La Idea rusa ha sido proclamada por Putin

El 30 de septiembre del 2022 se ha producido una inflexión histórica: hemos alcanzando el clímax de una serie de sucesos trascendentales. Ese día todo tuvo un significado importante: las palabras, las acciones, las firmas y especialmente las expresiones, el contexto y la pronunciación de cada discurso. Definitivamente ha sucedido un cambio tremendo: no se trató de un acontecimiento rutinario o la continuación de una tendencia anterior, sino de un nuevo comienzo. Los platónicos hablaban de “epístrofe”, que significa “cambio brusco de dirección”, “cambio de curso”, “cambio de rumbo” y, en sentido alegórico, “retorno a las fuentes”. El 30 de septiembre del 2022 se produjo una “epístrofe” en la política rusa, el conflicto en Ucrania y la historia del mundo.

La incorporación a Rusia de cuatro nuevos óblast – la RPD, la RPL, Jerson y Zaporiyia – tras la celebración de referendos populares se ha convertido en un evento de mucho mayor trascendencia que la reunificación de Crimea. Rusia ha comenzado a cuestionar el espíritu de los Tratados de Belavezha (los cuales Putin insinúa en su discurso) junto con toda la historia postsoviética y del resto del mundo. El discurso de nuestro presidente también mencionó varios conceptos importantes como la “Gran Rusia”, “país-civilización”, Primavera Rusa, “misión de liberación”, multipolaridad, “soberanía estratégica”, “desarrollo soberano”, anticolonialismo, rechazo radical de la hegemonía occidental y del orden mundial unipolar. Putin atacó el orden mundial creado por Occidente por ser racista, neocolonial e imperialista, un apartheid en todos los sentidos del término. Las máscaras han caído y Rusia nuevamente da un giro para abrazar su propia existencia histórica que implica una confrontación directa con el Occidente colectivo. Esta confrontación implica una lucha en todos los sentidos:

  • Geopolítico (la batalla entre el poder terrestre, Land Power, contra el poder marítimo, Sea Power, por el Rimland; el primero tuvo que aceptar su derrota y retirarse temporalmente);
  • Civilizacional (Rusia es un país-civilización particular y distinto del Occidente colectivo moderno y posmoderno, el cual durante toda su historia se ha proclamado universal y propone su modelo como el único verdadero; Rusia es una civilización única que tiene su propia identidad y tiene derecho a existir independientemente de Occidente);
  • Económico (las relaciones económicas entre Rusia y Occidente se han derrumbado a una velocidad asombrosa y la destrucción del North Stream por los anglosajones marca el divorcio económico definitivo);
  • Cultural (Rusia toma partido por los valores tradicionales, por el derecho del ser humano ha seguir siendo humano, la fe, la familia, la libertad y la justicia, rechazando con ello el individualismo, el post-humanismo, la cultura de la cancelación, los LGBT, el feminismo, la legalización de las perversiones y el satanismo occidental);
  • Y militar (tanto en Ucrania como en las nuevas fronteras occidentales de Rusia se está produciendo un feroz enfrentamiento militar donde nuestro enemigo de facto, aunque no de iure, es la OTAN, la cual ha armado y supervisado a los nazis ucranianos).

Todos estos puntos fueron expuestos explicita y literalmente por Putin durante el discurso que llevó a la adhesión de los cuatro nuevos óblast a Rusia, por lo que podemos decir que contiene los fundamentos de una ideología que acaba con una cita del filósofo Iván Ilyín, siendo este un juramento de fidelidad a Rusia y la Idea rusa. Por supuesto, tales palabras se encuentran lejos de la proclamación de la Idea de la Victoria, pero no dejan de ser bastante claras y consistentes con los principios que darán nacimiento a la misma. Solo se puede ganar esta guerra si somos realmente conscientes de lo que somos y de lo que está ocurriendo, solo así comprenderemos los riesgos, juegos, recursos y opciones que tenemos. Y eso fue lo que ocurrió el 30 de septiembre: se han acabado las medias tintas, compromisos, eufemismos, fórmulas simples e ilusiones sobre la verdadera naturaleza de Occidente. Este trascendental discurso de Putin estuvo precedido por una serie de medidas fundamentales, siendo cada una de ellas muy importante para poder comprender el contexto de los acontecimientos de ese 30 de septiembre. Tras nuestra reciente retirada de Járkov y el avance de las Fuerzas Armadas Ucranianas nuestros lideres han decidido tomar medidas claras. La celebración de referendos de adhesión de estos cuatro óblast – necesarios si se quería afianzar de forma completa e irreversible a estas regiones dentro de nuestro entramado jurídico y social – tuvieron el siguiente significado:

  • Anunciar la movilización parcial dentro de Rusia (condición indispensable para el fortalecimiento numérico y cualitativo del ejército ruso, que ahora está atravesando por varias dificultades);
  • Introducción de una legislación sobre la deserción (eliminando el problema de los 500 – rechazados por contrato –),
  • Endurecimiento frente a la perturbación del orden y aclaración de los conceptos de “ley marcial” y “tiempo de guerra”.

Paralelamente, los anglosajones volaron los gasoductos del Nord Stream en un intento de cortar definitivamente cualquier cooperación económica entre Rusia y Europa continental (principalmente Alemania). Mientras tanto, ha llegado al poder en Italia una coalición antiglobalista de derecha – no muy amistosa hacia Rusia, pero tácticamente útil –.

