EL NEOEURASIANISMO DE ALEXANDER DUGIN Y EL PROYECTO DE LA UNIÓN EURASIÁTICA:

Un análisis exhaustivo del proyecto de la Unión Euroasiática y la teoría política que se encuentra subyacente a ese tema requiere del hecho de que se preste mucha atención a la enorme cantidad de escritos y a la actividad académica realizada por el muy conocido neoeurasianista Alexander Dugin, algo que no se ha hecho hasta ahora. Cuando se revisa la literatura acerca de Dugin y la Unión Euroasiática, se puede encontrar muchas veces que esta misma no hace una revisión importante de las mismas fuentes primarias. Basta simplemente comparar algunos de los trabajos más recientes de Dugin, que son desatendidos por esta misma literatura, junto con sus conferencias en la Universidad Estatal de Moscú y el consenso general sobre sus ideas, para darnos cuenta de ese problema. Existe una brecha entre ambos: lo que significa que los estudios acerca de Dugin necesitan ponerse al día con respecto a los estudios hechos por el mismo Dugin.

Introducción

En el periódico Financial Times apareció un artículo muy importante un día después de que presidente ruso Vladimir Putin anunciara su objetivo de establecer una Unión Euroasiática entre la Federación de Rusia, Bielorrusia y Kazajstán. En ese artículo, Charles Clover afirmaba que los planes de Putin eran "el resultado" de las ambiciones de "un pequeño grupo de eurasianistas comprometidos", entre los cuales se encontraba Alexander Dugin. Según Clover, Dugin, como jefe del Movimiento Eurasianista Internacional, llegó incluso atribuirse el mérito de la mayor parte de las ideas expresadas por Putin en una conferencia hecha en la Universidad de Moscú el mismo día en que fue anunciada la creación de dicha Unión Eurasiática: Dugin afirmaba haber ayudado a preparar ese discurso. Antes de abordar el problema de la influencia que Dugin ejerció en el proyecto de la Unión Euroasiática de Putin, Clover recordaba un agudo comentario hecho por John Maynard Keynes de que "los locos que portan alguna autoridad y escuchan voces en el aire, están poseídos por el frenesí que ha sido destilado por algún escritor hace algunos años". En este artículo, sostengo que un análisis exhaustivo de las propuestas de la Unión Euroasiática y la teoría política que subyace a esa Unión, debe prestar mucha mayor atención a los escritos recientemente publicados por ese "autor académico" conocido como Alexander Dugin, quien es el principal teórico del eurasianismo.

Para apoyar mis argumentos, voy a examinar una serie de fuentes primarias, que incluyen libros, conferencias universitarias y artículos del mismo Dugin, ninguno de los cuales es citado por la literatura contemporánea que lo estudia y demuestro que ese material enriquecería nuestra comprensión del mismo eurasianismo. Luego crítico una serie de trabajos representativos de los estudios hechos en inglés acerca de Dugin, debido a la falencia que tienen al no citar fuentes primarias recientes y los conceptos erróneos que usan, lo cual no hace sino deformar la literatura que existe sobre el tema. Por último, propongo que el eurasianismo, según Dugin, debe considerarse principalmente como una doctrina filosófica y no solo geopolítica.

La cuarta teoría política como punto de partida 

Alexander Dugin es autor de más de veinte libros y diez libros de texto sobre temas que deberían ser de un profundo interés para cualquier que estudie las ideas sobre el eurasianismo. A pesar de eso, un selecto grupo de estudiosos que ha escrito sobre él solo utiliza una pequeña cantidad de lo que este mismo autor ha escrito. Esto sería perdonable si tomamos en cuenta la prolífica producción de este autor, la cual es difícil de seguir. Sin embargo, cualquier comprensión integral del eurasianismo tendría que tener como meta el seguir la producción de sus escritos y tener en cuenta todos los desarrollos teóricos que estos libros contienen. En esta sección, examinaré dos versiones del libro de Dugin, La cuarta teoría política, en sus versiones en ruso (2009) y en inglés (2012), con tal de descubrir lo que cada una tiene que enseñarnos sobre el eurasianismo contemporáneo. Por lo que puedo decir que la comunidad académica no ha hecho referencia a ninguno de estos libros ni en sus versiones en inglés ni en ruso, a pesar de que la versión rusa ha estado disponible por más de dos años. 

En sus declaraciones públicas más reciente, Dugin llama a la idea de la Cuarta Teoría Política "quizás la punta de lanza que reúne todas sus investigaciones científicas [en] el campo de la filosofía política". El eurasianismo, según Dugin, puede considerarse como "una de las versiones preliminares de esa cuarta teoría política". Su libro La Cuarta Teoría Política ha sido traducido al inglés, al italiano, al francés, al farsi y a muchos otros idiomas, y el principal sitio web en inglés que promueve su pensamiento toma su nombre de ese concepto (4pt.su). La Universidad Estatal Lomonosov de Moscú, donde Dugin es el director de la Facultad de Sociología de Relaciones Internacionales y fundador del Centro de Estudios Conservadores, suele celebrar una serie de conferencias y talleres y emite muchas publicaciones dedicadas al problema de la Cuarta Teoría Política. En consecuencia, los estudiosos del eurasianismo deberían estudiar la idea de la Cuarta Teoría Política. Sin embargo, muy pocos artículos académicos hacen referencia a esas ideas, ni siquiera de forma superficial. En esta exposición ofreceré algunas observaciones sobre el eurasianismo y la Cuarta Teoría Política, con la intención de corregir algunos de los conceptos erróneos que son más comunes al abordar el pensamiento de Dugin.

El problema de confundir el conservadurismo con el fascismo

La primera discusión importante sobre el eurasianismo al interior de La Cuarta Teoría Política sucede en el capítulo que se titula "¿Qué es el conservadurismo?" En ese capítulo, Dugin distingue entre varios tipos de conservadurismo, incluido el tradicionalismo o conservadurismo fundamental, frente al conservadurismo del statu quo o conservadurismo liberal, al igual que entre la revolución conservadora y el conservadurismo social o de izquierda.

El primero de ellos, el conservadurismo fundamental, está caracterizado por su “rechazo a cualquier vector importante del desarrollo histórico”. Sostienen una visión según la cual “la idea de progreso es mala; la idea de desarrollo tecnológico es mala; la filosofía de Descartes sobre el sujeto y el objeto es mala; la metáfora de Newton sobre el relojero es mala; la ciencia positiva contemporánea, junto con la educación y la pedagogía basadas en ella, son malas” (2012, 87). René Guénon, Julius Evola, Titus Burckhardt, Leopold Ziegler y otros escritores son los representantes de esta forma de conservadurismo (2012, 88).

Vale la pena observar que, según Dugin, el asociar el conservadorismo fundamental con el fascismo es algo incorrecto. Según él, “el fascismo es antes que nada una filosofía moderna, que posee un grado significativo de elementos de la sociedad tradicional, aunque no protesta contra la Modernidad ni contra el tiempo” (2012, 88). Por lo tanto, aquellos que asocian a Dugin con el tradicionalismo y al tradicionalismo con el fascismo y, por lo tanto, a Dugin con el fascismo, se equivocan gravemente a la luz de la Cuarta Teoría Política y deberían de estudiar su definición del conservadurismo euroasiático y del tradicionalismo con respecto al fascismo.

Como vemos, las acusaciones de que Dugin es un fascista, al igual que muchas otras acusaciones, deberían repensarse a la luz de las distinciones teóricas de la Cuarta Teoría Política.

El conservadurismo liberal o del statu quo consiste en decir un “sí” a la Modernidad, un sí que es mitigado por el deseo de frenar o posponer “el fin de la historia” (2012, 91-92). El conservador liberal busca “defender la libertad, los derechos, la independencia del hombre, el progreso y la igualdad, pero por otros medios [que no sean los de la izquierda]: a través de la evolución, no de la revolución; para que no haya, Dios no lo quiera, una liberación desde las profundidades de esas energías dormidas que brotaron con el Terror de los jacobinos y luego con el anti-Terror, etc.” (2012, 92).

Dugin menciona al pensador liberal alemán Jurgen Habermas como un ejemplo de ese conservadurismo del statu quo, debido a su miedo a volver "a la sombra de la tradición, que fue la guerra llevada a cabo contra todo lo que no era representado por la Modernidad" (2012, 92). El giro de Francis Fukuyama hacia la construcción del Estado-nación como una etapa en este camino para alcanzar una mayor profundización de las libertades democrática también pertenece a estas mismas ideas (2012, 91). 

La Revolución Conservadora es la que tiene un mayor interés filosófico para Dugin. A esta escuela de conservadurismo pertenecen figuras como Martin Heidegger, los hermanos Junger, Carl Schmitt, Oswald Spengler, Werner Sombart, Othmar Spann “y toda una constelación de autores, en su mayoría alemanes, que a veces son llamados 'los disidentes del nacionalsocialismo'” (2012, 94). Estos pensadores comparten la crítica del conservadorismo fundamental hacia la Modernidad, pero se preguntan si no existió algo al interior del estado de cosas sostenidas por la Tradición que implicaría su posterior destrucción. Desde su perspectiva, un simple regreso a la pre-modernidad no resolvería para nada el problema, pues podría ser que “en la misma Fuente, en la misma Deidad, en la mismísima Causa Primera, se encuentre esta intención de organizar un verdadero drama escatológico” (2012, 95). Por lo tanto, “los conservadores revolucionarios quieren no sólo ralentizar el tiempo (como los conservadores liberales) o volver al pasado (como los tradicionalistas), sino arrancar de la estructura del mundo las raíces del mal, abolir el tiempo como una cualidad destructiva de la realidad” (2012, 95). 

Finalmente, el conservadurismo de izquierda o social, como lo tipifica Georges Sorel, sostiene que tanto la izquierda como la derecha luchan contra la burguesía como un enemigo común. Según Dugin, esta visión tiene similitudes con el nacional-bolchevismo de Ustralyov (2012, 98). 

El eurasianismo "se preocupa por esta clase de ideologías conservadoras". “Comparte algunas características con el conservadurismo fundamental (tradicionalismo) y con la Revolución Conservadora (incluido… el conservadurismo social…)” pero rechaza el conservadurismo liberal (2012, 98-99). Los análisis del eurasianismo como idea política o ideología política deberían comprenderse siguiente estas tipologías e incorporando la idea de la existencia de varios conservadurismos, sin concluir erróneamente que, por ser conservador, no se puede ser de izquierda o que, por ser conservador, se debe ser un conservador liberal o del statu quo.

Más importante que todo lo anterior es el hecho de que tales análisis deben evitar la confusión de llamar fascista al conservadurismo euroasiático. La lógica básica de este error, en pocas palabras, es la siguiente: el eurasianismo no es ni liberalismo ni comunismo, ni una variante del liberalismo o del comunismo. Por lo tanto, debe ser fascista. Es precisamente contra la afirmación de que las tres teorías políticas -liberalismo, comunismo y fascismo- agotan cualquiera de las posibles opciones que existen contra lo que se rebela la Cuarta Teoría Política. En consecuencia, el antídoto más seguro contra tales confusiones consiste en el estudio de las obras sobre teoría política de Dugin, en donde se introducen esas distinciones necesarias.

Una crítica contra el nacionalismo civilizacional en la literatura escrita sobre Dugin

La idea de civilización juega un papel importante en el conservadurismo euroasiático. Según Dugin, el eurasianismo se diferencia de las ideologías conservadoras a las que se asemeja en que “la alternativa a la Modernidad no se toma del pasado o de una revolución conservadora de carácter único, sino de sociedades históricas que co-existen con la civilización occidental, pero que son geográfica y culturalmente diferentes” (2012, 99). No entraré en detalles en este aspecto del neo-eurasianismo. En cambio, ofreceré una breve crítica de la literatura reciente publicada sobre este tema.

La importancia de la idea de civilización en el discurso ideológico ruso contemporáneo ha sido notada por académicos como Verkhovskii. En un artículo de Russian Law and Politics, publicado en el 2012, expresa que “la afirmación de Rusia como civilización es la justificación del régimen neo-autoritario de Putin”. Verkhovskii y otros discuten el resurgimiento de esa “idea milenaria que augura un 'camino especial' para Rusia” (5) y, en particular, una versión de este camino que según Verkhovskii sería un "nacionalismo civilizacional".

Verkhovskii, quien, dicho sea de paso, comete el error de referirse a Dugin como un “neofascista” (60), categoriza el neo-euroasianismo como un tipo o “corriente política” perteneciente a este nacionalismo civilizacional. Resulta significativo que él mismo afirma que "todas las ramas del nacionalismo ruso discutidas anteriormente hacen uso de las ideas [de Dugin] hasta cierto punto" (61). Desafortunadamente, no detalla las formas específicas en que esas varias ramas del nacionalismo civilizacional ruso se basan en las ideas de Dugin. En cambio, se contenta con señalar que el nombramiento de Dugin, "uno de los ideólogos más odiosos de este nacionalismo civilizatorio", para que ocupara un puesto en la Universidad Estatal de Moscú es evidencia de la creciente influencia de "la retórica del nacionalismo civilizacional" en la academia rusa (79).

Por supuesto, Verkhovskii no puede emprender un análisis serio y matizado sobre la idea de nacionalismo civilizacional tal y como es elaborada por Dugin, especialmente cuando lo llama un “odioso neofascista”. Lo cual ya de por sí va en contra de la visión de Dugin que enfrenta ese “callejón sin salida” del liberalismo y plantea ir “contra de las tendencias globales del desarrollo mundial” (82), siendo esta una cuestión central contra la que se enfrenta con respecto a sus interlocutores.

Pero el problema más grave, me parece, no es que a Verkhovskii no le guste o no esté de acuerdo con Dugin, o que le plantee preguntas importantes, sino que no lo estudia. Si aceptamos con Verkhovskii que las “construcciones teóricas de los radicales” - es decir, los nacionalistas civilizacionales – están basados en tres pilares: (1) que “existe una civilización rusa especial”, (2) que “la naturaleza político-territorial formada por tal civilización es el imperio”, y (3) que “el papel protagónico al interior de ese imperio debe ser desempeñado por los rusos étnicos”, (58) entonces admitimos además la importancia de Dugin como el más sofisticado, relevante e influyente teórico al interior de ese nacionalismo civilizacional, entonces sería irresponsable no emprender un análisis cuidadoso de las recientes declaraciones de Dugin sobre esos tres pilares – la civilización, el imperio y la etnia –, en lugar de persistir en continuar llamándolo una especie de "neofascismo".

Después de todo, precisamente el problema de la civilización, el imperio y la etnia juegan un papel importante tanto en las versiones rusa e inglesa de La Cuarta Teoría Política. En la versión en inglés existe un capítulo llamado "La civilización como concepto ideológico" y tiene alrededor de veinte páginas (Dugin 2012, 101-121). En la versión rusa, en un capítulo titulado “El conservadurismo como proyecto y episteme”, se le da al imperio una sólida defensa filosófica y se articula en una estructura tripartita que consiste en el espacio, el narod y la religión, que en sí misma es un reflejo de la estructura tripartita de la episteme conservadora: la geopolítica, la etno-sociología y la teología. La tercera parte de la versión rusa del libro lleva por título “El contexto geopolítico del siglo XXI: civilización e imperio”, donde se presentan numerosos capítulos y secciones acerca de la pregunta sobre la civilización y la identidad rusa; por ejemplo, existe una sección llamada “Rusia como una civilización (un tipo histórico-cultural)” y dos capítulos denominados “El principio del 'Imperio' en Carl Schmitt y la Cuarta Teoría Política” y “El Proyecto del 'Imperio'”. En la quinta parte de la edición rusa del libro (disponible, repito, desde 2009), Dugin discute “la fórmula de la socio-génesis de Rusia”, incluyendo especialmente los elementos sobre “las constantes étnicas” y “las variables étnicas”, distinguiendo estructuralmente no solo las constantes y las variables, sino también las etnias del narod

En resumen, incluso la literatura más reciente sobre el tema del neo-eurasianismo sostenido por Dugin, como un nuevo tipo de ideología rusa, falla en considerar los materiales más importantes al interior de la fuente primaria, y también falla incluso en considerar las categorías teóricas más pertinentes para abordar ese problema en detalle. Este fracaso se debe, al parecer, a un anti-duginismo a priori, que a su vez surge del juicio de considerar a Dugin como un "neofascista". 

Por lo tanto, los estudiosos de Dugin y el neo-eurasianismo deberían dejar de lado sus prejuicios, consultar el material más recientemente publicado como una fuente primaria y guiarse en sus análisis (al menos de manera preliminarmente) por las propias distinciones teóricas hechas por Dugin. Quizás entonces los estudiosos dedicados al tema puedan encontrar bases racionalmente defendibles sobre las cuales refutar las propias posiciones de Dugin, en lugar de recurrir a ideas prefabricadas y erróneas contra las cuales advirtió Laruelle. 

Crítica a la literatura acerca del neoeurasianismo formulado por Dugin

Además de las referencias a Dugin, al menos en lo que respecta al resurgimiento del nacionalismo ruso, también existen investigaciones dedicadas al neoeurasianismo de Dugin en los estudios de lengua inglesa. Por ejemplo, un número de enero/febrero de 2009 de la revista a la que me he referido, Russian Politics and Law, fue dedicado a un análisis temático específicamente centrado en el neoeurasianismo de Dugin. ¿Qué tanto cita esa investigación las fuentes primarias más recientes escritas por Dugin? El artículo de Leonid Luks “¿Una "tercera vía", o el regreso del Tercer Reich?” analiza la idea del eurasianismo a través de la lectura de los artículos publicados por la revista Elementy, que fue editada por Dugin. La pregunta principal del artículo es si el autoproclamado eurasianismo de los autores de Elementy esta conectado, de hecho, con los eurasianistas clásicos (8). Sorprendentemente, aunque el estudio no cita ningún artículo o libro escrito después de 1995, Luks escribe acerca de lo que piensan los editores de Elementy con respecto a “las teorías actuales de la globalización [y] el modelo de un mundo único” (8). Dado que su estudio fue escrito en 2009, es curioso que Luks tome los comentarios hechos durante 1993 a 1995 como evaluaciones contemporáneas sobre "teorías actuales". 

El estudio de Luks concluye que el eurasianismo de Elementy tiene más en común con los revolucionarios conservadores de la Republica de Weimer que con los eurasianistas clásicos, y aunque igualmente es una revisión en conjunto muy importante de esa misma revista, sin embargo, su estudio acaba en una visión alarmista del neo-eurasianismo, especialmente debido a que no se refiere a los desarrollos más recientes del neo-eurasianismo de Dugin, por lo que varios de sus análisis terminan por ser fallidos. Por ejemplo, Luks escribe que Elementy contrasta la concepción unipolar estadounidense del mundo con la intención de " retornar a una concepción bipolar basada en un nuevo conflicto entre Oriente y Occidente" (20). Pero una comprensión correcta del neoeurasianismo actual seguramente tendría que centrarse no en la bipolaridad, sino en la multipolaridad. Debido a que Luks no tuvo en cuenta los más de veinte libros que Dugin publicó después de 1995, fecha del último artículo que cita Luks, y el 2009, año en que salió su propio artículo, es difícil ver el valor de sus generalizaciones en las que implica al neoeurasianismo de hoy en día en ser una clase de nuevo hitlerismo, todo eso basado en los artículos de Elementy publicados entre 1993 y 1995.

El artículo de Laruelle no cita ninguna de las obras de Dugin escritas después de 1997, aunque sí se refiere a algunos de sus propios escritos sobre Dugin y a La misión euroasiática de Nursultan Nazarbayev de Dugin, “publicado en el 2004 por la editorial de Moscú Evraziia, impreso en papel satinado y probablemente financiado por Astana” (99). Desafortunadamente, una falla similar en la referencia a escritos recientes también resta valor a las implicaciones generales que se pueden extraer del artículo de Umland. El artículo de Sokolov, Los nuevos intelectuales de derecha en Rusia, no cita a Dugin ni una sola vez y simplemente nombrar dos de sus obras (66). Siguiendo esta tendencia, Senderov cita solo uno de los libros de Dugin, Foundations of Geopolitics, y solo lo hace una vez. Así que en un número dedicado al "fenómeno Dugin" (4), lo que resulta más fenomenal es la escasa referencia que se hace a los propios escritos del mismo Dugin. 

El eurasianismo contemporáneo: más allá de la geopolítica 

Una de las deficiencias importantes de la literatura sobre el neo-eurasianismo contemporáneo es su énfasis unilateral en las cuestiones geopolíticas y su consecuente infravaloración de otros elementos con respecto a esa doctrina o su enfoque. Según Dugin, el neoeurasianismo aceptó los puntos más importantes de la cosmovisión de los pensadores euroasiáticos de los años 20 y 30, pero "los complementó haciendo referencia al tradicionalismo, a la geopolítica, al estructuralismo, a la ontología fundamental de Heidegger, a la sociología y a la antropología" (2012, 100). Pero por lo que he podido descubrir, casi todos los estudios importantes en inglés sobre Dugin se han centrado en sus escritos geopolíticos, excluyendo los otros componentes del neoeurasianismo que han sido enumerados por Dugin, con unas pocas excepciones que son dignas de mención. 

Una descripción completa del neo-eurasianismo tendría que incluir los elementos filosóficos, sociológicos, antropológicos que da ese enfoque y comprender como esos elementos interactúan. Los escritos anteriores del pensamiento de Dugin deben revisarse con la intención de que correspondan a una descripción más precisa y actualizada del neo-eurasianismo. Por ejemplo, el argumento de Laruelle de que Dugin "no encuentra agradable" la filosofía de Martin Heidegger (2006, 18) debe abandonarse, especialmente ahora que Dugin ha escrito cuatro libros sobre Martin Heidegger y se refiere a la filosofía heideggeriana como aquella que proporciona los fundamentos más profundos para la Cuarta Teoría Política y también para la posibilidad de crear una filosofía rusa distinta.

En esta sección, mi objetivo es ofrecer un breve esbozo de la "episteme neo-euroasiática" de Dugin tal como es descrita en las versiones rusa e inglesa de La Cuarta Teoría Política y hacer algunas observaciones sobre el papel del pensamiento de Heidegger en las ideas de Dugin. El propósito de esta sección es contribuir a una comprensión del pensamiento de Dugin que no se vea empañado desde el principio por los prejuicios sostenidos en su contra, por el hecho de no consultar las fuentes primarias más recientes o por un enfoque limitado únicamente a la geopolítica.

La necesidad de explorar estas categorías aumenta diariamente si tomamos en cuenta el perspicaz comentario de Yigal Liverant de que "existe una conexión innegable entre la política de Dugin y el cambio de régimen liderado por Putin", además de su correcta afirmación de que "Dugin y su filosofía no pueden... ser descartados como un episodio insignificante en la historia intelectual rusa... [sino que ellas más bien] reflejan una tendencia dominante en la política y cultura rusas actuales”, por lo que sus argumentos son importantes debido a  “que su influencia aumentará tanto entre el público en general como sobre quienes toman las decisiones en el Kremlin” (52), por esta razón merece prestarse atención a semejantes posturas. La solicitud de Putin de ser recibido en la cumbre de la UE-Rusia durante el 2012 como un representante de la Unión Euroasiática y la disputa provocada por la secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, cuando comentó que su país sabia "cual era el objetivo" de la Unión Euroasiática y que ellos estaban “tratando de encontrar formas efectivas de frenarlo o prevenirlo”, dan testimonio de la relevancia actual de la idea y el proyecto euroasiático en la comprensión de las estrategias rusas usadas durante la década del 2010 y, por lo tanto, también de la importancia de su principal teórico y visionario.

Las epistemes del eurasianismo y el conservadurismo

Dugin se refiere al eurasianismo no como una filosofía política sino como una “episteme” (2012, 98). Una episteme, según la terminología filosófica que Dugin sigue, es un “aparato estratégico que permite separar de entre todos los enunciados posibles aquellos que serán aceptables dentro de un campo, no diré que este basado en la teoría científica o en la cientificidad, sino que es posible decir dentro de ese mismo campo que unas cosas son verdaderas y otras falsas” (Derrida, 1980). Si la "episteme moderna" está dominada por las ciencias naturales y las matemáticas, entonces la "episteme posmoderna" está dominada por el "giro lingüístico" y la "deconstrucción" de los textos con respecto a sus relaciones con el poder. Entonces, ¿qué caracteriza a la episteme del eurasianismo según Dugin?

El "carácter específico" de la episteme del eurasianismo es su negativa a considerar el "logos occidental" como algo aplicable universalmente (2012, 99). El eurasianismo “considera la cultura occidental como un fenómeno local y temporal y afirma una multiplicidad de culturas y civilizaciones, que coexisten en diferentes momentos de un ciclo” (ibíd.). Debido a que "no hay un proceso histórico único" y "cada nación tiene su propio modelo histórico, que se mueve a un ritmo diferente y a veces en diferentes direcciones", el eurasianista puede afirmar que "la Modernidad es un fenómeno exclusivo de Occidente" y justifica que los otros "construyan sus sociedades sobre valores internos", rechazando las pretensiones de Occidente sobre la universalidad de su civilización (ibíd.). Así, el eurasianismo opone a la “episteme unitaria de la Modernidad” una “multiplicidad de epistemes, construidas sobre los cimientos de cada civilización existente” (ibíd.).

El neo-eurasianismo toma esta visión de la Modernidad sostenida por el eurasianismo clásico y establece un “análisis filosófico” (2012, 100) especificado en los términos concernientes a su dimensión temporal. Filosóficamente, se trata de la articulación de su profundo rechazo de la idea de “tiempo en sentido unidireccional” (ibíd.; ver también 55-67). Desde el punto de vista de su critica, el tiempo pasa del pasado al futuro a través del presente y se considera no desde el punto de vista del ser, sino desde el devenir o del avance. La concepción del conservador como alguien que está tratando de recuperar un momento pasado a partir de una progresión lineal del tiempo presupone así un concepto unidireccional del tiempo, que los neo-eurasianistas rechazan por motivos filosóficos. 

Esta idea de la temporalidad alternativa no es ajena a la consideración política del neoeurasianismo. Algunos críticos del neoeurasianismo lo acusan de ser nada más que un programa para volver a los días gloriosos de la Unión Soviética. Por ejemplo, la secretaria de Estado de los Estados Unidos, Hillary Clinton, recientemente afirmó que el proyecto de la Unión Euroasiática es un “intento de volver a sovietizar la región”, concibiendo así este nuevo proyecto como un intento de regresar al pasado. De manera similar, el periódico Telegraph publicó en el 2011 un titular sobre la Unión Euroasiática que se titulaba: "Vladimir Putin está tratando de hacer que Rusia retroceda en el tiempo". Algunos comentaristas han dicho en broma que la Unión Euroasiática es un intento de "restablecer la URSS". Otros podrían interpretar plausiblemente tal movimiento como un intento de hacer "retroceder un reloj", es decir, regresar a una época anterior a la Ilustración y sus doctrinas políticas como el liberalismo, la occidentalización y los derechos humanos.

 Pero debido a que el conservaduismo del neo-eurasianista no tiene nada que ver con un querer recuperar un pasado perdido establecido por una historia temporal que transcurre unidireccionalmente, las críticas al proyecto neoeurasianista, realizadas en términos temporales unidireccionales, no logran entender los propios términos usados por el neo-eurasianismo. Sólo creyendo en la idea de la temporalidad unidireccional se puede creer que el eurasianismo es un proyecto “retrógrado” (2010, Capítulo Seis). Después de todo, Rusia tiene muchos momentos incompatibles al interior de su historia, lo que hace que la idea de creer que el conservador es alguien que quiere volver al pasado, resulte ser inconsistente y contradictoria en un país como Rusia. Como dice Dugin, "cuando un conservador pasa las páginas de un libro de la historia rusa, ve en ese libro páginas doradas y abominables", incluyendo "mucho de lo categóricamente es inaceptable y anómalo para un conservador ruso consecuente" (ibídem).

En lugar de una temporalidad unidireccional, el conservador neo-euroasiático opera según un “modelo sincrónico” del tiempo (ibíd.). Según este modelo, el conservador “no lucha por el pasado, sino por lo constante, lo perenne, lo que esencialmente siempre permanece idéntico a sí mismo” (ibíd.). El pasado, el presente y el futuro son ideas mediante las cuales uno se puede orientar, pero lo importante en ellas es lo que permanece constante.

Para explicar su visión de semejante temporalidad, Dugin se basa en ciertas ideas que elaboró en su primer libro sobre Heidegger. Según estas ideas, las categorías meramente temporales como el pasado, el presente y el futuro no son lo que le interesa al pensador conservador. En cambio, lo que ha sido, lo que es y lo que será sí llama su atención. En otras palabras, no es “el tiempo vacío” sino el ser como fue, es y será lo que permanece constante, pero bajo diferentes modalidades, eso es lo que realmente llama la atención del pensador conservador. “Si”, escribe Dugin, “para los 'progresistas' y los seguidores de la filosofía de la historia, el ser es una función del devenir (de la historia, del tiempo), entonces para los conservadores... el tiempo (la historia, la duración, el Zeit) es una función del ser”, porque “el ser prima y el tiempo es algo secundario” (ibíd.).

Esta orientación hacia el ser como constante subyace a la crítica del neo-eurasianismo frente a otros proyectos "conservadores" con los que disputa al interior de Rusia. Estos proyectos están “conceptual y filosóficamente en decadencia, son débiles y superficiales” porque carecen de “lo más importante… el aliento de la eternidad” (ibíd.). Ellos "imitan" a los liberales e "intentan promocionar las ideas conservadoras mediante etiquetas atractivas y comerciales", mientras que el verdadero conservadurismo filosófico y ontológico debería evitar tales enfoques y, en cambio, buscar demostrar "la verdad irresistible de la eternidad" "por cualquier medio" y “a cualquier precio” (ibíd.). 

