrientes místicas orientales.

Apelar al Caos es la única manera de salvar el Logos. El Logos necesita un salvador para sí mismo. No pudo salvarse a sí mismo. Necesita de algo opuesto a sí mismo para ser restaurado en la situación crítica de la postmodernidad. Nosotros no conseguimos trascender la posmodernidad. Esta no puede ser superada sin apelar a algo que haya sido antes de la razón de su decadencia. Así que debemos recurrir a otras filosofías distintas de la occidental.

En conclusión, me gustaría decir que no es correcto concebir el Caos como algo que pertenece al pasado. El Caos es eterno, pero eternamente coexistente con el tiempo. Así que el caos es siempre absolutamente nuevo y espontáneo. Podría ser considerado como una fuente de cualquier tipo de invención y novedad, porque su eternidad tiene en sí misma siempre algo más de lo que era, es, o va a ser en el tiempo. El Logos en sí mismo no puede existir sin el caos como el pez no puede vivir fuera del agua. Cuando ponemos un pez fuera del agua, se muere. Cuando el pez comienza a insistir excesivamente en que alrededor se trata de algo más que de agua (incluso si es cierto), llega a la orilla y se muere. Es una especie de pez loco. Cuando lo ponemos de nuevo en el agua, salta de nuevo. Así que lo dejamos morir si él quiere. Hay otros peces en el fondo del agua. Vamos a seguirlos.

La era astronómica que está llegando a su fin es la era de la constelación del pez. El pez en la orilla. El pez moribundo. Así que necesitamos mucho del agua.

Sólo una actitud completamente nueva frente al pensamiento, una nueva ontología y una nueva gnoseología pueden salvar al Logos que salió del agua, en la orilla, en el desierto que crece y crece (como Nietzsche previó).

Sólo el Caos y la filosofía alternativa basada en la inclusividad pueden salvar a la humanidad moderna y el mundo de las consecuencias de la degradación del principio exclusivista llamado Logos. El Logos ha expirado y todos podemos ser enterrados bajo sus ruinas a menos que hagamos un llamamiento al Caos y sus principios metafísicos, y los utilicemos como base para algo nuevo. Tal vez este es el “nuevo comienzo”, del cual habló Heidegger.

Fuentes: Against Postmodern World – Legio Victrix 

(Traducción de La Cuarta Teoría Política en español)

Extraído de: La Cuarta Teoría Política en español