La ceremonia de reunificación y el discurso de Putin añadieron una dimensión crucial a todos estos acontecimientos técnicos absolutamente necesarios dentro del actual contexto internacional. Lo más importante es que nuestro presidente ha proclamado finalmente una ideología rusa basada sobre los principios de la Ortodoxia – junto a las otras confesiones tradicionales de nuestro país –, las ideas eslavófilas, eurasiáticos y el recuerdo de las hazañas del pueblo soviético. Ha quedado claro contra quién luchamos y por qué estamos en guerra. En su discurso Putin habló tangencialmente de Ucrania, ya que se dedicó antes que nada a atacar al Occidente colectivo, las élites liberales, el globalismo, el racismo civilizatorio, la hegemonía mundial y los desesperados intentos occidentales de mantener la unipolaridad a cualquier precio. Ucrania no fue considerada como un actor independiente, sino sólo como una herramienta al servicio del globalismo y movilizada por una ideología nazi rusofoba usada contra nosotros: más que un país Ucrania es un campo de batalla donde luchan diferentes civilizaciones, el hecho de que cuatro de sus óblast hayan elegido unirse a Rusia demuestra claramente lo que piensa el pueblo ucraniano; la mayoría de los ucranianos se encuentra a favor de volver al seno de nuestra civilización eslava. Cualquier avance de Rusia hacia su frontera occidental significará la liberación de más de nuestros compatriotas y la derrota de la hegemonía occidental junto con sus pervertidos y sangrientos patrocinadores. La lucha contra el régimen de Kiev es similar a una operación antiterrorista: no tiene sentido hablar con ellos, sino con sus amos. Y eso es lo que dice Putin en su discurso.

Rusia ha entrado en una nueva etapa ahora que comienza octubre del 2022: la etapa de la Idea rusa. Lo que suponíamos, predecíamos y esperábamos con ansias por fin ya tiene un nombre: Rusia es una civilización cuyo código cultural es la Tradición y que se contrapone a otro código que es antitradicional, anti-humanista, falso, agresivo, explotador, neocolonial, terrorista y malvado. Occidente es guiado por un código que considera que su civilización es un modelo universal que debe ser impuesto en todo el mundo y que nadie tiene derecho a desafiarlo. Uno tiene que elegir entre uno de los dos y cualquiera que no esté de acuerdo con Occidente será tildado de “fascista”, “agente de Putin” o “rusófilo”. La rusofobia se ha convertido en la ideología del globalismo occidental: una ideología que apesta a odio. Ser ruso o estar del lado de Rusia significa que uno está del lado de la Verdad. Tal dimensión ideológica nos obliga nuevamente a combatir a la oposición liberal dentro de Rusia y a las redes y grupos prooccidentales terroristas que operan dentro de nuestro país. La mayoría de estas redes son dirigidos desde Kiev.

Otro punto importante es la vergonzosa huida de muchos jóvenes por miedo a la conscripción y la guerra en un momento crítico y crucial de nuestro país: no se trata simplemente de un intento de salvar su pellejo o miedo a la muerte, sino de una capitulación frente al mal. Han cometido un crimen moral parecido al de Judas: primero contra su propia alma y luego contra su nación, Estado, antepasados, descendientes e historia. Lo importante no es qué piensa una persona común y corriente del actual gobierno ruso (del cual se puede desconfiar e incluso criticar), sino de nuestra lealtad hacia la Patria, la civilización y la cultura. Huir o no huir, traicionar o no traicionar a nuestra Patria es una elección existencial. El destino de Judas fue muy triste: no pudo asumir su crimen y terminó colgándose. Hoy, desgraciadamente, muchos jóvenes han huido de Rusia escogiendo seguir esta senda tortuosa llena de desprecio y asco. Pero también ha sucedido lo contrario: los que no sólo aceptaron movilizarse, sino ofrecerse como voluntarios a la luz de los actuales cataclismos históricos realizan una verdadera hazaña moral, espiritual y religiosa. Siguen el camino de la lealtad y el honor que conduce a la luz y la santidad. Han conseguido realizar su propia “epístrofe”: un regreso hacia su propia esencia y naturaleza espiritual.

Ante tales acontecimientos las cuestiones técnicas de la guerra pasan a un segundo plano, pues los territorios que van desde Luganks hasta Zaporiyia ahora nos pertenecen: liberar las zonas que aún se encuentran ocupadas por el enemigo se ha convertido en una tarea nacional. Sin embargo, no habremos terminado nuestro trabajo hasta que no liberemos todos los territorios de Novorrusia que van desde Járkov hasta Odessa. Solo entonces podremos comenzar a considerar que haremos con los territorios de Ucrania Occidental y Central. Sin embargo, esta es una cuestión aparte, ya que lo importante ahora es frenar la contraofensiva de los nazis de Kiev. Por supuesto, deberemos sacar conclusiones de nuestro fracaso y retirada de Járkov, algo que resulta bastante esencial. Ahora bien, hemos definido por fin nuestro marco ideológico fuera de la campaña militar. La guerra contra Occidente ha adquirido una dimensión completamente diferente: es una batalla espiritual entre el Bien y el Mal. En el momento en que un guerrero se da cuenta de esto en el fondo de su alma, la lucha pasa a tener un significado completamente distinto. Solo entonces la retaguardia en casa comienza a trabajar con tal de obtener la victoria, invirtiendo todas sus fuerzas con tal de ganar. Es así como los héroes pueden luchar hasta exhalar su último aliento con tal de defender su libertad. Toda guerra santa tiene estas características y esta es sin duda una de ellas.

No obstante, no hay tiempo para la euforia: es necesario que comprendamos la enorme responsabilidad histórico-metafísica que ahora recae sobre cada persona, es decir, sobre cada uno de nosotros, además de nuestro Estado y pueblo. Lo más importante ya ha ocurrido: todo tiene sentido y eso significa que todos los inconcebibles sacrificios que han roto nuestro corazón, tanto los del pasado como los del futuro, no han sido en vano.

Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera