El Advenimiento del Robot (La Historia como decisión)

Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
Hace poco tuve la oportunidad de discutir públicamente con Francis Fukuyama en un programa de televisión y ambos llegamos a la conclusión de que la definición de la democracia como el poder de la mayoría se ha vuelto obsoleta, disfuncional y caduca. Según Fukuyama, la democracia es hoy en día el poder de las minorías en contra de las mayorías, ya que la mayoría puede ser guiada por sentimientos populistas y, por lo tanto, es peligrosa.
El gran filósofo alemán Edmund Husserl decía que el tiempo era como la música. Cuando escuchamos música debemos prestar atención a la nota anterior, luego la que sigue y así sucesivamente, por lo que somos capaces de anticipar las notas que se tocan. Cuando escuchamos una única nota musical, no estamos escuchando música sino ruido. La música es antes que nada el proceso por el cual escuchamos una nota y luego anticipamos las que vendrán. La historia y la música no tratan sobre el presente y el pasado sino de la melodía que vendrá a continuación, es decir, del futuro.
Peter Sloterdijk ha señalado esto con respecto al proceso de urbanización: esta melodía no ha empezado ahora, lleva bastante tiempo tocándose y cada vez resuena con más fuerza. No somos capaces de detener esta melodía, pero si lo que queremos es cambiar esta tendencia, entonces nos vemos obligados a detenerla de alguna manera. Incluso es posible sostener que existe una especie de futuro predeterminado que nos está llevando de las comunidades agrarias y rurales a las sociedades urbanas.
Si estudiamos el significado filosófico de este proceso histórico podemos afirmar que el ser humano es cada vez más y más independiente de la naturaleza. Hemos creado una especie de atmósfera artificial y un mundo virtual independiente: la ciudad, a diferencia del pueblo, es una entidad virtual a la que no la afecta ni la primavera ni el invierno siempre y cuando cuente con electricidad. Este ambiente es el que ha preparado el advenimiento de los robots y es muy probable que muy pronto nos convirtamos en entidades virtuales (después de todo, ya somos mitad máquinas), pues la cultura urbana y tecnológica es hoy en día una realidad tangible: nos hemos alejado de la naturaleza y gran parte de la población mundial (no solamente en Europa) vive en las ciudades.
Este proceso acelerado de urbanización no puede detenerse y poco a poco nos estamos convirtiendo en robots: nuestra sociedad es cada vez más robótica. Pero para que los seres humanos se conviertan en robots es necesario introducir ciertos aspectos máquinicos en nuestras vidas. Quentin Meillassoux ha desarrollado una ontología orientada hacia los objetos la cual crítica toda forma de dualismo. Meillassoux intenta dejar de lado la filosofía del sujeto y lo humano. De hecho, el cerebro de Meillassoux parece hecho de silicona, ya que su filosofía (o más bien no filosofía, como dice François Laruelle) u ontología orientada hacia los objetos solo se le podría ocurrir a un robot.
En estos momentos estamos avanzando hacia este futuro por medio de la urbanización descontrolada y quizás por eso debemos recordar la advertencia de Heidegger que decía que la técnica actual era la encarnación de una determinada metafísica. Nos encontramos actualmente sumergidos en medio de la técnica y en el caso de que seamos sustituidos por una nueva especie, debemos saber que se trata de una criatura que ya está surgiendo. Esta melodía ya lleva mucho tiempo sonando y ha llegado la hora de que seamos reemplazados: se nos ha preparado para que esto suceda desde hace mucho tiempo.
Este reemplazo no será algo completamente nuevo u horrible, porque ya vivimos sumergidos en medio de semejante horror. Y este horror no solo se ha extendido por Occidente, Rusia o Asia: es toda la humanidad la que se encuentra en peligro.
Pienso que nos estamos acercando a la Singularidad, es decir, al momento en que aparecerá una neuro-red que empiece a administrar una gran cantidad de procesos sociales. El automóvil sin conductor desarrollado por la empresa Tesla no es otra cosa que el primer paso hacia el genocidio de la especie humana. Llegará el día en que nos despertaremos y descubriremos que hemos sido reemplazados por las cosas.
Hasta ahora, sigue sonando la misma melodía, pero si estamos hartos de que siga sonando entonces debemos decir “basta”. Pero no debemos quedarnos en decir “basta”, debemos reconstruir el camino que nos llevó desde la primera nota hasta la actual sinfonía que está sonando y preguntarnos: ¿quién fue el autor y por qué se inició este proceso de urbanización dominado por los trenes, el liberalismo, la democracia, el progreso, los misiles, los ordenadores y la fisión nuclear? ¿Quién fue el creador de todo esto? Claro, todo esto fue una decisión humana y no un “proceso natural”. En algún momento de la historia decidimos seguir este camino y lo único que nos queda es acelerar o frenar. También debemos preguntarnos: ¿hemos seguido el camino correcto y tomamos las decisiones más prudentes?
Mi propuesta consiste en que volvamos a la primera nota que sonó de esta melodía, aunque puede que ya sea demasiado tarde, pues un día nos despertaremos siendo robots: esto sin duda sucederá si seguimos pagando nuestros impuestos, votando, enviando mensajes de texto, etc., pasivamente…
De hecho, los robots ya son capaces de conversar entre sí: algunos ordenadores han creado un lenguaje particular, independientemente de sus programadores, con tal de conversar entre ellos. La sustitución ya ha iniciado.
Y esto nos lleva a lo siguiente: ¿qué es un robot desde una perspectiva filosófica? El robot, la Inteligencia Artificial, no es otra cosa que el das Man del que nos hablaba Heidegger. Es la existencia inauténtica del Dasein. Es más: desde que la humanidad occidental tomó la decisión de acabar con el Dasein por completo, se decidió que era imposible seguir existiendo auténticamente. Hemos llegado al final del camino. El robot es un ser sin Dasein y eso significa que la inautenticidad será eterna. Ya nos encontramos en ella.