Los críticos, sin embargo, podrían replicar que el propio proyecto conservador neo-euroasiático de Dugin se encuentra entre los mejor comercializados al interior de todas las corrientes actuales del conservadurismo ruso (ver, por ejemplo, los videos bien producidos y, por así decirlo, bien manufacturados y comercializados de las mismas conferencias universitarias hechas por Dugin, lo bien promocionados y el aspecto comercial que tienen sitios web como evrazia.info, evrazia.org, evrazia.tv, konservatizm.org, platonizm. ru, granews.info, etc.) y preguntarse si la concesión que hace la eternidad a la importancia del marketing no resulta el precio que se debe pagar por algo semejante. Dugin está dispuesto a pagar ese precio para hacer llegar, de forma amplia y eficaz, sus ideas a un gran público. Sin embargo, el carácter filosófico inusual y el énfasis ontológico del neo-eurasianismo de Dugin probablemente lo distingue de otros movimientos rusos conservadores (por ejemplo, el de Panarin) y le confiere un carácter muy diferente a su "envoltura". 

Dugin dice que el conservadurismo ruso fracaso debido al "déficit epistemológico" que existe en la Rusia de hoy. Tanto el período comunista como el período liberal que le siguió estaban basados en la superioridad del devenir sobre el ser e impregnaron las ciencias humanas y, en primer lugar, la educación con una cosmovisión científica que establecía una “negación explícita de la eternidad” (ibíd.). 

Igualmente, Dugin sostiene que el proyecto de implementar cualquier clase de políticas conservadoras es una cuestión secundaria, precedida por la tarea de elaborar un "sistema preliminar de coordenadas", "una especie de nueva sociología expresamente conservadora (desde presupuestos ideológicos y no metodológicos), y que ella esté lista para realizar un gigantesco trabajo de revisión de todas las concepciones científicas, humanitarias y sociológicas” (ibíd.). El eurasianismo como proyecto político depende, por tanto, de la elaboración de una sociología que sea ideológica y ontológicamente conservadora, destinada a reemplazar las epistemes liberales y comunistas; este es el trabajo que tiene lugar en la Universidad Estatal de Moscú y en otros lugares.

Conclusión 

Hasta ahora, he sostenido que los estudiosos contemporáneos del neo-eurasianismo y el proyecto de la Unión Euroasiática no han prestado la debida atención a los escritos recientes del principal teórico del neo-eurasianismo, Alexander Dugin. Para comenzar a remediar esa situación, apoyándome en las versiones inglesa y rusa de su libro La Cuarta Teoría Política, he discutido la concepción que Dugin tiene del neo-eurasianismo como una forma de conservadurismo y he tratado de corregir el error común de llamar a Dugin una especie de neofascista. Luego, intente mostrar que muchos de los temas que poseen un mayor interés para estos eruditos – como por ejemplo lo son la civilización, el imperio y la etnia – son extensamente tratados por Dugin en sus libros más recientes, a los cuales ninguno de ellos hace referencia; apoyando así aún más la afirmación de que es muy necesario considerarlos como fuentes primarias. He sugerido que es un antiduginismo a priori el que evita tal cosa y que ignora las importantes preguntas que Dugin dirige contra los puntos de vista liberales y progresistas. Para combatir tal enfoque, sentí que era necesario discutir lo que entiende el actual proyecto neo-eurasianista por una "episteme conservadora" y como la Unión Euroasiática debe entenderse y evaluarse antes de que emprendamos una crítica liberal. Finalmente, defendí la opinión de que el neo-eurasianismo debería ser pensado principalmente como una filosofía política coherente y una alternativa real a los paradigmas intelectuales sostenidos por los liberales y los comunistas, más que como una mera doctrina geopolítica, demostrando que el propio Dugin lo interpreta de ese modo. 

Con suerte, como resultado de los argumentos que he presentado, los estudiosos del mundo postsoviético que estén interesados ​​en el neoeurasianismo y el proyecto de la Unión Euroasiática deberían comenzar a prestar mayor atención a la prolífica producción de Dugin y al trabajo de los think-tanks que ha fundado, como el Centro de Estudios Conservadores de la Universidad Estatal Lomonosov de Moscú y modificar sus evaluaciones previas sobre Dugin y su proyecto a la luz de sus escritos más recientes, como es necesario hacer con respecto a la evaluación que hace Laruelle de la relevancia del pensamiento de Heidegger para Dugin. En segundo lugar, espero haber presentado un caso plausible de que el estudio del neo-eurasianismo debería emprenderse no solo en el contexto de los estudios postsoviéticos, sino también como parte del estudio de la teoría política comparada y la filosofía política, junto con otras críticas y alternativas al pensamiento democrático liberal moderno. 

Si he logrado alguno de estos objetivos, habré cumplido con mi propósito.

Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera

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