El imperio y su realización

Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
¿Cuáles son los requisitos mínimos para que el Imperio ruso vuelva a surgir? El padre Vladimir Tsvetkov, eremita y prior del monasterio de Sofronie, cerca de Arzamas, alguna vez se preguntó por la razón por la cual nosotros debíamos rezar siempre. La misma pregunta se hizo Konstantin Malofeev en la introducción a su libro Imperio y por eso se cuestionaba donde podíamos encontrar el Imperio hoy en día.
He terminado de escribir un nuevo libro sobre este problema, El origen y el Imperio, el cual podría decirse que es una “Enciclopedia sobre la Idea Imperial” o una especie de esbozo sobre la ontología imperial a partir del arquetipo del Rey de la Paz y sus diferentes manifestaciones como la monarquía sagrada y los diferentes Imperios históricos que han surgido – el Katechon y la dialéctica imperial rusa – hasta llegar a los diversos simulacros modernos del imperialismo como el expansionismo británico y el actual “Imperio” estadounidense.
No obstante, todas estas son reflexiones de carácter teórico y, aunque son fundamentales, no ofrecen una solución práctica para su la restauración del Imperio. Es por eso que decidí hacer lo mismo que el eremita Vladimir y analizar este problema de forma sistemática con tal de proponer una serie de posibilidades para reconstruir un Imperio ruso. Las siguientes son algunas propuestas que me gustaría fueran sometidas a debate y criticadas de forma inmisericorde:

El Imperio ruso puede surgir nuevamente de un milagro, ya que todo Imperio tiene un origen divino. Si este milagro no hace parte de las acciones de Dios, entonces se trata más bien de un “milagro negro” realizado por el diablo. Los seres humanos son incapaces de crear un Imperio porque este último tiene un origen sacral indiscutible. Si no se produce un milagro, entonces no surgirá realmente un Imperio. No obstante, nosotros hemos puesto nuestra fe en el Dios vivo que obra maravillas.
Las enseñanzas religiosas y escatológicas del Imperio viven dentro de la Iglesia, especialmente en la idea de que el Zar cumple la función del Katechon. Esta idea ha sido muy popular dentro de la Iglesia Ortodoxa Rusa en el Exterior y entre sus enseñanzas encontramos la glorificación tanto de los mártires antiguos como de los nuevos mártires que surgieron de la Revolución. Cuando en 1990 se produjo la reunificación del Patriarcado de Moscú y la Iglesia Ortodoxa Rusa en el Exterior esta enseñanza fue aceptada por la totalidad de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Por otro lado, el Patriarcado de Moscú no creo ninguna forma de teología política durante el período soviético (algo que se volvió imposible debido al fracaso de los renovadores), por lo que podemos afirmar que la monarquía es la única forma de gobierno ortodoxa y los ataques que realizan los “clérigos liberales” en su contra no son más que los ataques de histeria típicos de los “agentes extranjeros”.
El Imperio (como la monarquía) es una institución y por eso puede ser restaurado por medio de varias reformas políticas que permitan la reconstrucción del espíritu de la autocracia rusa. La cantidad de reformas político-teológicas y jurídicas que se requieren es bastante inmensa. 
El Imperio puede ser reconstruido por medio de una dinastía a pesar de que no existe ningún heredero directo del último emperador ruso. Sin embargo, existen varios Romanov que reclaman el trono y es sabido que en el siglo XVIII el trono fue heredado por algunas de las ramas secundarias de esta dinastía. La rama de Kirillovich, a pesar de la reputación que tiene en Rusia, es la que más posibilidades tiene de acceder al trono.
También se puede reconstruir el Imperio gracias a la expansión militar y el control de nuestras zonas inmediatas, aunque esta opción tiene una justificación diferente. La reunificación de los territorios rusos desde un punto de vista económico, militar y cultural es el primer paso para la reconstrucción del Imperio.
El Imperio también puede existir gracias a la voluntad popular, siendo reconstruido desde abajo y no desde arriba. Este es el escenario del Zemsky Sobor en el que es el pueblo el que vuelve a construir el Imperio y la monarquía. El actual culto que la mayoría del pueblo ruso profesa a Stalin puede ser entendido, desde un punto de vista sociológico, como una “monarquía popular” que reivindica el reinado de un Zar.
El Imperio también puede ser fruto de la consolidación del poder de un hombre fuerte como sucedió en la historia romana cuando se produjo la transición de la República al Imperio por medio de la dictadura de Julio César. El nombre “César” paso a convertirse en sinónimo de emperador y rey. Y aunque Augusto fue el primer emperador formal, todos sabemos que Julio César ya lo era.

Todas estas son hipótesis y posibilidades que no predominan una sobra la otra. Es difícil decir cuáles son los requisitos previos que debe cumplir Rusia para pasar del actual sistema de gobierno al Imperio y es obvio que ninguna de estas hipótesis se cumple en su cabalidad. Sin embargo, es posible elegir entre uno u otro punto para llevar a cabo esto. Si nuestro objetivo es crear el Imperio (de no serlo estamos perdidos), entonces debemos rezar, luchar y obrar para que este surja. Debemos mantener siempre claro nuestro objetivo: el Imperio es un fenómeno de orden espiritual y eso significa que surge de la Voluntad Divina. De no ser así solo será un simulacro. La restauración del Imperio vendrá de la mano de un milagro y solo a partir de él puede tomar forma. En caso contrario, todo nuestro esfuerzo será en vano. El milagro del nacimiento de un Imperio es lo que da sentido a nuestras vidas.