Problema de Nada

Vamos a hablar del problema filosófico más importante: el problema de la Nada. Quizás podemos pensar que este es el problema más sencillo de todos, pero, en realidad, nada es más complejo que pensar la nada. Cuando reflexionamos sobre el ser, incluido nuestro ser o nuestra vida, de repente nos encontramos, tarde o temprano, con el problema del límite. El ser está ahí, no obstante, si queremos apreciarlo verdaderamente, tenemos que relacionarlo con algo y ese algo es la Nada.
Fuera del Ser solo existe la Nada y fuera de la vida solo se encuentra su aspecto negativo: la muerte.

Todo verdadero pensamiento, sea cual sea su objetivo, tiene que enfrentar de una forma una u otro – frontal o tangencialmente – a la Nada. En la Nada se produce la enorme tensión que hace que el Ser estalle. Cuando el Ser pierde su esencia, simplemente se derrumba. Pero como el Ser es la realidad más común y afirmativa, únicamente da nacimiento a la más general de las negaciones.
El gran filósofo alemán Martin Heidegger estudió mucho el problema de la Nada. La presencia de los seres humanos en el mundo solo adquiere un significado y una tesitura real cuando nos enfrentamos al concepto existencialista por excelencia: la muerte. Solo somos plenamente conscientes de la existencia cuando estamos cara a cara con la ausencia. Mientras la muerte este alejada de nosotros, oculta bajo incontables capas, nuestra vida será como un tranquilo ensueño sin preocupaciones. Solo la muerte – o un encuentro directo con ella, ya sea en nosotros mismos o en nuestros seres queridos – puede despertarnos. Sólo cuando un médico nos da un diagnóstico fatal, por fin nos hacemos conscientes de esta realidad – aunque nuestra existencia se prolongue en el tiempo –. La nada que ahora existe en nosotros nos hace conscientes de nuestra vida.
Es cuando nos enfrentamos a la muerte que nos percatamos de que somos finitos. Pero la finitud se define como una forma, un límite y una separación. Los griegos entendieron claramente que el espíritu es finito, mientras que la materia es infinita. Eso quiere decir que la imagen recorta – la palabra rusa para “imagen” (образ) significa cortar, separar o arrancar –del entorno lo que considera valioso. La importancia de todo esto radica separar y recortar los límites mismos de la Nada. La conciencia de nuestra finitud – así como de la finitud de todas las cosas e incluso del mundo – es una experiencia verdaderamente satisfactoria que nos hace humanos. Sólo cuando enfrentamos el abismo de la Nada y vemos las cosas condenadas y dispuestas a ser lanzadas a ese abismo en cualquier momento, es que comprendemos lo que son. Lo finito es bello precisamente por ser finito.
Por lo tanto, la Nada tiene una dimensión estética: nos ayuda a comprender la desesperación y la nostalgia que nos despierta la verdadera belleza que surge de la muerte inminente.

Nietzsche creía que el mundo moderno, y sobre todo el mundo occidental actual, era la civilización del nihilismo. El nihilismo viene del latín nihil, que significa “nada”. Pero esta palabra no hace referencia a la nada propiamente dicha, sino a lo insignificantes que son los valores occidentales, los cuales son extremadamente pequeños y miserables. No son nada más que banalidad, trivialidad, vulgaridad y superficialidad. El hombre moderno es incapaz de experimentar la pura Nada. Si fuera capaz de experimentarla, viviría una vida llena de peligros y riesgos. Sin embargo, los nihilistas prefieren replegarse y proteger lo que queda de su débil yo, intentando por todos los medios necesarios evitar el abismo. Es por eso que el hombre moderno anhela histéricamente la inmortalidad física y está dispuesto a pagar cualquier precio con tal de obtenerla: criogenización, subir su consciencia a la nube, fusionarse con la inteligencia artificial o crear redes neuronales globales. Está dispuesto a abandonar su humanidad con tal de no morir.
El Ser no es lo opuesto a la Nada, sino el no-ser.

La idea de la Nada ha sido desterrada de la cultura y la civilización moderna junto con la idea del Ser, ya que ambas se encuentran unidas. Los últimos hombres de hoy son incapaces de pensarlas y decidir si quieren ser o no ser. Es por eso que ya no saben si quieren vivir o morir, por lo que tratan de borrar estas fronteras y de ese modo crear una existencia que este exenta de toda clase de rupturas, jerarquías y altibajos. Se trata de una especie de vida muerta o de una muerte viva que ya no se asoma a precipicios abruptos o peligros descomunales.
Si miramos el mundo que nos rodea y las personas que lo habitan – que puede que no sean otra cosa que sombras electrónicas – nos damos cuenta que el nuevo comienzo de la filosofía no puede tener lugar en semejantes condiciones. La filosofía esta reservada a seres excepcionales en los que se han acumulado grandes poderes que estallan en su interior y que desbordan tanto a las masas como a las épocas, las naciones, las culturas y las generaciones. El filósofo nace de la lucha entre el pensamiento y el horror. Y es por esa razón que la primera pregunta que se hace así mismo y a todos los demás tiene que ver con la Nada.
Leibniz se preguntaba: “¿por qué existe el ser y no la nada?”

Jean Baudrillard invirtió esta pregunta y se cuestionó el “¿por qué no existe la nada en lugar del ser?”
Sí, debemos pensar el ¿por qué?
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera